La editorial Emecé publicó en 1958 la segunda parte de Don Quijote de La Mancha ilustrada por Carlos Alonso. El artista argentino había ganado el año anterior un concurso organizado por el sello editor para darle continuidad a un proyecto muy ambicioso desde su origen. Para Alonso, el desafío tenía varias aristas, considerando que las aventuras del ingenioso hidalgo imaginado por Cervantes ya habían tenido intérpretes de la talla de Gustave Doré, y sin contar que el artista que había ilustrado la primera parte de El Quijote para Emecé era ni más ni menos que Salvador Dalí.
“Uno de los aspectos que más me atrapó de Don Quijote es ese grado de locura que lo lleva a luchar por causas perdidas y empresas disparatadas, condición entre los grandes artistas de cualquier arte”, señaló Alonso sobre el clásico de la lengua española que lo impulsó a ponerse mano a mano con los grandes maestros de la ilustración y dar sus primeros grandes pasos en un arte injustamente considerado subsidiario y en ocasiones presentado como un pariente pobre de otras disciplinas supuestamente más dignas.
Desde entonces Alonso trabajó con frecuencia en la ilustración de obras literarias, trazando un camino propio, de enorme poder expresivo.
Ya se trate de la Divina Comedia de Dante Alighieri o El matadero de Esteban Echeverría, de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda o de Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos, de Mademoiselle Fifi de Guy de Maupassant, La guerra al malón del comandante Prado o el Martín Fierro de José Hernández, Alonso se desenvuelve como un lector fuerte, que se deja atravesar pero que finalmente se mueve en base a sus propias intuiciones a la hora de descartar o elegir escenas.
Esa potencia como lector se detecta sobre todo en la musculatura dramática y en la audacia expresiva de las imágenes que crea para hacer hablar visualmente a los textos literarios, tanto como en su capacidad (que parece asimismo una compulsión innata) para otorgarles vida a escenas en las que, como señala Alberto Giudice, se siente el latido del presente.
El artista argentino tiene una La musculatura dramática y la audacia expresiva son dos elementos claves en las obras de Carlos Alonso