Masticar noticias. Elaborar una máscara utilizando como material su grasa corporal. Someterse a intervenciones quirúrgicas que tienen a su rostro como territorio. Extraer su propia sangre, beberla y darla a beber.
Algunas de las acciones de Natacha Voliakovsky ponen a prueba los límites de su cuerpo, y en simultáneo llevan a un lugar de máxima tensión la resistencia de los espectadores y su capacidad de verse impresionados. El objetivo, sin embargo, no es en sí mismo morboso. No busca escandalizar ni asustar, sino activar conciencias. Sacudir las emociones y la mente para producir una reflexión sobre lo que ella denomina el cuerpo social.
Cuenta que se considera una sobreviviente. Detrás de ese concepto de haber zafado hay varias historias, algunas un poco espeluznantes. Como los castigos físicos que recibía de su padre y los episodios de encierro en la cámara frigorífica de la peletería familiar, donde, a los 5 años, la metían junto a los animales a medio despellejar y las pieles que colgaban de ganchos. De esa autobiografía turbulenta provienen, reelaborados, algunos ejes de su práctica artística, sobre todo aquellos vinculados a ejercitar el dolor en carne propia.
“La base de mi trabajo es la deconstrucción del cuerpo social. El cuerpo social no es algo matérico. Es, por el contrario, algo conceptual, filosófico, moral, ético, que se va construyendo en cada cultura y en cada época. Y dentro de estos límites de la construcción del cuerpo social, hay muchos de mis trabajos que tienen que ver con lo que está dentro del cuerpo humano, que muchas veces es concebido como algo abyecto”, explica la performer argentina, quien participará en la nueva edición de la feria Mercado de Arte Contemporáneo (MAC) de la mano de la galería Esaa de Unquillo y de la flamante Alberdi Residencia, donde instaló su base de operaciones desde hace unos días.
En el marco del MAC, Natacha Voliakovsky planea llevar a cabo Reflejo diario, una performance que consiste en romper, meterse en la boca y masticar noticias seleccionadas de los diarios locales. El domingo y el lunes planea asimismo activar una serie de acciones en la residencia.
“La primera vez que realicé Reflejo diario hice foco en la cuestión de los inmigrantes y el aborto. Ahora tengo que hacer una investigación para ver cuáles son las cosas que están impactando en los diarios”, anticipa.
Otras acciones han tenido un componente revulsivo mucho más intenso, de altísimo impacto, como la performance Algo de mí, vuelve a mí, realizada en la apertura de la muestra “Para todes, tode”, en el Centro Cultural Haroldo Conti de Buenos Aires, que generó polémica y sufrió un acto de censura por la obra que se conoció como la “Virgen abortera”, una imagen religiosa ataviada con el pañuelo verde. Allí Voliakovsky procedió a hacerse una extracción de sangre, la puso en una copa y se tomó la mitad. El resto de la sangre fue bebido por alguien que estaba entre el público.
Tragarse las noticias
–¿Por qué elegiste una performance como “Reflejo diario” para Mac? ¿Qué problemáticas locales pensás abordar en este caso?
–Es una acción que se adapta al lugar y al territorio donde me encuentro. Tiene su génesis en Nueva York, donde trabajé con el diario The New York Times. Tiene mucho que ver con el reflejo no sólo de lo que está pasando, sino con el modo en que cada sociedad decide mostrar lo que pasa. Porque lo que aparece en el diario muchas veces no tiene que ver con lo que pasa, sino con el recorte que el poder legitimador puede mostrar de lo que está pasando. En general hago un recorte de noticias en las cuales entidades gubernamentales o no gubernamentales, de poder, estén vulnerando diferentes tipos de corporalidades. Que en general siempre son las mismas, las corporalidades más frágiles, la de los pueblos originarios, la de mujeres, identidades no binarias, feminidades, menores de edad, inmigrantes, gente en condiciones de precariedad laboral. Voy a seleccionar noticias de estos días. Mucho tiene que ver también con lo del dólar. Es una acción que tiene varios abordajes. Una de ellas es intentar digerir lo que está pasando, porque el papel de diario no se digiere.
–¿En qué consiste la acción?
–En la acción intento masticar y tragar, y no se puede. Es una acción que al mismo tiempo genera una empatía muy directa con el espectador, porque se le está hablando de algo que conoce y de su propio contexto. Esa empatía me interesa muchísimo. Siempre es una acción que me deja muy satisfecha. La hice dos veces en Nueva York. También tiene fuerza el hecho del tamaño de las noticias publicadas, que suelen ser muy grandes, entonces no entran en la boca. Hay algo relativo al tamaño de las noticias, cuánto lugar ocupa la información que se está brindando. Y a su vez el residuo que queda. El bolo que mastico y no puedo procesar queda en el piso. Me queda toda la boca negra por la tinta que empiezo a absorber y quedo eructando con gusto a tinta de diario durante unas dos horas. Hay algo ahí también sobre las noticias que se elige imprimir. En el caso de Estados Unidos es mucho más evidente cuáles son las noticias que se imprimen y cuáles van en la edición digital. Allí hay toda una postura sobre qué se elige contar, cómo, cuándo, dónde y a quién. Y esa información es lo que en algún punto nos constituye como sociedad.
–¿Pensaste específicamente cuestiones vinculadas a Córdoba?
–A partir de las últimas elecciones, revisé esta propuesta pensando que Córdoba es la única provincia en la que triunfó el macrismo. No lo digo en un sentido partidista, porque no es ese el sentido de la acción, sino en cuanto a qué pasa en una provincia que tiene tan instaurada la religión y elige gobiernos de derecha. Hay muchas cuestiones de derechos humanos que no son contempladas en los gobiernos de derecha. Se podría decir que mastico el propio reflejo de lo que la mayoría está eligiendo.
Dolor político
–¿Cómo concebiste la performance “Algo de mí, vuelve a mí”?
–Fue la acción de mayor impacto a nivel social, y eso que llevo 15 años trabajando. Inclusive más allá de les presentes, porque hubo una transmisión en vivo. Tuvo muchísima audiencia y hubo gente que me escribió desde todas partes del mundo. En general latines que estuvieron viendo la transmisión en vivo y que se sintieron identificados con lo que estaba proponiendo. El contexto fue la muestra “Para todes, tode”. Yo trabajo con diferentes límites sobre cómo se va construyendo el concepto de humano. En ese caso decidí trabajar con la sangre como elemento de identidad, y también como elemento de territorio. Todavía se estaba discutiendo fuertemente el tema del aborto, que es algo por lo que yo milito activamente, y entonces trazaba muchos ejes acerca de cómo los gobiernos intentan tener jurisdicción sobre nuestras corporalidades. La sangre como identidad, dentro de las comunidades marginadas, tiene que ver con las enfermedades, su transmisión, quienes podemos donar y quienes no. Yo, por ejemplo, no puedo donar, por la cantidad de intervenciones que tengo en el cuerpo, por mis tatuajes, también por no llevar una sexualidad cristiana o tradicional. Existe una policía que actúa sobre nuestros cuerpos.
–¿Cómo se desarrolló la performance?
–Como parte de la acción, comenté que iba a subir a las redes mis análisis de sangre actualizados, exhibiendo que mi sangre estaba limpia según conceptos de la medicina alopática y gubernamental. Es decir que no tiene hepatitis, que no tiene sida, y por ende se podría considerar limpia. Para esta acción me preparé muchísimo. Puse una pequeña mesa, traje un médico, caminé en círculos, hablé un poco. Avisé que iba a hacer algo que podía impresionar a algunas personas, de modo que aquel que no quisiera participar o se sintiera vulnerado era libre de salir. El médico procedió a extraerme una gran cantidad de sangre, me la entregó y luego la puse en una copa. Bebí la mitad del contenido e invité a beberla a quien quisiera. Aclaré que no había riesgo médico, salvo que la sangre es irritativa para el estómago. Y que cada cual podía elegir hasta dónde participar. Empecé a caminar, e instantáneamente un chico tomó la copa y se bebió lo que quedaba de sangre. Ahí empezó una cadena de reacciones. Yo dije que eso había sido un acto de reclamación, que estábamos todos decidiendo. Les dije que me podían consultar si tenían dudas sobre el hecho de beber sangre. Hubo gente que quiso tomar y no pudo, porque el chico se tomó todo lo que quedaba. La gente empezó a interpretar. Y después apareció la novia del chico que se había tomado la sangre. Me escribió, en estado de shock, un texto de ocho páginas, impresionante. Allí, ella comenta los diferentes estados y las dudas por las que transitó en relación a entender que su pareja había tomado sangre humana de otra persona.
–Muchas acciones suponen algún grado de dolor, o por lo menos el sometimiento de tu cuerpo a una incomodidad, una presión, un trastorno. Hay toda una tradición performática que va por ese lado. ¿En tu caso, por qué elegís esa veta?
–Es algo que se fue resignificando en mi trabajo a lo largo de los años. No diría que es una fascinación, ni una obsesión ni algo que me atrae estar en esos lugares. Puedo responder esta pregunta de dos maneras que conviven al mismo tiempo. Por un lado tiene que ver con una génesis autobiográfica, con lo que a mí me tocó vivir. Siempre me consideré una sobreviviente, en primer lugar porque mis familiares escaparon del Holocausto. Y después, soy una sobreviviente de mi familia. Mi padre era un agresivo psicópata. Tengo una hermana, y de esto me enteré de grande, que fue abandonada en un internado porque nació discapacitada. Yo tuve ingresos a sanatorios y clínicas médicas por los golpes recibidos. Eso hizo que tenga una conciencia sobre mi propia corporalidad y un entendimiento que hacen que yo tome posición sobre mi cuerpo y pueda decir: esta vez al dolor no me lo va a generar otro y al poder lo voy a tener yo. Es mi propia manera de reclamar el poder generarme un golpe o decidir yo misma hacerme algo. Y por otro lado, al considerarme una sobreviviente en varios aspectos, hay como un sentir de que sos capaz de sobrevivir de nuevo. Como si me dijera: si me vuelve a pasar, necesito saber que puedo sobrevivir. Hay algo de mostrarle al otro, también, que si le pasa algo así va a poder sobrevivir.
–Mencionaste dos maneras de responder esta pregunta…
–Por otro lado, está el tema del cuerpo con dolor, que tiene mucho de una postura política. Es un activismo que practico, que tiene que ver con el modo en que la sociedad pone todo el tiempo al cuerpo bajo la idea de que tiene que disfrutar, que tiene que ser feliz. El capitalismo te induce a tomarte vacaciones, a consumir esto o aquello para ser feliz o mejor, a tomarte una medicina para no sentir dolor. Todo el tiempo se trata de adormecer el cuerpo, de calmarlo, y en simultáneo se entiende que en la búsqueda del dolor hay como una desviación social. Frente a eso yo tengo una postura política que tiene que ver con aceptar el cuerpo presente, acoger el dolor, acoger tu herida. Por eso muchas veces exhibo los procesos de recuperación y no el resultado. Exhibo el dolor, y no es que yo tenga ninguna capacidad especial para soportar nada, sino que me preparo. Hay también algo del orden de procesar los momentos de tristeza o angustia. Si te lastimaste, te heriste o te extirparon algo, en vez de ocultarlo, hay que exhibirlo y vivir a través de eso. Que el cuerpo esté presente involucra hacerse cargo de un montón de cuestiones que el ser humano en general, y me incluyo, no tiene ganas de afrontar. Porque es un trabajo gigante. Medicamentos, vacaciones, series, compras, son las maneras de escapar a la vida que nos da miedo vivir porque sabemos que la vamos a perder.
–Tu familia tenía una peletería, y vos sufrías castigos vinculados a eso. ¿Hay algo de ese momento de tu infancia en lo que hacés ahora?
–Mi papá tenía una peletería, que fue una herencia familiar, y había un frigorífico donde se guardaban todos los animales y las pieles que todavía no estaban del todo curtidas. Yo tenía alrededor de 5 años. Él muchas veces me encerraba ahí. Eso, y otros castigos, obviamente marcaron mi crecimiento. Y delimitaron mis ejes de producción y también el cómo y el qué. Mis inicios fueron bastante tradicionales, con dibujo, pintura, mucho grabado. Seguí con instalación, y después todo me llevó al cuerpo. La inminencia del cuerpo presente tenía un mensaje que jamás lo iba a tener el cuerpo representado.
–¿Prevés hechos como que alguien del público beba tu sangre? ¿Dejás que las cosas sucedan? ¿Tenés algún tipo de protocolo de seguridad?
–Varía mucho en función de la acción. Algunas tiene mayor protocolo, otras tienen menos. Lo que siempre está es la relevancia de mi investigación previa y el asesoramiento sobre las acciones en las que mi cuerpo va a estar bajo uno o muchos riesgos. Eso diferencia a mi práctica de alguien que sería como un loco, alguien que no evalúa esas cuestiones. Yo me siento más como una deportista, o un cirujano, alguien que asume los riesgos y la responsabilidad. Pero para asumir los riesgos tenés que conocerlos y entenderlos. En general lo que hago es proteger mi cuerpo, mi salud y mi vida, pero son más bien acciones previas a la acción en sí. Me preparo antes, y después me expongo bastante a lo que suceda. Quizá la palabra protocolo me confunde. Yo me entreno, para un montón de circunstancias, y después genero sistemas de recuperación. Cuando diseño la pieza que voy a ejecutar, también me encargo de diseñar el sistema de entrenamiento para llegar a eso y luego también intento llegar a las conclusiones para entender cuál es el sistema de recuperación. Por eso desarrollé también mi método de entrenamiento en performance, que lo vengo haciendo hace 8 años y tiene su propia web. Doy charlas sobre eso y preparo performers alrededor de todo el mundo. Con respecto a la acción de beber sangre: cuando hice el entrenamiento, la primera vez que bebí, con los médicos le pusimos heparina sódica, que es un anticoagulante, y eso me hizo muy mal, fue terrible. La conclusión fue que si a mí me dañaba, seguramente le podría hacer daño a otra persona, entonces decidí utilizar la sangre pura.
MAC y Alberdi Residencia. En el stand de la galería Esaa, Natacha Voliakovsky presenta una instalación vinculada a las banderas con las que participa en las marchas feministas. Además, la performer argentina realizará acciones en el marco del MAC y en Alberdi Residencia (Doctor Ángel Roque Suárez 163), este domingo a partir de las 11 hasta las 21 y el lunes desde las 17.