En el mundo de Jorge Cuello puede pasar cualquier cosa. Que la Gioconda tome fernet y fume armados que hacen reír. Que Tosco vuelva a marchar su rabia y su lucha. Que toda la vida quepa en un bar con forma de mandala giratorio. De todo puede pasar. Incluso que la Piedad de Miguel Ángel deje de ser historia santa para ser historia del presente, y que el Cristo recién bajado de la cruz le haga lugar en los brazos de la Virgen a un chico baleado.
Cuello mira, piensa, y después cuenta lo vio. Pintó telas, paredes, baños, cajas de pizza, aldeas para chicos de la calle, museos enteros. Ahora una parte de su mundo llega en forma de almanaque y acción fraterna, un peldaño más en su particular manera de subir la escalera al cielo de los artistas solidarios.
La empresa papelera Centro Gráfica y el artista cordobés radicado en Villa de las Rosas (Traslasierra) se confabularon para producir un calendario que será entregado a los chicos de La Luciérnaga. El 60 % que se obtenga de las ventas quedará para los canillitas, y el 40 % será para la Fundación que dirige Oscar Arias, dedicada a prestar ayuda y ofrecer trabajo a jóvenes en situación de calle. La primera tanda de dos mil ejemplares que irán para “La Luci” estará lista el próximo martes 20.
Historia viva
Cuello y La Luciérnaga tienen un vínculo de muchos años. “Yo recién había llegado a Villa de las Rosas cuando recibí la visita de Oscar Arias –cuenta el pintor y dibujante sobre el primer contacto–. Él me encargó en ese momento un mural para La Luci. Se me ocurrió trabajar con el Guernica como referente, modificando las situaciones y cambiando el toro por una vaca que habían carneado unas mujeres en Rosario al pie de un camión que había volcado, y al caballo por uno que tiraba un carro. El fondo tenía los retratos de los ‘luciérnagos’ de hace 15 años”.
“En esa época todavía estaban sobre la Cañada. Era una situación muy nueva para mí –recuerda Cuello–, ya que no había tenido nunca contacto con esa franja vulnerable de la sociedad y pude compartir muchos almuerzos en ese comedor. En esa casa funcionaba la imprenta. En ese momento, con un apoyo económico de representantes del Mercado común europeo pudieron mudarse a la casa en la que están hoy. Oscar me dio la tarea de hermosearla con una libertad de acción que me permitió sacar todo mi potencial y conseguir transformar ese anónimo espacio en un lugar común a todos. Luego los europeos los dejaron regalados y desaparecieron, llevándose el aporte de un año que estaba destinado a La Luci. Fue un momento de mucho desánimo, y creo que es la situación en la que están actualmente”.
–¿Cómo se armó la idea del calendario?
–La idea del almanaque viene de Centro Gráfica. Es un trabajo de alta calidad y viene con reproducciones de 40x40 centímetros que pueden enmarcarse, lo que lo transforma en un cartapacio con 13 reproducciones para enmarcar. Este año tomaron la decisión, dada la situación de crisis económica, de destinar dos mil ejemplares para que sean vendidos por los canillitas, quienes van a tener algo equivalente al bono de fin de año que tanto reclaman los trabajadores. Fue una experiencia muy interesante ya que los directivos de la empresa y los diseñadores trataron mi obra con muchísimo respeto y fui consultado permanentemente en la construcción, lo que de paso me hizo confirmar que mi obra está indocumentada, ya que ninguna fotografía tenía la calidad necesaria para imprimirse.
–¿Dónde empieza una obra tuya? ¿En la imaginación? ¿En una idea? ¿En algo que ves y que te dispara otra imagen?
–Yo ejercité la actividad como ilustrador fundamentalmente, si bien negaba el rótulo. Debo reconocer estar todo el tiempo influenciado por lo que yo llamo “cuadros con epígrafes”, eso está presente en cualquier lenguaje en el que me manifieste, es como que lo que pinto tiene una historia para contar y a su vez cada historia tiene un lenguaje que la cuenta mejor. Estoy todo el tiempo modificando esos lenguajes para evitar contar todo de la misma forma.
–El disparador de esa obra era una nota en la que las iglesias de Córdoba daban su opinión sobre los chicos de la calle. Se me ocurrió utilizar la imagen de la Piedad de Miguel Ángel. Sentí que esa imagen de una maternidad era lo que podía explicar la espiritualidad que se necesita para contener a estos chicos, que año tras año se hacen visibles en la Marcha de la gorra, reclamando por un trato igualitario y para que se deje de estigmatizarlos y acusarlos solo por ser portadores de un rostro y una indumentaria que indican su clase social.
–¿Qué querés hacer cuando seas grande?
–Cuando fui grande a los 19 años y me casé y esperé hijos, la sensación que tuve es que ya estaba todo perdido, que todo aquello por lo cual yo venía luchando se transformaba en una rutina mediocre y aburrida. Llegué a ser empleado bancario para poder sostener ese estadio de adultez, y fue cuando mi primer hijo Miguel (que ahora es padre) tenía 2 años que tomé la determinación (como el niño de El tambor de hojalata) de volver a ser pequeño como único destino de crecimiento. Nunca más volví a aburrirme y mi vida tiene el glamour suficiente para someter cualquier mediocridad que apareciera. Creo que el único obstáculo que encuentro es el mismo que encuentran los ancianos y los niños en esta sociedad tan poco contenedora.
Felicidad de sobreviviente
Cuello está a pleno. Un mural en Centro Gráfica, el arte para el nuevo disco de Los Caligaris y un taller de muñecos es lo que se viene.
"Estoy por pintar un mural en la papelera, que cumple 50 años. Esta semana comienza la etapa conceptual con Rodolfo y Mariana, que son los dueños y personas muy sensibles. También estuve reunido con Los Caligaris, con los que estoy trabajando para ver si les hago la gráfica para su nuevo disco, y tratando de poner en marcha un taller de muñecos. Estoy trabajando con moldes de hace más de 30 años en donde las piezas que componen los muñecos son las mismas, solo que están ordenadas de distintas formas, una especie de tangra,m (el juego chino para armar figuras) con forma de peluche. Es como estar buscando la forma en donde pueda descansar un poco de la exigencia de tener que andar contando historias yo solo. Estoy buscando una tribu de umpa lumpa para que se encargue de la produccion en serie. Esto estuvo motivado por el nacimiento de mi primer nieto".
Volver a hacer para los más necesitados es una de las razones de la alegría que contagia. La otra es la llegada al mundo de Milo Cuello Martínez. "Nació el 12 del 12 a las 19 aproximadamente –precisa el flamante abuelo–, es mi primer nieto y el más lindo de los que conozco. Es una sensación muy extraña la de ver a tu hijo sosteniendo al suyo en brazos. Ni hablar cuando me volví a encontrar con la abuela que fue mi primera y única esposa, y poder rememorar el nacimiento del ahora padre. Hace seis meses abandoné el tabaco como una reacción, creo, de sobreviviente, que sabe que ahora viene lo mejor. Alta energía renovada, lágrimas de felicidad”.
El papel y la calle. Los calendarios de Centro Gráfica, que se entregan sin costo, ya son toda una tradición en la época de las fiestas. Juan Longhini, Manuel Pascual, la Escuela de Fotografía “El Germinador”, Cachoíto De Lorenzi, Carlos Alonso, Mateo Argüello Pitt, Alejandro Burdisio y Marcelo Torretta son los artistas cordobeses que ilustraron anteriores entregas. La empresa, que provee el papel para la revista La Luciérnaga, celebrará en 2017 sus 50 años. Como parte de los festejos, se decidió que el nuevo calendario con obras de Jorge Cuello tuviera un fin solidario destinado a Fundación.
La papelera Centro Gráfica y el popular artista cordobés se confabularon en una acción que beneficiará a la Fundación. Dos mil ejemplares de un calendario con obras del pintor y dibujante se entregarán para su venta a los canillitas de “La Luci”.