A cierta distancia, Los epistolares se ve como una especie de tapiz multicolor, una composición abigarrada que atrapa en un plano (exclusivamente) sensual. Se trata de un inmenso collage, confeccionado con miles de letras recortadas de manera obsesiva, que esconde una magia que sucede al aproximarse. En ese caso, la obra se activa como un universo textual hipnótico, en el que pululan mensajes, revelaciones, confidencias.
Los epistolares es una de las piezas que componen la muestra “Ideas en mente”, de Dani Umpi. “Son letras que recorto de revistas y con ellas reproduzco mis partes en los chats del Whatssap con mi amigo Agustín Ceretti”, cuenta el multifacético artista uruguayo.
“Ideas en mente”, con curaduría de Rodrigo Barcos, alcanzó a inaugurar en la galería El Gran Vidrio seis días antes de que se decretara la cuarentena. La noche de apertura Umpi cantó Tebas, un tema de su disco Lechiguanas, protagonizó una performance con El Pelele, y dejó todo listo para que el público se fundiera en el baile que siguió por varias horas. Casi nadie imaginaba en ese momento lo que se venía en relación a las medidas de aislamiento social.
Su primer desembarco en Córdoba en modo artista visual es una muestra que recorre parte de su producción de los últimos años. El collage, habitado por textos, es una de las técnicas predilectas de este artista que va y viene entre las disciplinas, y que en los últimos años ha vivido saltando de Montevideo a Buenos Aires y viceversa. La cuarentena, que sobrelleva a duras penas, lo agarró de este lado del Río de la Plata.
La instalación central está inspirada en los Parangolés del artista brasilero Helio Oiticica, obras de mediados de la década de 1960, pensadas para ser puestas en movimiento, contagiadas de algo corporal. Eran capas, banderas y túnicas que incluían mensajes políticos o acertijos poéticos.
Obligada por las circunstancias, El Gran Vidrio está explorando maneras novedosas de otorgar una experiencia virtual de sus propuestas. “Ideas en mente” se puede “recorrer” ingresando al canal de YouTube de la galería. Allí se accede a una visita de la muestra que incluye una completa audioguía, que se detiene en algunas obras claves.
Dentro de una semana se realizará también un cierre virtual de la exposición, que se podrá seguir por redes sociales y que contará con la participación de Umpi, un ícono de la cultura y la comunión queer y un creador que se mueve por la literatura, las artes visuales y la música. Hace unos días salió su nuevo disco, Lechiguanxs (Box 2), disponible en Spotify.
Arte para usar
–En varias obras hay una revelación de aspectos íntimos, mensajes escondidos, y el acceso a ese plano requiere una atención especial, una aproximación. ¿Te interesa generar ese doble movimiento y esas capas de sentido?
–Me interesa que haya muchas capas, no sólo la de lo íntimo. Una parte es del tipo catártica, pero no es lo que más hago. No trabajo tanto con el “yo”, me gusta más inventar “yoes”. No soy tan de escribir tipo confesión o diario. Generalmente esos pensamientos se mezclan con otros, con cosas que escucho, frases que leo y después reproduzco. Son varios niveles en la maraña. Lo que para alguien es un mensaje que le da gracia, le revela algo, lo intriga o le recuerda tal cosa, para otra persona no es nada. Depende de quién lo mire, si está dispuesto a leer, si sólo quiere ver el barullo o detenerse.
–La instalación central de la muestra le hace una señal fuerte a los “Parangolés” de Helio Oiticica. ¿Qué te inspira de ese trabajo para llegar a hacer tus propias versiones?
–A esa obra/concepto, patrimonio del arte, la usé mucho para mis shows musicales. Armaba mis vestuarios en ese sentido y usaba el collage para esas presentaciones. Luego surgieron otros movimientos a partir del material. En primer lugar, comencé a agarrar más escala, cada vez fueron más grandes, casi inmanejables. Luego los utilicé en performances donde yo prácticamente desaparecía dentro de eso y, simultáneamente, comencé a mostrarlos como piezas en sí mismas, porque quedaban rotas y había un muy interesante uso del color en su bidimensionalidad o formando conjuntos como el de esta muestra. Entonces, por momentos pasa a ser un parangolé y, en otros momentos, un tapiz, algo que probablemente contradiga el concepto inicial del parangolé, que en realidad siempre estuvo usado de modo profano porque mis presentaciones eran escénicas, frente a un público, a diferencia del parangolé original que era para mezclarse en las danzas populares. También les he llamado “parangolés rígidos”.
Profanando
–Una de las obras, “Ley (Parte 1)”, es una escultura etérea, con alambre suspendido en el aire, que incluye los primeros versos de “El libro de la ley”, del ocultista Aleister Crowley. ¿El ocultismo te atrae en plan creativo, o tiene un rol más importante en tu vida?
–En cierta forma es un homenaje o un remedo de conjuro, porque tiene su solemnidad pero también su fragilidad azucarada. Cuando decidí hacer un texto en el aire pensé en algo dictado, como ese libro. En un momento de mi vida fue muy influyente. Es una figura que me ha impactado y su obra me parece fabulosa. Como a mí me interesa mucho la alegoría hermetista y personajes como Crowley, sus búsquedas y sus textos fueron muy reveladores, inspiradores, sobre todo a partir de mi amistad con la artista chilena Catalina Schliebener, que en realidad es más antroposófica, más formada en Steiner pero que, de todos modos, le interesa mucho la sabiduría thelemita. Yo soy muy promiscuo, muy libertino también en estos terrenos. Ponele que también me interesó la Teosofía con Blavatsky y posteriormente con Alice Bailey, me atrajo de un modo entre estético y anecdótico. También ocurre que es divino cómo escribían. Siempre tuve interés metafísico pero nunca centrado en una corriente en particular. Siempre profanando. Si tuviera que definirme, soy un mal cabalista, que es bastante. Lo que más me interesa como cosmovisión, filosofía y espiritualidad es la Cábala; los otros intereses son autores que escribieron muy hermoso, hicieron sincretismos asombrosos, con vidas interesantísimas, pero el centro es siembre la Cábala para ver cómo puedo ser quién quiero ser en las circunstancias en las que esté. Crear, crearme.
–Estás produciendo todo el tiempo música, literatura, arte. ¿Hay conexiones, vasos comunicantes entre esos lenguajes?
–Parece que es muy rupturista el asunto, pero no. Generalmente, si escribo es una novela, bastante tradicional, con principio y final. Tengo varios proyectos musicales, discos y cofradías de amigos músicos pero rara vez las mezclo con muestra, y cuando estoy haciendo collages es eso lo que muestro, incluso los encuadro. Muy cada tanto se mezclan pero no me es indistinto. Si sale una idea, de entrada sé si es una canción o un libro. Muy difícil que algo me confunda, son lenguajes con muchos cruces pero no estoy tanto en las intersecciones. Igual sé que en mi obra el hilo conductor es siempre el texto, que lo plástico siempre tiene algo narrativo y que mis canciones son como cuentitos.
–¿Cómo llevás la cuarentena? ¿Estás trabajando en algo?
–Es una experiencia espantosa a la que recién voy acomodándome para ver cómo la transito. Tuve muchos altibajos emocionales y, como tiendo a lo depre, no me ayuda tener la cama tan cerca. Por eso tengo mi taller en Once, al que voy de mañana y paso ahí casi todo el día. Después vuelvo o duermo en otro lado. Nunca estuve tanto tiempo en mi casa. Me organiza más tener el laburo afuera. Si no, no hago nada, termino tirado, lavando ropa, con todo a medio hacer. Si no soy disciplinado me pierdo muy fácil. Esta cuarentena me dejó literalmente en el aire porque tenía muchos planes. Cualquier freelance me entiende perfecto. Sé que no es bueno pensar en que todos estamos un poco así y peor, pero bueno, es un consuelo. Igual fue productivo porque seguí haciendo obra, sin tanto ritmo pero continué y, además, hice un proyecto de disco por Whatssap con mis amigos chilenos Sofía Oportot e Ignacio Redard. Así que si ser productivo es un consuelo tengo eso para decir, pero anímicamente, un bajón.