Avezado trazador de imágenes al vuelo, con libres incursiones por el arte gráfico y la plástica, Cristóbal Reinoso, Crist, se considera antes que humorista o cualquier otra cosa, lisa y llanamente dibujante. Laboralmente, se dedicó más que todo al humor gráfico, casi con exclusividad en el formato “chiste” de viñeta única, lo que viene publicando diariamente en la contratapa de Clarín hace ya 43 años. Sin embargo, su obra incluye también un interesante puñado de historietas realizadas con gran libertad en distintas etapas de su carrera.
Crist está exponiendo en el Museo Caraffa bajo el mismo título del libro Homenaje a la Historieta, editado el año pasado. Y si bien el tributo al que alude ese título no es un eje que predomine en todo el libro ni en toda la muestra, sí aparece claramente, a través de diversos juegos gráficos con el código del cómic, como un reconocimiento emotivo a ese arte industrial de la narración dibujada que, como a muchos artistas de la imagen, lo llevó a tomar los lápices. Es un buen motivo para repasar los discontinuos pero intensos entreveros que este artista santafecino anidado en Córdoba tuvo con la historieta.
En las páginas de Hortensia, a principios de la década de 1970, serializó la historieta de plancha única humorística García y la máquina de hacer pájaros, emparentada con un lúdico aire de época soplado por obras como Juan y el preguntón y El Mago Fafá de Alberto Bróccoli, entre otras. Ya en la segunda mitad de la década de 1980 y en Fierro, Crist publicó un poderoso puñado de historietas no-humorísticas de varias páginas, todas con alguna intención experimental, un impulso de diluir rigideces bien habilitado por la revista de Ediciones de la Urraca y su contexto de primavera democrática. Esas últimas obras y otras similares aparecidas en Feriado Nacional y Trix están reunidas en el libro Las historietas de Crist, publicado por la editorial patagónica La Duendes. García y la máquina de hacer pájaros (esta obra no se exhibe en la muestra) pide a gritos un buen álbum recopilatorio.
Cosas de la inspiración
García y la máquina de hacer pájaros, cuya celebridad llegó más allá de las revistas, tiene origen en la más pura leche creativa de un Crist sub-30 que ya había empezado a publicar humor en revistas nacionales como Rico Tipo, Patoruzú y Gente pero que todavía no se había largado a la secuencia. “Se me ocurrió una noche, en una de esas cosas que se dicen de ‘la inspiración’ –recuerda, con una irónica risa ahogada subrayando la expresión–, la idea de un tipo que se llamara García y que tuviera una máquina que hiciera pájaros: una cosa totalmente absurda. Se me ocurrieron las diez primeras planchas. Y al otro día hice los guiones y las dibujé. Pero no encontraba dónde publicarla, porque era muy extraña. La tuve como dos años en el freezer hasta que salió Hortensia”. Eso ocurrió poco después de 1971, cuando Alberto Cognini decidió incluir García y la máquina de hacer pájaros en las páginas tabloides de su cóctel bien revuelto de chistes gráficos, chascarrillos en prosa y publicidades dibujadas.
“Era muy divertido hacerla –sigue “El Mandrú”, como se apodaba artísticamente Crist en aquella época–. Porque en las diez primeras, el guión estaba más o menos estudiado, y había gags; pero después, cuando tuve que seguirla, y con la urgencia de las entregas, yo recuadraba, hacía los 12 cuadritos que tenía, y la iba improvisando sobre la marcha, como una carta. Entonces yo contaba cosas que me pasaban a mí… A veces no sabía adónde iba a terminar y no tenía final, entonces continuaba en el próximo número. Y yo no sabía quiénes eran los seguidores, porque no era un humor fácil… Yo me daba cuenta”.
Pero los seguidores de aquella historieta espontánea existían. Y entre ellos se contaba un ya reconocido homónimo del protagonista. Un día de 1976, Crist atiende el teléfono de su casa y se encuentra con el editor Jorge Álvarez oficiando como representante de Charly García, y en seguida le pasa con el músico. “¡Yo no me lo podía imaginar! Porque uno vivía en Córdoba, y en esa época… Y Sui Generis ya formaba parte del folklore nuestro. Entonces Charly me dice: ‘Leo mucho la historieta de García, y estoy armando una banda nueva y me calza justo, porque lo que estoy haciendo es una máquina de hacer pájaros. Quiero ponerle ese nombre al grupo, quiero ver cómo arreglamos’. ¡Y yo, como un pelotudo, olímpico, se lo regalé al nombre! No sabía que esas bandas ganaban muchísima guita y vender los nombres era un negocio. Pero me encantó que Charly se identificara con la historieta. Lo único que le dije es que les iba a hacer algo para el disco”. Y les hizo una historieta especial que se imprimió como sobre interno, primer cobijo del vinilo, del álbum debut, que efectivamente llevó el nombre de la banda, y de la historieta: García y la máquina de hacer pájaros.
Especulación plástica elaborada
Una de las historietas que Cristóbal Reinoso publicó en Fierro está inspirada en los cuentos “William Wilson”, de Allan Poe, y “El otro”, de Borges, que exploran la cuestión de los alter egos, y fue uno de los primeros homenajes de Crist “a los viejos historietistas”, al tiempo que la excusa conceptual para desplegar un recurso metatextual: garabatear las indicaciones y descripciones de guión a modo de fondos, alrededor de las siluetas dibujadas. “Quise hacerla al estilo de (Milton) Caniff, (Hugo) Pratt o Frank Robbins –explica–, los tipos que hacían con pluma y después la mancha grande, con pincel: la historieta clásica, en la técnica. Pero para no caer en la imitación total, me acordé de los bocetos y las aclaraciones manuscritas que se hacían sobre los guiones hechos a máquina. Por ejemplo, (Héctor) Oesterheld le añadía a Pratt en un circulito: ‘Hugo: toda la página es muda’. Se ve que como yo vi eso de chico en el libro de lecciones ‘de los 12 famosos artistas’, me quedó grabado. Entonces agregué todas esas anotaciones, pero ya como una especulación plástica elaborada: 'barba', 'máquina de afeitar Gillette', 'al fondo van árboles'… Porque todo eso no es para el público. La trasgresión fue hacerlo un poco partícipe de la cocina, pero en broma”.
Otro de aquellos cómics de Fierro fue Japoneses en su tinta, donde el tributo metatextual estuvo directamente apuntado al dibujante de Sargento Kirk y Corto Maltés, desde el estilo de dibujo hasta la recreación de la personalísima onomatopeya que el italiano había otorgado a los disparos de fusil –¡Crack! ¡Crack!–, que ayuda a los soldados dibujados por Crist a sospechar que están viviendo en “una historieta de Pratt”. “Extraordinario fue conocerlo. Para mí fue la emoción más grande de mi vida –sincera Crist–. No lo podía creer: ¡Maestro! Porque yo a Pratt, de chico, le copiaba todo: todo todo todo. Cada cuadrito mío era una hoja del repuesto Rivadavia con tres agujeros, un frasquito de tinta china Chin-chin y uno de esos plumines de plástico. ¡Yo no sabía que se usaba pincel en esas áreas negras! Entonces las rellenaba a pluma: estaba tres días rayando para hacer el negro. Pero así era el cariño que tenía por eso”.
El mismo cariño que rezuman los dibujos de su autoría –casi todos a pura tinta, pluma y pincel, y muchos de ellos con guiños al código cómic–, que pueden verse en el Caraffa.
Del piso a la pared
Crist confirma que el material suyo expuesto actualmente en el museo es un recorte del lujoso volumen publicado por Editorial Planeta que, como excusa para la compilación pero no solo por eso, el artista tituló aludiendo a su valoración del cómic. Y el ojo afilado que determinó ese recorte pertenece a alguien que, casualmente o no, tuvo sus propios roces con la historieta, como cuando en el borde entre los años '80 y los '90 integró el grupo hacedor del osado fanzine Filo o cuando ganó un concurso municipal para realizar un monumento al personaje más hincha creado por otro humorista cordobés: Zazá, de Carlos Ortiz.
“El curador fue Juan Longhini–identifica Crist, muy satisfecho con el recorrido que traza la muestra–. Simplemente tiramos en el piso los originales de los dibujos que están en el libro y él eligió. Como también es dibujante, y tiene el mismo cariño que yo por esas cosas, hizo una muy buena selección, en la que esa línea de relación con la historieta aparece representada en la misma proporción que en el libro, junto a otro tipo de dibujos”.
Para ver."Homenaje a la historieta" se puede vivitar hasta el jueves 12 de mayo, de martes a domingo y feriadosde 10 a 20. La entrada general es de 15 pesos; el boleto que incluye el Museo Caraffa, el Museo Superior de Bellas Artes Evita-Palacio Ferreyra y el Museo Palacio Dionisi tiene un valor de 20 pesos, jubilados estudiantes y menores gratis. Miércoles gratis.
El consagrado humorista gráfico expone un recorrido por los dibujos que dedicó a una de sus grandes pasiones. Cuenta cómo surgió García y la máquina de hacer pájaros, una creación suya que inspiró el nombre de una banda y un disco de Charly.