En 2011 leí El cuaderno de Bento, de John Berger. El libro me evocó la figura de Carlos Alonso, razón por la cual le regalé el texto apenas lo terminé. No habrían pasado unas semanas cuando el maestro me llamó por teléfono y, tras compartir elogios hacia John Berger, me invitó a que hiciéramos un libro en ese tono con sus cuadros y mis textos. La respuesta inmediata, tras la honrosa sorpresa, fue un lacónico: “No”.
Pasaron tres años en los que el eco de aquel “No” resonaba en mi cabeza sin que yo pudiese escucharlo y menos aún entenderlo. Visitando a mi hermana, reviví el llamado de Alonso en la mesa de un café. Santiago “Negro” Funes, amigo nuestro, emitió la pregunta que terminó en este libro: “¿Vos sabes por qué le dijiste que no?”.
De regreso a Córdoba, un miércoles por la mañana, lo llamé a Alonso y le pregunté: “¿Te acordás de El cuaderno de Bento?”. Él me respondió que sí, y me contó que tenía el libro sobre el escritorio de su atelier. Atravesando la emoción, le dije que ahora mi respuesta era “Sí”, que me perdonara la demora, y le propuse que nos juntáramos. Carlos Alonso, con la generosidad y afecto que lo distinguen, me dijo: “Venite ahora y empezamos…”.
Así fue que nos juntamos periódicamente durante el año pasado evocando historias, pintores, autores e investigaciones alrededor de los diferentes órganos y sistemas de la anatomía humana. Fueron horas de enorme aprendizaje, con el cuerpo como motivación. Integramos ciencias médicas con arte y cultura. Trabajamos creando sobre la biología una biografía de nuestro tiempo social. Abordamos el desafío imposible de ponerle dibujos y palabras a la anatomía humana. Un intento de encarnar historias de vida, la quimera de un trazo o una palabra que nos aleje de la muerte; una epifanía para compartir.
En el libro, que estamos terminando, hemos tratado de plasmar un encuentro; no más que recrear lo que hace el hombre desde hace miles de años, cuando habitaba las cavernas y, tras salir a cazar o recolectar alimentos, se reunía alrededor del fuego a contarse historias y dejarlas registradas con pictografías en las piedras. El legado testimonial de los protagonistas de un tiempo histórico.
Hace décadas que Carlos Alonso y yo trabajamos con el cuerpo, con la anatomía y sus formas. Hemos observado con los ojos del artista y del médico a miles de personas desnudas, rastreando la historia afectiva y la enfermedad; buscando el ser que habita esos cuerpos. Una utopía que nos convoca a seguir viviendo. El sentido, de un libro sentido.
El médico y escritor Carlos Presman cuenta cómo se originó el libro que prepara junto al artista.