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¿Qué pasa en el museo Evita?

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Sentados alrededor de una mesa de comedor del Museo Evita Palacio Ferreyra (Yrigoyen 511), gran parte de los artistas de la segunda entrega de "Interferencias" y la curadora Patricia Ávila dialogan con VOS sobre lo que pasó en casi dos meses de acciones de este ciclo. Este miércoles a las 18 el grupo compartirá con el público los registros de esas acciones (fotografías y videos) y las reflexiones que dejan extrañas frases en las etiquetas de las obras, una mesa de ping-pong, un sinfín de situaciones que alteraron la vida cotidiana del museo.

"No esperen un espectáculo montado", había anunciado Ávila previamente al comienzo y pedía a los asistentes que comprendieran que se trataba de compartir momentos con un artista que está haciendo su obra. "Interferencias" es ese proceso que se comparte como objeto, define hoy. Y ese objeto es "una experiencia que ha dejado huellas subjetivas", señala.

La segunda entrega del ciclo, que contó con la participación de 17 artistas, fue una tarea de diálogo, resalta la curadora, "entre las obras y prácticas contemporáneas con las obras del museo, y de la experiencia con el público".

¿Cómo reaccionó la gente ante estas "interferencias"? Julia Levstein e Inés Tillous, entre otras muchas cosas, trabajaron una zona límite, la reja perimetral del museo. Allí instalaron una carpa naranja. La gente pasaba por la vereda y les hablaba. "Cuando uno se pone en un lugar con una intención, es sorprendente cómo la intención funciona", apunta Patricia.

"Aquí no hubo tanto a priori", señala Ávila, ya que los artistas partieron de la nada. Fue necesario dar un tiempo para que la obra apareciera y se pudiera ver. Es difícil de socializar, dice, ya que requiere otro entrenamiento.

Para entender "Interferencias en el Ferreyra"

"Normalmente, cuando la gente viene al museo, se encuentra con obra muy sólida, se puede distraer, no hay una falta, hay una intensidad", reflexiona, en relación con la colección permanente y muestras temporarias que el museo exhibe, algo muy distinto a las "interferencias", acciones que generaban muchas veces dudas en el espectador. Mariana del Val, directora del museo, notó a veces el fastidio del público, ya que en general "hay una distancia entre la obra y el espectador".

Un día, una visitante fue al ingreso del museo para avisar que había alguien cambiando los cartelitos de los cuadros. Con su acción, Manuel Pascual rompía una norma con la cual se construye un público de museo: no tocar, no interferir, no faltarle el respeto al museo, como lo analiza Patricia. El artista ponía, de acuerdo a las imágenes, títulos como "Segundo semestre", muy a tono con la realidad social.

Otras alteraciones

Mónica Jacobo creó imágenes accesibles a través de códigos QR que los visitantes podían escanear con sus celulares: rastros de sangre, indicios de que algo sucedió en el museo, o un personaje que se aparecía, como una princesa unicornio.

Jorge Martín instaló por varios fines de semana sus cámaras "tridimensionales" (solemnes aparatos que a veces intimidaban) para dibujar el entorno a través de una experiencia pre-fotográfica, explica el artista, un viaje a siglos pasados.

Lo de Giovanni Quiroga fue intenso. Interfirió de muchas maneras, con acciones, colocando objetos, como la colcha de su hermana al lado de la pintura de Fernando Fader Las colchas; o el fragmento de una película en la que fue actor secundario, filmada en el museo. Y un objeto para discutir con el cartel de "sonría lo estamos filmando".  Le quedaron muchos pendientes y vivió el museo de otra manera.

Peri Labeyrie hizo una especie de crónica fotográfica, también hizo imágenes insólitas. "Me impactó el peso del edificio, aquí el público no sólo viene a ver el buen arte, también a vivir su experiencia de palacio", dice.

Laura del Barco dibujó con alambre como si dejara costuras sueltas en la pared. "Me gusta hacer cosas silenciosas", sostiene. Ningún gesto de espectacularización rondó a estos artistas. Lorena Díaz trabajó con sombras y palabras escondidas en lugares como las cortinas y los zócalos, frases escritas al revés. El colmo de la invisibilidad. Sin embargo, sorpresa, estudiantes de español leyeron de corrido sus textos.

Lucrecia Requena, Jesica Marcantoni y Mel Pasardi realizaron varias acciones de lectura, "ejercicios de acercamiento", sobre las ideas de discurso y poder. Una vez que trabajaron con ropa, y fue el público quien alteró lo que habían planificado. Otra vez, alguien que pasaba apurado rompió el cordón que las unía a las tres en un paseo por los pasillos. Todo puede suceder en "Interferencias".

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 La performer Soledad Sánchez Goldar llevó a cabo una acción en el ingreso del museo.
Mónica Jacobo creó imágenes accesibles a través de códigos QR que los visitantes podían escanear con sus celulares.
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El proyecto "Interferencias en el Ferreyra" se despide este miércoles con un encuentro abierto junto a la curadora Patricia Ávila y los artistas invitados, entre ellos, Giovanni Quiroga, Rodrigo Fierro, Manuel Pascual, Soledad Sánchez Goldar, Jorge Martín, Mónica Jacobo y Laura del Barco.

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