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Muestra "Lo que se hace por amor": Invitación a un campo de batalla

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“Lo que se hace por amor” es el título amable y levemente engañoso de una muestra diseñada y ejecutada como un campo de batalla. En cierto modo, juega con las palabras del “enemigo”. Señala la idea naturalizada de que el arte es un reino de despreocupación y entrega, sin vínculo con el trabajo, y por otro lado pone el foco en la asociación tan frecuente entre lo femenino y el amor, como si fuera un lazo predestinado, que va desde lo maternal a la entrega pasional como lugares de plenitud de las mujeres, supuestamente expertas en los esfuerzos desinteresados. 

Pero el título no es lo que parece. “Lo que se hace por amor” es en verdad la invitación, de nombre seductor, a confrontarse con algunas maneras en que el arte reproduce situaciones de postergación y sumisión que se viven en otros ámbitos sociales. Y lo que propone, en parte, es asumir una pose combate. Hacer la guerra y no el amor.

Fotografía de Romina Martino.

Eugenia González Mussano es quien diseñó y curó esta máquina artística que se planta en varios frentes. Vocabulario, una instalación de Julia Levstein que ocupa varias salas del primer piso del Museo Genaro Pérez, es uno de los dispositivos de la muestra. Se trata de una enorme alfombra de fieltro que recorre el piso y sube hasta el techo por una pared. El fieltro está completamente tapizado con nombres de artistas mujeres, lesbianas y trans. O para resumirlo con las palabras de Levstein: artistas que no son varones. 

La alfombra es la versión material de un archivo en proceso de construcción e investigación que la artista está llevando a cabo.

En la misma sala donde se ubica el fieltro hay una intervención que generó la curadora. Una pared de la cual habitualmente colgarían obras está saturada de carteles con nombres de artistas que integran la colección municipal. La desproporción se hace evidente en términos visuales. Los artistas varones, impresos sobre hojas blancas, son el fondo a partir del cual se hacen visibles las hojas de color celeste con los nombres de mujeres, que representan un porcentaje infinitamente menor. 

En la sala contigua se dispara el dato: solo el 12,4 por ciento del total de la colección que custodia el museo pertenece a mujeres. Allí se puede ver además ese conjunto minúsculo de obras. En realidad, “ver” es un eufemismo. En una penumbra que genera una atmósfera de altillo, de guardería de arte que no se usa, el lote completo se muestra en estado de depósito. Todas las obras están en el piso y vueltas contra la pared. Todas menos una.

Fotografía de Romina Martino.

“La instalación fue el resultado del trabajo de meses, entre charlas y discusiones junto al equipo curatorial (Victoria Gatica y Aylén Bartolino Luna), el cual se conformó como un espacio de crecimiento individual para nosotras. Discutimos si era importante exhibir las producciones de las artistas mujeres en su valor estético y denunciar cuáles son las circunstancias por las que estas obras muchas veces no son valoradas por el gusto dominante y por lo tanto nunca exhibidas –señala González Mussano–. Finalmente apuntamos con fuerza a visibilizar la cantidad desigual de representación, que sean mostradas en su condición de desigualdad. No queríamos que fuera leída simplemente como una muestra de mujeres artistas, sino que se hiciera visible su trasfondo de denuncia”.

“Por eso armamos una situación de depósito –añade–, junto a la cifra del porcentaje y a un gráfico expandido donde aparecen los nombres diferenciados de varones y mujeres de la colección municipal. Durante el montaje teníamos la sensación de que la acción de mover esas piezas, sacarles el polvo, ya era importante. Queríamos que sea una muestra de fácil lectura y que a la vez sea un espacio sensorial, envolvente. Durante el montaje teníamos la sensación de que la acción de mover esas piezas, sacarles el polvo, ya era importante. Queríamos que sea una muestra de fácil lectura y que a la vez sea un espacio sensorial, envolvente. Por esto utilizamos dimensiones arquitectónicas y una materialidad susceptible a la humedad, como los papeles que se van doblando con el uso de la sala y se mueven con la brisa que desprenden los cuerpos al caminar cerca. La oscuridad de la sala se refuerza con una única luz que alumbra el porcentaje, todas las obras están dándonos la espalda menos una, la pintura de una niña, Nina, que nos mira  a través de un espejo”.

Transformar

“Lo que se hace por amor” se incrusta en la línea de acciones de Nosotras Proponemos y el documento Compromiso de práctica artística feminista, que formula un amplio espectro de posicionamientos y prácticas para reducir o terminar con situaciones que van de la inequidad a la opresión y el acoso. Apunta a trabajar en el seno del arte con herramientas de dislocamiento y transformación.

Fotografía de Romina Martino.

“Creo en las posibilidades de transformación del arte, aunque no sin encontrarme muchas veces llena de dudas y contradicciones –dice González Mussano–. El arte como cualquier otra actividad cultural, y con esto quiero decir cualquier actividad realizada por los seres humanos, participa y reproduce los abusos del poder hegemónico. Pero a su vez es una actividad particular que a priori no tiene reglas y puede ser, en el mejor de los casos, utilizado como un espacio de libertad capaz de discutir los sistemas de orden, subvertir los cánones o cuestionar la moral dominante. Cuando pienso en el arte no solo pienso en el campo artístico, es decir en sus agentes, las instituciones o los objetos artísticos, sino en esa experiencia primigenia, casi pre lingüística, ligada a lo desconocido o lo absurdo potencialmente subversivo. Construyo el arte como un lugar donde poder dar resistencia al contexto cultural opresivo, pero también a mis propias verdades autoimpuestas. Lo artístico para mí es vital, es anárquico, es antifuncional, aunque sea en escalas muy pequeñas”.

Hay una vuelta de tuerca más que tiene que ver con la misma noción de “lo femenino”, pensada como una categoría en disputa, abierta. No un refugio sino un lugar de lanzamiento, que se articula sin duda con las luchas del feminismo pero va más allá. ¿Hay identidades aún más postergada?

“No sé si podría decir ‘identidades más postergadas’ –analiza la artista y curadora–, pero sí que nuestro horizonte discursivo es lo cuir, es decir atentar contra las ficciones identitarias y levantar la voz para que todos los cuerpos se hagan presentes: las lesbianas, maricas, trabas, trans, los cuerpos gordos, los cuerpos con diversidad funcional, los cuerpos disidentes. Creo que tanto tiempo de ser bombardeadas con imágenes de cuerpos health and fitness heteronormados nos han hecho mucho daño y que es necesario que estos cuerpos disidentes también sean representados. En este sentido la batalla feminista sería un primer escalón, porque si bien es necesario obtener derechos y leyes concretas que nos permitan la subsistencia vital y económica, es igual de importante detectar la violencia que conlleva el ser definidas antes de nacer. En definitiva, se trata de liberar a la vida detrás de esas categorías fijas, reclamamos el derecho de descubrir qué queremos ser, de ser atravesadas, de devenir”.

Algo inmenso y silencioso

Vocabulario, de Julia Levstein, es parte de un proyecto que está generando una base de datos de artistas trans, lesbianas y mujeres de la provincia de Córdoba. “Al archivo lo fui armando con el método conocido como ‘bola de nieve’ –explica–. Empecé escribiéndoles a siete artistas de distintas generaciones cercanas a mí contándoles el proyecto y con la consigna de que me nombraran a siete artistas más. Así fui contactándome con las artistas nombradas dándoles la misma consigna, llegando a una base de más de 500 artistas que aún sigue en expansión”.

Las instancias de “Apertura de Archivo” que se realizan en el marco de “Lo que se hace por amor” también tienen el objetivo de incrementar los datos: “La idea es que cualquiera pueda acercarse a la sala y nombrar artistas que aún no estén en el archivo. La próxima y última apertura será el 11 de abril a las 17”.

“Empecé con el proyecto a principios de 2017 –cuenta Levstein–. En ese entonces se estaba por inaugurar una exposición curada por Andrea Giunta que se llama ‘Radical Women. Esa muestra tiene como uno de sus objetivos visibilizar a artistas mujeres latinoamericanas y chicanas y su importancia para el arte que se estaba produciendo entre 1960 y 1985. Hay expuesta obra de 116 artistas latinas y chicanas. Leyendo los nombres, me di cuenta de que conocía muy pocos, incluso de la Argentina conocía menos de la mitad y del resto de los países casi ninguno. Pensé que si hicieran una muestra similar pero de varones conocería muchos más nombres, y que el catálogo de la muestra funciona entonces como una base de datos de artistas mujeres, como una guía de nombres que viene a romper de cierta forma la invisibilización de todas esas producciones. De ahí surge la idea de armar una base de datos lo más abarcativa posible de artistas que trabajen en mi contexto, es decir en Córdoba. La idea es armarla como una investigación que indague sobre el vínculo entre arte y política y como un proyecto artístico en simultáneo con el que estoy trabajado para mi tesis de grado en la carrera de Artes Visuales (UNC) con la asesoría de Carina Cagnolo”.

Vocabulario es la materialización de la base de datos en una pieza artística. La artista dice que priorizó que se capte en un instante el tamaño del archivo y la cantidad de nombres. “Por eso su tamaño –señala–, la pieza va por la pared y sigue por el piso, cubre toda una sala y la mitad de otra”. 

Al mismo tiempo buscó “que pudiera leerse como una presencia silenciosa: el fieltro absorbe el sonido, si nos paramos arriba no se escucha, sin embargo dispuesto en el piso del museo nadie se atreve a pisarlo, nos quedamos en los bordes, observando su gran tamaño, reconociendo las personas que están detrás de esas letras rojas aterciopeladas”.

“Me interesa ese contraste –dice Levstein–, me imagino la sistemática invisibilización de artistas mujeres, lesbianas y trans (o quizás sea más fácil decir la sistemática invisibilización de artistas que no son varones) como algo así, algo inmenso y silencioso”.

La decisión de anotar únicamente los apellidos de las artistas responde al objetivo de disputar un territorio masculino por excelencia. “Poner los apellidos y no los nombres de pila tiene la intención de ocupar ese espacio del discurso que parece ser dominio de los varones, nuestros apellidos. Siempre me intrigó que a las mujeres se las conozca por nombre y apellido y a los varones se los pueda reconocer sin más que su apellido. Me pareció un pequeño juego que podía generar algo disruptivo en la expectación del público que no conoce sobre el proyecto”.

La idea es poder usar esta base de datos que continúa en expansión. “También me interesa –señala Levstein– que más allá de la materialización del archivo en piezas artísticas, la base pueda ser consultada o usada para otras investigaciones o proyectos ajenos. Un ejemplo de esto son los paneles que exponían la lista de nombres en el CePIA a partir de una propuesta que se armó colectivamente desde Nosotras Proponemos”.

Cuerpo a cuerpo

La muestra incluye varias instancias que refuerzan la idea de campo de batalla. Se entiende que se trata de batallas simbólicas, retóricas, como salir a disputar sentidos en un lugar de dominio y papeles consolidados. Pero la cosa no se queda en el plano de los combates conceptuales. “Lo que se hace por amor” incluyó un taller de autodefensa que bautizaron con un nombre sin ambigüedades: “Una declaración de guerra”.

Fotografía de Florencia Forchino.

Explica Mussano: “El título del taller fue propuesto por Fernanda Leunda y Celeste Onaindia como contrapunto a la idea de amor un poco romántico que conlleva el título de la muestra, en caso de que no se detecte su sentido estratégico para hablar del trabajo invisible de las mujeres artistas. A Fer y Cele les preocupaba que fuera leído de manera literal y nos llevará a algo un poco conservador o ingenuo”.

“Acompañar el taller de autodefensa me convenció no solo de que los cuerpos presentes y disidentes incomodan en el museo y que es potente que esto suceda, sino que me permitió una nueva perspectiva respecto de lo que un cuerpo es capaz. Cuerpos chiquitos tumbando un cuerpo de 100 kilos, o entender que estar tiradas en el piso con un cuerpo entre las piernas puede ser nuestra mejor posición de defensa, que en nuestras piernas está nuestra fortaleza. Estas experiencias tienen la potencia de desbaratar siglos de educación que cargamos sobre los hombros, de habernos educado en ser ‘el sexo débil’. La presencia de esos cuerpos, su espesor, el sudor, los fluidos y la carne en movimiento en esa sala de exhibición la convirtieron en una batalla más que simbólica”.

Muestra y actividades. “Lo que se hace por amor” se puede visitar en el Museo Genaro Pérez (General Paz 33) hasta el 6 de mayo, de martes a domingos y feriados de 10 a 20. Entrada gratuita. Actividades. “Apertura de Archivo”: Julia Levstein recibirá en la sala a quienes quieran sumar datos a la base de artistas trans, lesbianas y mujeres (11 de abril desde las 17). “Asado con amigos”: experiencia colectiva a cargo de Danilo (7 de abril a las 18). “Un cuerpo todos los cuerpos”: jornada de improvisación en danza a cargo de Florencia Mainetti (20 de abril a las 18). “Que aparezca Maresca”: proyección de la película de Nina Kovensky (26 de abril a las 18).

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En el Museo Genaro Pérez se presenta “Lo que se hace por amor”, una muestra que interpela en varias instancias la desproporción entre hombres y mujeres en el arte. Se incluye un proyecto de Julia Levstein que registra a artistas mujeres, lesbianas y trans. Una de las actividades fue un taller de autodefensa.

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Thursday, 5 April, 2018 - 09:15
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