Televisores, cables y cámaras se conectan en La piedra, la video instalación de Ciro del Barco que toma por completo la Sala de los Precursores del Museo Genaro Pérez (General Paz 33). La piedra es la nueva apuesta del artista que desde hace 15 años explora en su obra los formatos de video. Con curaduría de Carla Barbero, esta obra pasa por distintas estaciones, hacia la mismísima piedra. La escena conduce a la idea de muerte y lo que sobrevive, lo que aún respira. Las imágenes, como reflejos, son materia lumínica que brota de los restos de un viejo ritual tecnológico. Ciro baja al suelo y conecta allí.
El artista piensa la muestra como “un recorrido, sin inicio ni fin, una serie de pasos e indicios interconectados que en sus diferencias apuntan o señalan hacia lo mismo, algo que no está directamente presente”. Ve a estos pasos como “signos a descifrar, rastros en ese camino, huellas de algo que no está a la vista, que no es evidente pero sí latente”. Pero los indicios, piensa, podrían ser también otros.
El propio artista se pregunta a qué apunta su obra, pero no puede decirlo: “No parece ser algo nombrable y por eso propongo este ‘ritual’, a modo de ‘pasaje’. La imagen, la muerte, la vida, están del otro lado, pero aun así, ¿qué son, qué es todo eso? ¿Por qué distinguimos o anudamos esas ideas inciertas con esas palabras?”.
Reconoce que hay algo en la cuestión de “bajar al suelo y conectar allí”. Explica: “La piedra es la presencia más materialmente real y temporalmente presente de la sala, es suelo, proviene del suelo, tiene su propio peso. Sin embargo, para mí es también cielo. Cielo infinito”.
Tiempo, espacio y materia
Los artefactos de La piedra se vinculan, dialogan, se miran, enfocan hacia algún lugar. Y luego, la montaña de televisores que captura la imagen de la piedra y todo lo que por allí circule, como los pies de los visitantes, refuerza esta especie de naturaleza de los artefactos de ser conectores.
Le interesa, dice el artista, el trabajo con el tiempo, “o mejor dicho ‘los’ tiempos en diálogo, el espacio, la materia física (si es que hay algo como eso) y la materia no física (si es que hay algo como eso). Es decir la imagen y todos los interrogantes que la componen”.
Ciro del Barco encuentra en los “soportes tecnológicos en descomposición, como son los televisores o las cámaras viejas, casi obsoletas, un fermento interesante y muy sugestivo para instalar estas situaciones interconectadas, que considero reflexivas”. Situaciones, sostiene, que piden al observador asumir un papel de investigador, que haga “un esfuerzo por desentrañar cierto enigma o misterio inquietante (o bien que pase de largo porque no vio nada)”.
Para el artista, el estado entre el sueño y la vigilia es el mejor para adentrarse en ese camino. En ese estado, agrega, “somos más permeables a las manifestaciones punzantes y latentes del inconsciente, territorio más fértil para encontrar esas ataduras”.
Imagina a su obra, esta interconexión de aparatos, como “una especie de organismos vivos, vinculados por sus cables como si de venas que transportan señales o energía se tratara, cordones umbilicales cuya precaria vida alimentan”.
La imagen como fantasma
¿Las imágenes en La piedra se aparecen como fantasmas? ¿Será que las viejas pantallas las vuelven arcaicas? ¿Hablan de otro mundo?
“Apuntan a un entrelazado de mundos, los que están a la vista y los que se ocultan ahí, detrás y antes del velo de la pura vista. Es un enroque a la evidencia. Algún tipo de magia, podría ser”, propone, y acepta que se asocien sus imágenes a lo fantasmagórico: “A veces nos preguntamos si creemos o no en los fantasmas, cuando es evidente y hasta científicamente comprobable que no hay más que fantasmas, imágenes sin anclaje en lo presente real. A veces creo que deberíamos preguntarnos si creemos en la realidad, o si alguna vez vimos una realidad. Yo en el fondo creo en lo real, su posibilidad es lo que más me inquieta, y también hacia allí se dirige esta búsqueda”.
¿Habrá influido en la obra que ésta ocupe la “Sala de los Precursores”, ya que es imposible olvidar los antiguos retratos que siempre la habitaron de los artistas precursores del arte local?
“Sí, otra vez los fantasmas –piensa Ciro–. Si bien esas obras han sido descolgadas para esta muestra, sin dudas su ausencia está muy presente en la sala, tanto que no podemos dejar de verlas allí. La sala pertenece a ellos. La sala es un elemento lleno de significantes. Una de las obras colgadas que propongo, literalmente colgada del techo, refleja el paisaje del techo y la hace parte directa al reflejarla. Son imágenes que conviven y también hablan”.
Como las pantallas, las ventanas aportan lo suyo: “Lo mismo ocurre con el afuera. El pasaje entre el adentro y el afuera. Creo que todo se trata de una reflexión sobre la imagen por medio del juego de la conjugación de ciertos elementos no del todo controlados, apenas dispuestos. La imagen no como lo que está en evidencia y a la vista, sino la imagen como síntoma y velo de algo más”.
Para ver. La Piedra es una videoinstalación que se puede ver en el Museo Genaro Pérez (General Paz 33). De martes a domingos y feriados de 10 a 20.
La Piedra
Ciro parece abrazar las sospechas que recaen en la imagen. Sus video instalaciones son los movimientos continuos que lo acercan y alejan del sentido, aunque nunca lo suficiente. Aquí no hay especial interés en la producción de imágenes, ni en el vínculo con lo real, ni con alguna verdad. La clave parece estar en acercarse a eso que las origina, una premisa que tiene tanto de fe como de pérdida. Acaso por eso la visualidad del montaje sea tan árida. Nos exige superar el cablerío, la primera impresión antipática. La obsolescencia de la tecnología que emplea el artista nos desvía respecto de las prácticas del video asociadas a una carrera tecnológica. No son los aparatos cayendo de maduros como frutos del mundo técnico, aquí sucede precisamente todo lo contrario. Son los gestos desesperados del pensamiento que se cuelan en los circuitos cerrados, abriéndolos.
(Extracto del texto curatorial de Carla Barbero)
En La piedra, videoinstalación que Ciro del Barco expone en el museo Genaro Pérez, las piezas interconectadas como organismos vivos le permiten reflexionar sobre la imagen, el tiempo y la materia.