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Anselmo Pérez, el gran observador

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Detrás de la figura del gran fotógrafo asoma la de aquel que valora el humor del hombre común. Anselmo Pérez es también el fiel retrato de aquellos a quienes mira con admiración, el cuentista, el hombre común con chispa, el gracioso. Todas cualidades que caben en otra más profunda, la del gran observador.

Cualquier pregunta o motivo de charla despierta en Anselmo Pérez fogonazos de recuerdos. En sus 82 años (que cumplirá en pocos días) 68 fueron dedicados a la fotografía de todo tipo (sociales, empresariales, periodísticas, artísticas). Él estima que son "casi un millón" de fotos. Quizá sean aún más las historias mínimas del otro lado de la cámara. Los recuerdos le brotan.

Hasta el 27 de este mes, el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi (Hipóliyo Yrigoyen 622) exhibe su obra más reciente, fotografías de la serie Transición. Sin embargo, a él también le gustaría que "la gente vea" todo su acervo, porque cree egoísta no mostrarlo.

–Hizo retratos toda su vida, ¿cómo se siente cuando lo retratan?

–Encajonado, apurado, no es habitual para mí. Aunque en casa siempre nos estamos fotografiando, estamos entrenados ya.

De su primera cámara ("un cajoncito", dice haciendo señas con las manos) conserva dos o tres fotos que guarda con mucho cuidado, donde Anselmo aparece jovencito y en bicicleta. Otra de las imágenes es "con un amigo en el Caraffa, un domingo de paseo por el parque".

–¿Era un juego al principio?

–Yo pretendía ser fotógrafo. Cuando empecé a usar la cámara y a mirar, al ver los resultados me di cuenta de que a eso no lo iba a dejar nunca, a lo mejor hacía otra cosa, pero eso iba a estar siempre.

–Amor a primera vista.

–Claro, yo desde los 12 años trabajaba en una carpintería y en la misma época apareció la fotografía, y ahí me metí a curiosear. Lo otro me servía para vivir, y de a poco fui haciendo negocio.

Lo que abandona lo nuevo

Las demandas al fotógrafo de sociales ahora prácticamente han desaparecido. Más que nostalgia, Anselmo analiza los aspectos negativos de los cambios tecnológicos, sobre todo porque cree que se pierden muchas prácticas relacionadas al oficio, al proceso fotográfico.

Anselmo no sólo conserva un millón de negativos a los que atraviesan muchas historias, también un conocimiento de todo lo que hay dentro de una cámara y su funcionamiento. Mientras exhibe las partes de una preciosa máquina sueca que puede armar y desarmar, reliquia del año 1958 que lleva a cuestas, cuenta que le han regalado varias cámaras, como una Leika de 1933 y una "Kodak de madera" centenaria. Algo de esta parte de su colección donará al Dionisi.

Infancia en sepia

Una práctica extendida durante varias décadas del siglo 20 fue la de ir a retratarse al estudio del fotógrafo. Él guarda algunas en la que posa junto a su madrina, sepiada y coloreada a mano. A su lado está Anselmo niño, sentado en una banqueta, con un trajecito gris, una blusa blanca, zapatitos lustrados, charolados. "A esas fotos las voy a enmarcar, son únicas", cuenta.

Algunos sucesos de la infancia son tan nítidos como las buenas copias de fotos. Vivía en barrio Alberdi, en la calle Calchaquí y Santa Rosa. "Nadie sabe cuál es la calle Calchaquí", aclara. Y resuelve el misterio, memorioso: "Es la Pedro Zanni". El dato sólo no le alcanza. "Esa casa todavía está", revela.

Fotógrafos de ayer

Como si se olvidara de la entrevista, Anselmo se entrega divertido a más recuerdos: "¿Se acuerda de los fotógrafos que había en plaza San Martín? Había uno que se llamaba Cucaracha, yo me sabía parar a conversar con él". Anselmo admira todo lo que conocía aquel hombre sin haber estudiado. Un día pasó y vio a un señor sentado en un banco ("Se estaba haciendo una foto carnet", es la pista), y desde atrás otro hombre agitaba un trapo blanco cuando Cucaracha iba a sacar la foto. Es que al moverse, explica, como la velocidad era baja, "¡no se veían las arrugas!". Le fascinan estas historias.

Después habla de Tra tra, que trabajaba en el parque Sarmiento. De sólo acordarse ya está riéndose. "Siempre me ha gustado ser amigo de esa gente que está al pie de la vaca", dice. Y ya se acuerda de Don Ferreyra, que sacaba fotos a los chicos con Gilda, una llamita. Para Anselmo tenía un don: "Era un buen cuentista".

–¿Cómo fue trabajar en los diarios?

-Lo bueno que tiene es que uno está preparado para hacer cualquier cosa, te da la visión.

Y otra vez le viene a la mente una anécdota. No puede olvidar a esa chica que le contó que gracias a su foto comenzó su carrera de modelo. De esto hace 40 años.

-¿Estudió en la Escuela de Bellas Artes Figueroa Alcorta?

-Sí. Caseros 250, al lado estaba el Museo Genaro Pérez, salía de la escuela y me iba a mirar pintura.

-¿Año?

-1948. Allí conocí a (José) Cárrega Núñez, (Manuel) Martínez Riádigos, y a (Miguel Ángel) Budini. También a Víctor Manuel Infante. Fue muy amigo.

Infante no quiso que Anselmo dejara la pintura, pero tenía de compañero "al gordo (Luis) Sosa Luna". Cuando lo vio trabajar pensó que nunca pintaría como él, y decidió seguir con la fotografía.

La fotografía no lo abandonó ni durante el servicio militar. Fue en 1955 ("Tengo fotos de los destrozos que hubo", señala en referencia a la Revolución Libertadora). De aquel año le quedó una "foto muy linda de Perón" y además, el recuerdo de las 1250 fotos carnet que hizo a todos los soldados del cuartel. Después haría más retratos en su vida, incluso a muchos artistas.

También se dedicó a trabajar para fábricas de todo tipo (fotos que aún hace), y otro tanto en el ámbito de la moda. Se acuerda de los 15 catálogos para la joyería Bristol.

En una época los muebleros lo solicitaban mucho y él armaba escenas en su estudio. Tanta experiencia acumula, que hasta un fabricante de cajones para muertos un día llegó a su casa con 21 ataúdes. Los fotografió uno por uno ("¡Las cosas que contaba, desopilantes!", arriesga Pérez y es mejor no indagar). Como si fuera hoy lo oye a Rubén, el vecino, que al mirar la situación dijo: "Lo que es tener plata, se ha traído los cajones para probárselos". Otro que vivía "hablando macanas".

El humor de Anselmo no tiene fin. De pronto toma conciencia: "¿Esto va a salir en el diario? Puede haber algún cliente al que no le guste".

Una hoja no es solo una hoja

"Esto surgió estando en casa, con el patio lleno de hojas, me puse a observar la textura, las formas", comenta sobre las obras de Transición. Cuando iluminó y amplió, aparecieron imágenes extraordinarias.

Habla en especial de una hoja. Fue difícil conseguir esa foto, y cuando la vio le pareció que la había hecho otra persona: "A lo mejor hay cosas que sólo el subconsciente ve, como ese color que tiene alrededor".

Las hojas de Transición son de una hiedra y una enredadera. Sin embargo, su poderosa fotografía las transfigura. Podría ser cuerpo, la cabeza de un animal. "La naturaleza se revela con toda su fuerza", afirma.

Algo de esto escribe Susana Pérez, su hija, reconocida artista de la fotografía, sobre esta muestra. Sobre cómo estas imágenes "evidencian procesos de transformación". Gracias a la luz, las formas aparecen o se ocultan, manifestando una "realidad imperceptible". Susana destaca "la simplicidad y la belleza que entrañan estas imágenes, en las que se hace presente el estudio de la luz". Lo que Anselmo persiguió toda su vida en su fotografía artística.

Bio

Anselmo Pérez (Córdoba, 1934). Estudió pintura en la Escuela Figueroa Alcorta, pero muy pronto se decidió por la fotografía. A partir de 1963, realiza muestras y participa en festivales y concursos nacionales e internacionales. Obtuvo premios en salones del extranjero. Ha realizado el registro de obra de numerosos artistas, también para catálogos de la Segunda y Tercera Bienal Americana de Arte en Córdoba, el Almanaque de Industrias Kaiser Argentina, entre muchísimos otros. Trabajó como reportero gráfico de los diarios Córdoba y La Nación. Publicó en libros de arquitectura y arte. Sus archivos fotográficos son digitalizados por el Centro de Documentación Audiovisual de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde 2008 su obra Doña Fémina y su padre forma parte de la colección del Museo Caraffa y de la colección de José Luis Lorenzo.

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Una de las obras de Anselmo Pérez que se exponen en el el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi.
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El destacado artista expone sus más recientes imágenes en el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi. Allí revela la transfiguración de una hoja a través de su mirada. La imperdible serie se titula Transición.

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