Desarmar la idea de circuito cerrado y hacer del arte contemporáneo una instancia de diálogo. Proponer vínculos con la realidad del barrio. Alcanzar nuevos públicos sin arrasar ni menospreciar las expectativas previas. Estos son algunos de los desafíos centrales del trabajo que lleva a cabo actualmente en Casa de Pepino el equipo curatorial que integran Eugenia González Mussano y Lucas Despósito.
Ambos son artistas visuales y gestores con experiencia en los ámbitos públicos. Desembarcaron en el centro cultural municipal el último verano, con una propuesta que busca transformar hacia afuera y hacia adentro. Y que por el momento debe remar con la ausencia de presupuesto y la falta de apoyo, inclusive en aspectos de montaje.
El edificio de principios del siglo 20, que funcionaba como almacén de ramos generales en el corazón de barrio Güemes, acogió previamente al Espacio Osde. También se desarrollaron allí experiencias como Mini Contemporáneo y Territorio Secreto, coordinadas por Juan Juares. La etapa que se abrió en febrero busca dialogar pero asimismo poner en crisis la tradición de artes visuales que se venía exhibiendo.
Los nuevos gestores descartaron la idea de programar de acuerdo a fechas alegóricas o instancias temáticas del estilo “Mitos y leyendas” de barrio Güemes, y decidieron evitar la exposición de elementos “decorativos” vinculados a otros eventos que se realizan en la vieja casona.
El objetivo, por el contrario, es llevar adelante muestras que se auto sustenten en producciones sólidas, detectadas en una escena vibrante y en plena gestación. “Nuestra intención es visibilizar esta producción y potenciar la experiencia de artistas jóvenes con mediana y corta trayectoria que específicamente problematizan y trabajan en propuestas de arte contemporáneo”. También piensan incluir a artistas de otras provincias, con el fin de impulsar la relación fluida que Córdoba viene teniendo con otros lugares gracias a las residencias y programas federales.
“Uno de los ejes del proyecto es aprovechar la singularidad del lugar, ubicado en un territorio de disputa simbólica entre el viejo barrio Güemes y el nuevo centro de actividad comercial y gastronómica. Pretendemos sumarnos a la iniciativa del Circuito Güemes, proyecto que se viene desarrollando hace tiempo en el centro cultural, y generar vínculos interinstitucionales y de apoyo con otros muchos espacios que funcionan en la zona”, dicen los gestores.
La tercera entrega del programa de artes visuales presenta actualmente las muestras “Profanando”, de Marisol San Jorge; “Nastias”, de Rosana Fernández; y “Estado conectado”, de Nina Kovensky.
Nuevos públicos
El arte contemporáneo vive un proceso de expansión que está transformando los lenguajes y empujando sin cesar los límites conocidos y referenciados como “arte”. La tarea que enfrentan muchos espacios, y en particular los que funcionan en la órbita pública, es comunicar y acercar esas propuestas que se mueven en direcciones desafiantes.
“El proyecto tiene la intención de crear nuevos públicos aprovechando el nodo turístico en el que se encuentra emplazado el centro –explican–, y está en nuestros planes generar un acercamiento dinámico con un equipo preparado. Inicialmente planteamos el programa con actividades específicas a partir de cada exposición (conferencias, debates, charlas, talleres) con el objetivo de profundizar la experiencia educativa, ya que creemos que un centro cultural municipal es un espacio ideal para llevar a cabo propuestas de educación no formal”.
Marisol San Jorge (1972) presenta Profanando. “El mundo de los objetos domésticos adquiere una dimensión extraña: cuchillos gigantes, sierra de corte sobre una hebilla y un peine, pinza mordiendo una vela de cumpleaños. Las cosas del mundo privado que necesitan de nuestro cuerpo y nuestra voluntad para moverse, se disponen, se yuxtaponen, se entremezclan, se rozan, conjeturan una coreografía absurda que no respeta proporciones, ni usos”, escribe Eugenia González Mussano sobre estas piezas que combinan la belleza del diseño con señales de violencia y la expresión de algo turbulento.
Una de las apuestas fue generar un conjunto de fichas didácticas que incorporan imágenes y lecturas de las obras. Tienen una lógica de archivo coleccionable y funcionan como puertas de entrada o claves de acceso a las diferentes muestras.
Lucas y Eugenia diseñaron un plan de trabajo de cuatro años y consideran que están en una etapa inicial. Por el momento, las “expectativas de vínculo con el barrio están más como un horizonte”, señalan. Y enumeran algunos de sus planes para abrir las puertas del centro: talleres gratuitos de ciclomecánica (los “vecinos” del Teatro La Luna ya encararon encuentros de este tipo, que van desde reparar una pinchadura a armar una bicicleta desde cero), huerta o “cosas más descabelladas como torneos de metegol que pudieran fomentar la apropiación del centro por parte de la gente del barrio y no solo del turista”. De lo que se trata, piensan, es de “tomar el territorio, que lo podamos hacer propio y así sumar curiosidad”.
Entre las principales inquietudes estaba la de poder trabajar en equipo con todo el personal de la Casa de Pepino. “Hacia adentro del espacio estamos en una continua mediación, tratando de que el espíritu de la propuesta pueda ser permeable a la dinámica propia del centro. Nuestro mayor desafío es que la casa sienta como propio el programa y no lo vea solo como un proyecto nuestro”, anhelan los artistas y curadores.
Suba, baje, vea
El centro cultural cuenta con tres salas en la planta superior, una sala de tránsito en planta baja y una sala muy pequeña en el patio.
Cada entrega del programa expositivo consta de tres ciclos. “Suba la escalera” está alojado en las salas de arriba. “El título hace referencia a que varias personas nos manifestaron no conocer las salas superiores”, cuentan Lucas y Eugenia. El nombre del ciclo funciona por lo tanto como una instrucción y a la vez está en diálogo con la idea de “la ascensión sobre uno mismo y la trasformación ética de la propia personalidad”. Por allí pasaron muestras de José Quinteros y Eva Ana Finquelstein, y actualmente se exhibe el trabajo de Marisol San Jorge.
El ciclo “Fuera de campo” ocupa la sala-pasillo y está dedicado a la indagación y ampliación de los límites de las imágenes técnicas. Aquí se vieron obras de Daviana Maity Saavedra y Sofía Abt. Ahora se presenta Nastias, de Rosana Fernández.
Nastias, de Rosana Fernández (1979), es una instalación de sitio específico que opera sobre las condiciones arquitectónicas y la circulación del público en un espacio de exhibición que no tiene las características de una sala tradicional.
“Antes que sea arte” se desarrolla en una pequeña sala del patio, donde se muestran prácticas interdisciplinares, abiertas y experimentales como las de Constanza Pellicci y Sofía Pech. Allí se puede ver por estos días el trabajo de Nina Kovensky.
En Estado conectado, Nina Kovensky (1993) presenta dibujos, frases, poemas y otras operaciones realizadas en tickets de una caja registradora. Mientras dure la muestra, la joven artista utilizará la pequeña sala del patio de Casa de Pepino como base de operaciones, lugar de trabajo y encuentro. Además, construyó en el jardín delantero un conector gigante (un plug de audio o video), realizado con gomas de camión (fotografía de Malena Sibona).
Para el año próximo, la idea es concretar el lanzamiento de convocatorias abiertas, articular talleres, visitas y otras propuestas de divulgación. “Y seguir contaminándonos recíprocamente con las propuestas del centro cultural que hasta ahora nos vienen haciendo cuestionar nuestras propias creencias sobre el arte”, dicen Lucas y Eugenia.
Y cierran: “Es un proyecto que surge de preguntarnos a nosotros mismos, como artistas, qué es lo que nos interesa cambiar de las políticas públicas culturales en relación a las artes visuales, tanto como cuál es la función de un centro cultural municipal en un barrio como Güemes. Pensamos en las relaciones humanas por sobre las relaciones institucionales; pensamos en lo mucho que necesitamos trabajar en colaboración”.
Para ver. Casa de Pepino (Fructuoso Rivera 287, barrio Güemes) abre de lunes a viernes de 8 a 20; sábados y domingos de 9 a 21. La entrada es libre y gratuita. Teléfono: 434-3197.
En el centro cultural municipal se desarrolla un programa de exhibiciones que coordinan los artistas Eugenia González Mussano y Lucas Despósito. Alcanzar nuevos públicos y conectar con el barrio son algunos de los objetivos. Actualmente se exhiben muestras de Marisol San Jorge, Rosana Fernández y Nina Kovensky.