La ironía siempre estuvo en sus planes. Como en la Urnita de Aladino de años atrás, a la que se le volaban los votos, que expuso en el Paseo del Buen Pastor. Ahora, Juan Carlos Antuña despliega un montón de personajes amorfos y caricaturescos, “esperpentos”, como él los llama, nacidos de unos dibujos que había bautizado como Los Podridos. Su nueva muestra, con esculturas y bajorrelieves en resina policromada, se puede visitar en la galería Sasha D. (Pringles 1553).
A Juan Carlos Antuña siempre le interesó el modelado: “Es mucho más lúdico, fresco, espontáneo, el modelado tiene su riqueza”, sostiene durante la recorrida previa por la muestra, un conjunto que tuvo su origen en la serie Los Podridos (rostros realizados en pastel, pequeños). En el proceso del modelado y al momento de hacer los vaciados, descubrió en la contraforma de los moldes la posibilidad de una imagen. De allí resultaron los bajorrelieves (una profundidad que “te mete, te llama”), obras en las que yeso y resina se compenetran.
“Después vino la pintura”, cuenta en relación a estas obras de fuerte impronta matérica, un territorio también pictórico que por momentos se parece a un paisaje con sus montañas y lagunas, y donde Antuña deja fluir los colores de un tiempo anterior, cuando hacía retratos y paisajes (antes de su incursión escultórica, antes de “engancharse” en el taller del Gringo Rosso, revela). Todos sus intereses, incluso el sarcasmo, convergen en estos rostros gigantes de mirada burlona. “Soy de humor ácido”, dirá.
Las lecturas del escritor y dramaturgo español Ramón del Valle-Inclán lo sumergieron aún más en las ideas que estaba desarrollando, y lo condujeron a la noción de “esperpento” (“buscar el lado cómico en lo trágico de la vida”, sostenía el autor hacia 1921), un “soporte conceptual muy fuerte” para Antuña. Valle-Inclán trabaja con la ironía, la caricatura, la deformación, agrega el artista cordobés que rescata el humor que surge como impotencia frente a la opresión.
Ésta y otras ideas sobre la imagen real y la que refleja un espejo cóncavo, atraparon a Antuña en la creación de estas nuevas piezas. “La caricatura siempre me gustó, soy mordaz”, reitera en otros términos, al tiempo que admite adhesión a la obra de Hermenegildo Sábat y Honoré Daumier.
De toda esta revuelta surge la serie “Esperpentos”, figuras que posan en bases con rueditas (“que es como faltarles el respeto”, dice). Lo irónico asociado a lo crítico definen sus esculturas también. Por allí está Jerónimo medusa, como “una autocrítica de los cordobeses, nosotros nos bloqueamos, nos quedamos paralizados y nos cortamos la cabeza”. Otro de sus personajes son Ladrón de floripondios, o El buchón y las sobras, “uno que se roba los restos de patria, representada ésta en un caballo que tiene partes podridas”, señala.
La Justicia es un enano es otra de las esculturas que modeló bajo la consigna de la deformidad: “Me interesa el saborcito cordobés, la chispa. Aquí, por ejemplo, se ve que tiene ‘patas de lana’, una máscara”, que es una fachada entre carnavalesca y fálica. El personaje de La justicia es un enano carga con una tortuga en su espalda.
“El chiste, el humor, la cargada, la tomada de pelo”, insiste Juan Carlos Antuña. Eso impregna estas obras que parecen moverse, por cómo dispone la materia: “Se contorsionan”, asume el artista, y esta posición se aferra tanto a lo plástico como a lo conceptual. Antuña entiende que su obra es “muy dramática, a través de la crítica hace una reflexión”. Y encuentra una tensión estimulante en estas piezas, un tironeo: “Por un lado producen rechazo, un shock”, a la vez que son “muy atractivas en lo visual, por el color”. Como “pegar la trompada y acariciar”.
Para ver. La muestra de Juan Carlos Antuña se exhibe en la galería Sasha D. (Pringles 1553).
Juan Carlos Antuña muestra en la galería Sasha D. sus esculturas y bajorrelieves con personajes amorfos y caricaturescos. Un mundo tamizado por la ironía y el humor.