Las máquinas y herramientas colgadas en la pared son los únicos indicios que tiene quien ingresa a “La sala que habito” para imaginar qué sucede en el espacio de experimentación que desde hace unos días tiene un nuevo huésped: Martín Carrizo. Todo lo demás habrá que preguntárselo al artista, quien se hizo conocido en 2012 cuando ganó el premio más importante del concurso de carácter federal Itaú Cultural con la obra Pared de 30, columnas, loza.
La adorable miniatura de una obra en construcción, premiada entre 23 piezas finalistas (sobre un total de 1.726 obras inscriptas de todo el país), llamaba la atención no sólo por cómo estaba realizada. A nadie se le pasó por alto que Carrizo sabía de albañilería. Él es un convencido de que “el conocimiento se construye a partir de la experiencia de vida”. E ilustra claramente la afirmación “tener que arremangarse, meter la mano en el material”, es decir, hacer la mezcla, un pozo, tomar una pala. Las construcciones dejaron en él “impresiones táctiles, visuales, reflexiones, intuiciones”. Sabe que de sus “Construcciones” vendrá un cambio, pero no se moverá la raíz, anticipa. “Estuve todo el verano pensando, dejándome al descubierto”.
Martín quiere hacer una “excavación reversible”. Es su idea para La Sala que Habito del Cabildo. Un ir hacia atrás para mostrar capa por capa cómo devino su serie “Construcciones”. Para llegar hasta allí, el artista comparte su historia de vida, que empieza en su Río Tercero natal para seguir en Argüello, donde hoy vive y tiene su taller. Y en el medio, su camino en el arte, como los acontecimientos que lo pusieron rápidamente en lo más visible de la escena artística porteña: al máximo galardón en el Itaú le siguieron otras distinciones y una importante muestra individual el año pasado en la prestigiosa galería Alberto Sendrós, elegido por un curador también prestigioso: el rosarino Carlos Herrera.
Cuenta Martín que Casa con ampliación, una de sus obras, está inspirada en el tipo de vivienda que veía en el barrio donde se crió: “El módulo básico donde te instalás, y que después ampliás a cocina, comedor, y baño”.
El año pasado vivió unos meses en Moreno y González Catán (provincia de Buenos Aires) y allí observó, para su acervo de ideas, que lo precario de las construcciones tenía que ver con el cotidiano, la supervivencia: “Ven qué espacio hay y cómo se aprovecha”. Notó, por ejemplo, que la mayoría de las casas tenían un pilarcito como soporte para el tanque de agua, lo que aquí se hace en ladrillo.
Cuando cursaba la Facultad de Artes (hizo escultura hasta cuarto año), “no sabía qué hacer”. Cuenta: “Tenía cierta facilidad técnica con el dibujo, había pintado en un momento en que había dejado el secundario para trabajar en una carpintería; después terminé en un nocturno, y ahí me di cuenta de que quería hacer artes plásticas, y me anoté en la facu, quería saber de qué se trataba”.
En segundo año en la Universidad descubrió algo que le interesaba cuando retrató a la gente de su barrio. Sobre unas chapas encontradas, delineó sus rostros y manos, la cara curtida y fuerte del Indio Acosta, un hombre que “laburó en canteras acarreando arena, y también es pescador”.
–Empezaste a conectar el arte con tu vida...
–A medida que hacía esos dibujos, de manera no consciente me fui acercando a lo que había vivido. En cuarto año empecé a cortar ladrillos de todo tipo, tenía la idea de trabajarlo como escultura tradicional.
A medida que cortaba ladrillitos se dio cuenta de que podía levantar una pared, y se le vino la imagen de “una construcción neta”. Sólo necesitaba un terreno: “Busqué una caja, empecé a compactar, hice columnas de hierro, con regla e hilo fui levantando. Y me cayó la ficha, a eso lo había visto toda la vida”.
Es que “laburando sobre el material, después van decantando las ideas. El mismo proceso de construcción toma independencia de un imaginario, empezaba a tomar rumbo propio”.
La barranca de Martín
Para La Sala que Habito se le ocurrió hacer una instalación con bloques, un todo que podría remitir a una ciudad. Formar montañas y hasta una barranca, como una pendiente donde se asentará una construcción y luego otra. Esto sucederá en los próximos días. El visitante podrá ser testigo de un proceso que comenzó a partir de la idea de moler polvo de ladrillo.
“Justo en mi casa hay herramientas de geología de unos chicos que viven conmigo, tienen un laboratorio de suelos, hay una moledora gigante en la que ponés piedra, mármol o ladrillo y se muele todo, sacás polvo, con el que hice bloques de diferentes formas”. Sus próximas obras podrán ir hacia un tipo de excavación geológica, también hacia los cimientos...
Al hacer los bloques que ahora empiezan a juntarse en el Cabildo, relacionó este hecho con su obra anterior: “Empecé a desgastar, deconstruir, los polvos que uso, es moler lo anterior, con eso levanto estos bloques”, explica. Otras ideas “desencadenantes que me hacen materializar”, al leer textos sobre escultura y excavación, lo condujeron al concepto de excavación reversible, y a “los núcleos que voy revelando”. Tanto crear volumen como desgastarlo son procesos parecidos, afirma. Todo está revelado en las capas que él deja a la vista.
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Martín Carrizo desarrolla una de sus “Construcciones” en “La sala que habito”, el espacio de experimentación artística ubicado en el Cabildo Histórico.
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