El pelele es un muñeco con forma humana, un espantajo habitualmente hecho de trapo o de paja que se utilizaba en los carnavales primitivos, ceremonias populares y días de celebraciones religiosas no del todo santas. Se lo manteaba (se lo arrojaba al aire con mantas o sábanas) mientras se entonaban canciones burlonas, tendientes a poner en ridículo o castigar a la figura aludida con el muñeco. En algunos ritos, que subsisten en diversas partes del mundo, el pelele termina ahogado o quemado.
El artista multidisciplinar cordobés que asume la identidad de El Pelele fue una de las apuestas, surgida de la escena subterránea y experimental, con la que El Gran Vidrio desembarcó este año en arteBa. Un conjunto de obras que abren significados hacia el ritual, los procesos espirituales y los vínculos con lo sagrado llegaron de la mano del único espacio local en la feria de galerías porteña, que arrancó el miércoles en La Rural y culminó el sábado.
La obra de José Quinteros es la otra mitad del envío. El artista cordobés mostró ensayos realizados en medallas (pruebas de flexibilidad, corrosión, desgaste, brillo…), trabajos que incluyen planchas “autobiográficas” y la serie basada en la elaboración de la cicuta. El set de piezas traza una extraña parábola entre la interpelación del espectador y la posibilidad de entrever la intimidad del artista.
Quinteros busca meterse o tocar la experiencia de los otros con objetos, con cosas que siguen siendo, en parte, lo que eran antes de ser abducidas al campo del arte. Y que podrían ser utilizadas, o llevadas a otro estado por el eventual poseedor de la obra, como es el caso de Objeto autoconsumible: una garrafa de gas conectada a un quemador, un soporte de metal, y una plancha de acero en la que están grabadas fechas, lugares o palabras-talismanes que funcionan como huellas para encontrar el secreto de su vida. O para quemarlas, si alguien decidiera darle fuego al quemador.
Entre las obras más sutiles e intrigantes de la feria está el trabajo de Quinteros con la cicuta, una planta silvestre que crece en distintos lugares de Córdoba, a la que no le viene nada mal el término yuyo, aunque su linaje filosófico la convierte en una poderosa emisora de significados: el veneno del mismo nombre es lo que Sócrates bebió en cumplimiento de su condena a muerte, evitando la posibilidad de huida, tras haber sido condenado por desconocer a los dioses y corromper a la juventud.
Quinteros tira al mismo tiempo de varios hilos de sentido. Presenta el veneno que él mismo elaboró, embotellado (una de estas piezas se vendió a un coleccionista colombiano el día del pre openning), listo para su consumo (en dosis bajas puede tener fines terapéuticos) o como advertencia de un juego (¿el del arte?) que puede costar la vida.
Plantas de cicuta y frascos con distintas versiones del proceso para convertir el jugo en veneno se podían ver asimismo en el stand de El Gran Vidrio, que llegó por segunda vez consecutiva al Barrio Joven de arteBa, la sección donde los espacios emergentes, con las energías no del todo domesticadas, suelen hacer capilla un tiempo hasta pegar el salto a la sección principal de la feria.
Objetos rituales, amuletos (frasco, pintura, tierra, hilo, hojas de ruda) y ofrendas amorfas o más bien en busca de una forma que exprese la tensión con lo sagrado integraron la selección de trabajos de El Pelele, un artista-personaje en estado de rito permanente.
Su lado performático en estado puro se mostró en un par de acciones que involucran a un muñeco (un pelele), un doble del artista que es sometido a una especie de contra bautismo, una práctica de suplantación de un alma impuesta por un espíritu o un dios personal.
El arte, que muchas veces ejecuta movimientos tendientes a desacralizar, en manos de El Pelele parece moverse en sentido contrario. No hay nada seguro, pero alguien podría experimentar sus performances como breves rituales de reencantamiento y resacralización. Una forma de arte sacro, a su extraña manera.
José Quinteros y El Pelele son los artistas con los que la galería cordobesa se presentó en la feria que culminó este sábado en Buenos Aires. Un conjunto de obras que abren significados hacia el ritual, los procesos espirituales y los vínculos con lo sagrado.