En tiempos de Instagram y cámaras digitales en cada bolsillo, los dibujos a mano alzada cobran otra dimensión, una material y mágica, la posibilidad de dotar de sentido y sensibilidad a la realidad más próxima con gestos rápidos e irreemplazables, momentáneos pero no efímeros.
En esa confianza en la observación sutil y el azar cotidiano se apoya “Al natural”, la muestra con la que Juan Delfini saca a luz su costado menos conocido pero también el que más lo representa como artista. En los últimos años, cuando no está haciendo ilustraciones paraLa Voz del Interior, donde trabaja desde hace más de dos décadas, Delfini retrata a su hija, su mujer, su gato, sus amigos, a veces a sí mismo mientras dibuja, en acuarelas ágiles y delicadas. Tal estado al natural convivirá en la exhibición junto a sus conocidas caricaturas de figuras históricas concebidas con tintas al agua, como El Che Guevara, Cuchi Leguizamón y Mandela.
Así, cotidianidad mediática e íntima se unen en un solo lugar como parte de una misma y gráfica familia, aunque Delfini marca la diferencia: “Me encanta dibujar y pintar del natural. Mi base, la inspiración, está en lo que veo. Entonces, lo que más quiero resaltar de la muestra es esa parte. Hoy ese gesto está relegado, pero yo siempre trato de rescatarlo. Si no, vamos de abstracción en abstracción y te olvidás de dónde sale todo: de la observación de la naturaleza”.
De cualquier manera, los retratos de personajes universales también emergen de la síntesis y la improvisación. El método de Delfini es siempre uno solo, una dialéctica entre ojo, mano y papel determinada finamente por las circunstancias. “Yo creo mucho en el momento –dice–. Laburé en la calle mucho tiempo, en Europa, en España, donde viví de hacer caricaturas en la calle, y ahí me acostumbré a pescar. A veces las cosas salen mejor de ahí, del instante, que de algo muy elaborado, estudiado”. Lo que explica su aversión por el arte de corregir: “No hay goma de borrar en mis trabajos. Si algo no me gusta, lo deshecho y empiezo otro. Si no se pierde la frescura”, dice.
De chico, cuando vivía en Ucacha, Delfini se lanzaba a recrear en papel a los clientes que frecuentaban la estación de servicio de su padre. De esa época data su talento por el dibujo (“innato”, dice él), confrontado con su innata limitación musical, disciplina que confiesa adorar pero nunca haber tenido ni la voz ni el oído necesarios para ejecutarla.
La música, en su caso, es una de líneas, formas y planos cromáticos que Delfini no duda en encuadrar de manera amplia como “realismo”, al menos en oposición a las vaguedades de la imaginación.
Delfini: “Realismo no significa dibujar pelito por pelito. Es tener un cierto respeto por la naturaleza. Vos podés interpretarla, pero no trastocarla”.
Y agrega: “La pintura da para mucho verso. En realidad, es como decía Picasso: vos podés trabajar algo, deformarlo hasta que parezca irreconocible, pero la base siempre surgió de algo que viste. El dibujo es un lenguaje humano, que sirve para mirarnos a nosotros mismos más de cerca”.
Casi ángeles
La ascendencia de Delfini es explícita: los expresionistas Egon Schiele y Chaim Soutine como naturales influencias, junto a Toulouse-Lautrec, Goya y Velázquez como firmas colaterales. Gustave Courbet y su tozuda ideología (“Muéstrenme un ángel, y yo lo pintaré”, clamaba el escéptico pintor francés) le aportaron bases teóricas.
“Al realismo lo tiran siempre a la basura, debe ser por algo”, dice Delfini, relativizando a su vez todo gesto gratuitamente vanguardista, rescatando una serenidad clásica que puede comprobarse en sus trabajos: “La transgresión tuvo sentido cuando veníamos de una carga religiosa pesada
–señala–. Pero todavía hoy se sigue transgrediendo porque sí, cuando la transgresión pasó a ser norma. La historia es quién se baja más los pantalones, quién se fuma el porro más largo. Quién se hace más el chico malo y rebelde. Estoy harto de eso. Me resulta ingenuo que la gente se trague eso, me parece incomprensible”.
Y dispara contra la subestimación de las artes gráficas: “Hoy en día los plásticos sacan cosas de los historietistas, de los humoristas gráficos. Si lo hace un plástico, es reconocido. Eso es esnobismo”, apunta.
¿Existen prejuicios cuando un ilustrador pasa a colgar cuadros? “Sí, claro”, responde. Y sigue: “Lo mío está encasillado como ilustración. Le pasó a Crist, él tuvo que luchar mucho para ser considerado un plástico. Hoy lo es, pero los plásticos aún lo miran de costado. A mí me pasa lo mismo”.
Por eso, qué mejor momento para volver a confiar en lo natural, lo que siempre estuvo: “Quiero abrirme un poco, son bastantes años de vida familiar. Es hora de salir de casa, de soltarse un poco”, cierra.
La muestra
La exposición de acuarelas, dibujos y pinturas “Al natural”, de Juan Delfini, abrirá este jueves a las 20 en el Círculo Sindical de la Prensa (Obispo Trejo 365). Allí tocará el dúo De a Pie, integrado por Giulia Delfini y Tabaré Ríos. La muestra sigue durante todo junio. Gratis.
El ilustrador Juan Delfini saca a luz su faceta más personal en la muestra Al natural, que reúne retratos de su entorno cotidiano y obras que buscan capturar el momento.