La obra se llama Mundo disperso. Y no es exactamente una obra, sino un conjunto de posibilidades. Está compuesta por pequeños objetos sembrados aquí y allá. Las personas que por estos días caminen por la zona del Cabildo, la plaza San Martín y sus inmediaciones serán las destinatarias de estas apariciones intrigantes y al mismo tiempo mínimas, casi inadvertidas.
Mundo disperso es el proyecto con el que Leonardo Cavalcante (Buenos Aires, 1978) obtuvo el Premio Federal que otorga la feria Mercado de Arte. Este año, la distinción era para intervenciones en el espacio público.
“A pesar de que me gusta mucho trabajar tranquilo en el taller, siempre tuve la inquietud de cómo percibirá mis obras la gente que no está del todo metida en el medio artístico –señala Cavalcante–. Me interesa ese intercambio, la mirada de alguien totalmente desprejuiciado”.
Dice que el esoterismo y el pensamiento mágico son algunos de los elementos que anidan en esta acción, sutilmente poética.
Los objetos que componen Mundo disperso son bolones de vidrio que el artista fue depositando en lugares inesperados. “Llegué a esta obra caminando por la calle una noche –cuenta–, distrayéndome como siempre con pensamientos mágicos o metafísicos que suelen rondar en mi cabeza. Por ejemplo, que aparezca algo extraño en algún lugar cotidiano, o que el paisaje se modifique a partir de la acción de algo inentendible. Inventé un personaje que va dejando una especie de objeto anónimo que opera entre ser molesto y amable”, cuenta el artista.
“Me acerco a la idea de la creación de un personaje extraño –añade–, con un accionar incomprensible y con una psicología muy particular. Por otro lado, pienso en la reacción psíquica de la gente al notar un accionar de alguien con esas características. Ese doble accionar psicológico que pone en crisis una supuesta lógica o sentido común es lo que me interesa investigar particularmente en esta obra”.
Para Mundo disperso utilizó cinco mil bolitas y bolones de vidrio que permanecen adheridos a la superficie elegida gracias a un pegamento instantáneo e invisible. “Las voy instalando en lugares inesperados y disponiendo de manera extraña, con el propósito de producir en los transeúntes una sensación disruptiva, ya que advertirán en su paso algunas situaciones lúdicas o físicamente improbables”.
Leonardo Cavalcante concibió este proyecto hace unos meses. Como parte de la investigación, viajó a la provincia de Santa Fe y visitó la fábrica de bolitas Tinka, en la ciudad de San Jorge. “Conocí a uno de sus dueños, Adrián, y él con mucha amabilidad me explicó el proceso de fabricación, me permitió conocer por dentro toda la fábrica y, al comentarle el proyecto, le gustó mucho la idea. Eso me impulsó a avanzar”, recuerda el artista.
Materia sensible
Los materiales no le son indiferentes a Leonardo Cavalcante. En obras como Terrenos, trabajó con retazos de tela que estaban asociados a historias de vida particulares. “Desde mis primeras obras, siempre pienso que los materiales son tan importantes como el modo de utilizarlos. Trabajé muchos años en el Museo Fernández Blanco, y al ver obras de materiales tan particulares entendí que es muy importante en mi trabajo elegir materiales que de por sí ya tengan una connotación”, explica.
Y agrega: “Si elijo pintar, soy totalmente consciente de la historia del arte relacionada a ese medio. El arte contemporáneo se encarga de atomizar todos los medios posibles de producción, y entre ellos yo suelo elegir objetos y materiales cargados de simbolismo o que contengan algún tipo de carga emocional. El vidrio, en mi cabeza, está asociado a las iglesias del Renacimiento y el Gótico, y a algo que me conecta con cuestiones espirituales relacionadas con la alquimia”. En el caso de Mundo disperso, esas connotaciones se cruzaron “con un objeto de mi niñez y de la niñez de mucha gente, por lo tanto la elección del vidrio fue algo que se me presentó de manera muy clara”.
La idea es que las personas descubran por sí solas las intervenciones, pero el artista adelanta que un punto clave será la Plaza San Martín. La cercanía con la feria de arte, la importancia que tiene para la ciudad de Córdoba y la enorme circulación de gente le permiten desplegar sin salirse de un espacio limitado. “Otros lugares que me parecen interesantes son las rejas, ya sea de iglesias u otro tipo de construcciones. Hay mucha variedad de rejas, y la presencia del metal en la ciudad es muy grande. De todos modos, la obra está relacionada con prácticas de la deriva, por lo tanto se trata de recorrer la ciudad y encontrarse con diversos objetos para ir conformando un diálogo constante con lo que voy percibiendo. Más allá de la plaza, no hay un sitio deterninado, se trata de que la gente circule y vaya encontrando un mismo objeto dispuesto de un modo caótico e ilógico”.
Cavalcante encuentra una “cuestión metafísica” que atraviesa muchas de sus obras. Y enumera temáticas que están tramadas: “El extrañamiento, la relación con lo esotérico, las figuras geométricas, el pensamiento mágico, el diálogo con lo devocional, los mundos paralelos, los accesos a una realidad diferente a la que atravesamos son pensamientos que despliego tanto en mis dibujos y pinturas como en Mundo disperso. Me interesa la idea de Portal que pueda conectarnos con otro universo”.
Viajes, Spinetta y la poesía
Leonardo Cavalcante integra el colectivo Excursionistas, un proyecto con actitud nómade dedicado a realizar exposiciones de arte contemporáneo en distintos lugares prestando especial atención al entorno y dando cuenta del contexto donde se realizaba cada muestra.
“Actualmente estamos un poco frenados –repasa el artista–, pero fue un trabajo que hicimos con mucho placer y de un modo muy genuino. Pensar sobre las ciudades que visitábamos nos hizo relacionarnos de un modo muy particular con la idea de la excursión, y nos propuso la realización de un trabajo grupal con todo lo que eso implica. Hace uno o dos años estuvimos a punto de venir a trabajar con la ciudad de Córdoba, pero no lo pudimos concretar en ese momento y se ha diluido un poco”.
Además de Cavalcante, los Excursionistas son Gabriela Böer, Mariano Combi, Marina Etchegoyhen, Gabriela Messuti, Tadeo Muleiro y Tatiana Sandoval. “Por el momento estamos con poco tiempo para la gestión del grupo –señala Cavalcante–, pero yo tengo el presentimiento de que pronto vamos a reactivarlo nuevamente, ya que seguimos siendo muy amigos y siempre estamos con la intención de volver a trabajar juntos.
El creador de Mundo disperso también se desempeña en el campo de la creación musical. Tiene un disco de canciones que se llama Parpadeo, editado en 2015 (se puede escuchar ingresando a: leocavalcante.bandcamp.com), donde Cavalcante hace voz, guitarras acústicas, eléctricas y programación.
¿Hay conexiones entre la música y su trabajo en artes visuales. “Me interesa la poesía –resume el artista–, y la entiendo de un modo un poco caprichoso. Siento que veo o escucho algo y puedo percibir si tiene poesía o no”.
“Luis Alberto Spinetta es un claro ejemplo de esto –añade–. Hizo música de estilos bastante diversos y sin embargo siempre mantuvo ese ‘corazón’ que uno siente en muchas de sus obras. Mundo disperso es el nombre de un tema de él y es un homenaje por parte mía, ya que es un artista que me ha acompañado mucho en la adolescencia y me ha influenciado mucho desde su actitud hacia la vida”.
“En mi caso llamo poesía a algo que yo pueda sentir que es genuino”, explica. Y remata: “Quizás el término correcto sea poética. Tanto en mi trabajo con la música como con las artes visuales tengo la idea de intentar unir elementos e ideas de manera tal de conformar una poética. A veces lo logro y todo cobra sentido. Otras no tanto porque la poética es un poco caprichosa también y uno no siempre puede dar con lo que quiere”.
Para ver. La feria Mercado de Arte arrancó ayer y se extenderá hasta el domingo, en el Cabildo (Independencia 30) y la plaza San Martín. Se puede visitar diariamente de 14 a 21. Todas las actividades son con ingreso libre y gratuito.
El trabajo de Leonardo Cavalcante ganó el premio de intervención en espacios públicos que otorgó la feria Mercado de Arte. Utilizó cinco mil bolitas de vidrio, que fue adhiriendo sobre rejas y objetos en las inmediaciones del Cabildo y la plaza San Martín.