La transparencia resulta sospechosa, mientras que la opacidad puede funcionar como una manera paradójicamente efectiva de visibilizar lo latente. Esa tensión que subyace en toda imagen es la que se explora en “Ver esta oscuridad”, la muestra del Gran Vidrio curada por Sebastián Vidal Mackinson que reúne trabajos de Juan Gugger, Lihuel González y Susana Gamarra. Los objetos, las palabras, los símbolos y el cuerpo en movimiento son recontextualizados por los artistas en esculturas, pinturas, textos y videos que hacen explícitamente artificiales los naturalizados sentidos sociales. Así, lo expuesto refleja lo oculto de todo sistema y convención en su hermética y neutral nitidez.
Gamarra ocupa la mayor porción de la sala de exhibición, en particular con un enorme friso compuesto de pequeñas pinturas con figuras icónicas en blanco sobre negro –campanas, martillos, insectos, jarrones, animales, huesos– que hacen pensar en el inventario exhaustivo de una fuente de Word o en la clasificación gráfica de una gran enciclopedia, una lengua o código montado en la pared.
La noción de totalidad construida de forma parcial-artesanal está también presente en la frase que un letrista registra en distintos tamaños en un rincón de la galería, texto en apariencia surrealista (“El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja”) que compone un pangrama o frase holoalfabética, un texto que utiliza todas las letras del alfabeto de un idioma.
El sesgo científico prosigue en una pantalla que reproduce argumentos sueltos sobre la observación naturalista del comportamiento de moscas y hormigas, gesto de poesía cut-up que se replica en otra pantalla de connotaciones remotamente políticas: en ella, comentarios virtuales de trolls de Cambiemos se reducen a términos que se elevan como minimalistas créditos finales de una película (“noche”, “dame”, “padres”, “sistema”, “tendrá”). Esa clave lingüístico-cibernética continúa en una serie de publicaciones y hojas impresas, algunas con obras de René Magritte intervenidas digitalmente (así, Le prêtre marié se asocia al antifaz de navegación en modo incógnito).
“El programa o artefacto en cuestión funciona como un sistema articulado de puntos de vista fragmentarios, diversos e incluso contrarios”, dice Gamarra, quien hace unos años intervino carteles callejeros con la palabra “Susana” en un símil procedimiento nominal. Y continúa: “El intento por buscar relaciones, semejanzas o multiplicidades entre imagen y texto se da por resonancia y yuxtaposición. La idea fue trabajar la unidad mínima de información (bit), el cruce entre lo analógico y lo digital y recurrir a cierto material de desecho, cuya invención y posterior perfeccionamiento es también un arma para la guerra”.
Tres en uno
Más dispersas y periféricas, las obras de González y Gugger condensan en cuerpos menores el mismo ánimo iconoclasta: la primera exhibe en pared un video dividido en dos partes tan unidas como irreconciliables: una mujer de cuerpo entero baila en distintos ritmos y posiciones al son de la melodía muda que conduce en el otro filme un director de orquesta. El silencio y la bidimensionalidad extrañan a esos cuerpos exigidos y concentrados, tan cercanos a la pantomima involuntaria como a la percepción poéticamente ilógica que se obtiene al bajar al mínimo el volumen de un televisor. La armonía y cadencia musicales son pura y exclusivamente visuales, y el código cultural sonoro un equívoco asordinado: ¿suena un vals, una sinfonía, un reggaetón?
Gugger intervino la terraza de El Gran Vidrio con una dispersa acumulación de neumáticos, a la vez una manera de trastocar y dificultar el recorrido común de una galería y también una integración del contexto de emplazamiento (las gomas refieren a los negocios de repuestos de autos de la zona, la escultura ready-made sólo puede atisbarse desde los edificios cercanos). Dentro, el artista que hoy expone simultáneamente en la Casa Nacional del Bicentenario en Buenos Aires despliega dos órbitas circulares en el suelo, que rodean a unas coloridas tiritas de plástico de tapas de botella. De formas redondas como las cubiertas del techo, esos objetos ya utilizados y precariamente pop interrogan sobre el uso inconsciente que se hace de ellos a diario y, también, sobre el acto individual-institucional de señalar algo como arte.
“Ese trabajo comenzó siendo una maqueta. Como este año estoy viviendo en Buenos Aires, no podía ir a probar el lugar –dice Gugger–. Entonces hice una pequeña maqueta con elementos que encontré, que son como rueditas. Los usé para imaginarme la instalación, pero después empezaron a tener un carácter propio. Empecé a pensar en ese objeto en particular, un elemento no parecido a otros objetos en el sentido de que no es independiente sino hasta el momento en que pierde su función. Quise conseguir esos objetos industrialmente, comprar esos circulitos, y no se puede porque son parte de las tapas. Sólo comienzan a existir como tales en el momento en que se rompen y pierden su función de certificación de seguridad de que la botella a la que pertenecen no fue abierta. Como escultor me interesa cómo circulan los objetos que no son arte y que por otro lado se mueven en la ciudad de manera no controlada, son parte de un movimiento natural dentro del entorno artificial urbano”.
Y sigue: “Tanto las gomas como los círculos están relacionados con lo que los objetos eran antes de que los modificara. Esos plásticos son coloridos porque los diseños de las botellas son coloridas. Si bien hay algo que me gusta y atrae de eso y hay una cosa pop en el diseño, es algo que ya venía con el material. Lo mismo con las ruedas. No tengo muchos trabajos en los que necesite mucho dinero de producción, trato de trabajar con lo que hay. En alguna medida eso es un gesto que tiene que ver con un montón de cuestiones, supone producir desde lo producido y no gastar en recursos nuevos”.
¿Cómo se vinculan los trabajos de la tríada de artistas en “Ver esta oscuridad”? ¿Cuáles son las búsquedas que los conectan? “Tenemos mucho en común en nuestras preocupaciones, no sólo en cuanto a lo expuesto en El Gran Vidrio”, reconoce Gugger. Y concluye: “Esa línea tiene que ver con la exploración de los lenguajes, la imagen y el metadiscurso. La obra de Susana Gamarra trata sobre las imágenes y su circulación política, la de Lihuel González habla un lenguaje corporal y de cómo esos lenguajes corporales pueden dialogar. Hay una misma centralidad presente en los tres, una atención a ese vínculo entre el lenguaje, la imagen y la función política y social de las imágenes. La muestra encuentra ahí su coherencia, y la manera en que está montada optimiza aún más esas correspondencias. Podrían ser los tres trabajos de un solo artista”.
Ver esta oscuridad. La muestra “Ver esta oscuridad” de Juan Gugger, Lihuel González y Susana Gamarra tiene su evento de cierre hoy viernes a las 18.30 en El Gran Vidrio Ecke (Humberto Primero 497). Se hará lectura de “une lettre” (un espacio conversacional dedicado a cada muestra en el que queda plasmado aquello que pasó en el transcurso de la exhibición), en una pequeña edición a cargo de Guillermo Daghero. Entrada gratis.
Juan Gugger, Lihuel González y Susana Gamarra desentrañan la lógica de distintas convenciones a través de pinturas, objetos y videos en la muestra “Ver esta oscuridad”.