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Larga vida a los muñecos

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Protectores de la infancia, guardianes de los sueños, cómplices de los juegos permitidos o las aventuras prohibidas, confidentes aparentemente inertes de los secretos más recónditos, los muñecos acompañan a la humanidad desde tiempos remotos. Desde hace siglos, son además los compañeros por excelencia de los niños, que los admiten en sus rutinas y en sus camas, los visten y los alimentan. Los cuidan como lo que son, seres vivos. 

Lo sabe cualquiera que alguna vez haya tenido un peluche, una muñeca de porcelana y cuerpo de tela o una cabeza de trapo con botones cosidos y miembros de palo: los muñecos tienen alma. Alma o como se quiera llamar a eso que los anima, les otorga un carácter. Están dotados de personalidad, tienen poderes, a veces no son del todo confiables. Y son depositarios de los últimos encantamientos que van quedando en el mundo adulto, donde la magia tiende a extinguirse y el juego se cambia por obligaciones.

Entre los años todavía electrizados por la presencia neta de esas criaturas y las formas de retenerlos e incorporarlos que encuentran los adultos se mueve la muestra “Una vida con muñecos”. La exposición se despliega como un abigarrado universo de objetos culturales, saturados de significados; objetos vibrantes que, por un lado, reenvían a las sensaciones infantiles, las conservan como relicarios de emociones y, por el otro, disparan hacia el presente la posibilidad de continuar con el juego o interrogarlos.

La muestra, que abrió al público en la Sala Farina de Ciudad de las Artes, reúne la colección de muñecas de la pedagoga y docente de música Elizabeth Burba, fotografías del artista e investigador Marcelo Nusenovich que ponen a luz su devoción por el muñeco Ken, y una instalación escultórica de Cristian Tula. Se suma la mirada del sociólogo Carlos Lista, quien abre el foco para insertar a los muñecos en una trama más compleja que la de su vínculo “natural” con la infancia y resume aspectos de una historia tendiente a “desidealizar” a estos objetos, que han sido portadores de estéticas asociadas a desigualdades de género, raza, etnia y clase social. 

El sociólogo apunta asimismo que en el ámbito occidental, pese a que su aura ha sido rota, acompañando un proceso de desacralización que los convierte en objetos lúdicos, los muñecos “conservaron, de manera latente, significados mágicos y la posibilidad de ser utilizados como fetiches, esto es como objetos a los que se atribuyen poderes y a los que se rinde culto y adora, muchas veces en secreto”.

Novio de viaje

De una forma de adoración habla, en cierto modo, el conjunto de fotografías de Marcelo Nusenovich que tienen como protagonista a Ken, el novio de la muñeca Barbie, comprado en un mercado en Nueva York y retratado en diversas partes del mundo. A fines de la década de 1990, cuando hizo las fotos, el hombrecito de plástico atravesaba un momento difícil. Su novia lo había abandonado por un surfer, explica el artista, atribuyéndole una vida a la pieza inanimada, de modo que “el viaje era para él una suerte de consuelo. Puede decirse que nos acompañábamos mutuamente”.

“Simpatizo con Ken desde mi niñez en los años sesenta –se confiesa Nusenovich en un texto–. Con sus ojos azules y su eterna sonrisa representaba, como otros íconos provenientes de Estados Unidos, la confianza y el optimismo de la juventud en la década efervescente. Su ‘vida’ con Barbie se relacionaba con otras utopías y ‘disparates’ de la época”.

Nusenovich desafía la norma social que frunce el ceño cuando un hombre juega con muñecos. Realizó una trabajosa búsqueda de vestuario original para su Ken, que lo pone en conexión con su niñez y al mismo tiempo le permite indagar en los modos de construcción de un canon de belleza masculino.

Amores inquietantes

Cristian Tula se apropia de una buena porción de la sala con Alejo, una escultura blanda que representa a un conejo enorme, cuyo costado izquierdo muestra los signos de un incipiente destripamiento. Vísceras de peluche de colores se extienden por el espacio.

El gigantón, con cara de loco y ojos inyectados en sangre, da la talla exacta en la captura de esa mezcla de ternura y pavor que pueden provocar las criaturas imaginarias, y asimismo le hace honor a la curiosidad quirúrgica de los niños lanzados a ver qué hay dentro de un juguete. 

Además de funcionar como “esponjas” emotivas, señala Tula, los muñecos son carne de cañón de las artes manipulatorias y los “desmembramientos” (en ocasiones para nada simbólicos) que niños y niñas ejecutan con sus chiches preferidos. Hay una violencia velada “en las prácticas infantiles de jugar con pequeñas representaciones a escala de la vida real”, señala el artista.

Elizabeth Burba muestra por primera vez al público su colección, un compendio para nada meticuloso (no se considera coleccionista sino “juntadora”) pero igualmente maravilloso, alimentado por los vaivenes biográficos. Hay miniaturas tailandesas. Muñecas rusas, bolivianas, ecuatorianas, turcas. 

Hay piezas de mimbre, plástico, lana, yute. Muñecas con nombre propio e historia de vida, como Margarita, un muchachita de 90 años, posiblemente llegada de Italia, que reinaba en la cama de su abuela con un vestido rojo. 

“Cercanías” es la palabra que elige Elizabeth para definir a sus muñecas. “Me acercan a otro tiempo vivido –explica–, a lugares que no conozco, a la música, y con ella a las personas en muy diferentes contextos. Ahora me acercan a los visitantes de esta muestra, muchos de los cuales no conoceré, es un extraño encuentro. Ellas lo hacen posible”.

Muestra y actividades. “Una vida con muñecos” tiene curaduría de Verónica Molas. Se exhibe en la Sala Farina de Ciudad de las Artes (avenida Pablo Ricchieri 1955), y en vacaciones hay horarios especiales: de lunes a viernes de 14 a 20, sábados y domingos 15 a 20. La entrada es libre, al igual que las actividades previstas: Se realizarán además una serie de actividades gratuitas: martes 11 a las 15, recital de Melisa Álvarez; miércoles 12 a las 15, A la nanita nana, canciones de cuna para grandes y chicos con Elizabeth Burba; jueves 13 a las 15, recital del dúo Antonela Stabile y Mauro Audisio; viernes 14 a las 15, dúo La Música nos amontona (Guillermo Bonaparte y Jorge Pico Fernández); martes 18 a las 15, taller de costura para muñecas por Cristian Tula; miércoles 19 a las 15, taller de construcción de muñecos a cargo de Candelaria Pedraza y Alicia Crespo.

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En Ciudad de las Artes se exhibe la colección de muñecas de Elizabeth Burba, fotografías de Marcelo Nusenovich y una escultura blanda de Cristian Tula que representa a un conejo gigante. La muestra “Una vida con muñecos” remite a las emociones infantiles, y también busca reflexionar sobre el rol de esos objetos en la sociedad.

Con Solapa Multimedial: 
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Fecha y Hora: 
Sunday, 9 July, 2017 - 12:45
Elegido del editor: 
Versión reducida: 
Nota Atemporal (evergreen): 
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Reenfocada: 

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