Una gran muestra que mañana despide el museo Caraffa (Poeta Lugones 411) es “Martín Blaszko, la inestabilidad del equilibrio”, la exposición antológica de un artista fundamental del arte argentino, y uno de los mayores exponentes de la abstracción geométrica en Latinoamérica.
También hasta mañana se pueden recorrer las muestras de Jorge Simes (pinturas de la última década), Cristina Ruiz Guiñazú (“La piel de la naranja”), la obra conjunta de Nahuel Vecino y Alfredo Prior, en “El argot de los estilos”; y la muestra de Salvatore Grande, “La primacía del dibujo”.
La muestra de Blaszko (Berlín, 1920-Buenos Aires, 2011), que tiene curaduría de Patricia Avena Navarro, se presenta en dos salas del museo como una gran instalación formada por 82 piezas, entre pinturas, esculturas, collage y dibujos. Apenas se llega a la muestra, el visitante se encuentra con la obra Júbilo, de 1960, rescatada de la colección del museo. Además se proyectan audiovisuales del cineasta Ignacio Masllorens sobre el artista.
Patricia Avena sostiene que ideó la muestra como una puesta en escena, sin un planteamiento cronológico o lineal, una trama que funciona como un conjunto de intersecciones y de solapamientos de obras y técnicas de diferentes períodos, considerando la obra de Blaszko como un proyecto coherente, de una decidida voluntad de simplicidad por el uso productivo de medios y recursos intencionadamente limitados, y que se caracteriza por las innovaciones que generó gradualmente su poética espacial. Para Blaszko, dos componentes forman “el leitmotiv de nuestra visión del mundo y de nuestro mecanismo de acción: la bipolaridad -contradicción- y la noción del infinito”.
Desde Alemania
Martín Blaszko y su familia huyeron de su país debido al nazismo y a la persecución de los judíos en Europa Central. Recorrieron Polonia y Francia, para recalar finalmente en la Argentina en 1939. Tras la partida de Berlín, la primera parada fue la ciudad de Lodz (1933), donde Blaszko estudió pintura con Jankel Adler y Enrique Barczinski. La invasión alemana de1 939 obligó a su familia a seguir viaje. Después de una breve estancia parisina, donde se encontró varias veces con Marc Chagall, se estableció en Buenos Aires.
Blaszko traía de Europa las influencias de los bodegones y naturalezas muertas de sus maestros, pero todo cambió en 1945, en Buenos Aires, cuando conoció al artista uruguayo Carmelo Arden Quin, cuya teoría estética lo marcaría para siempre. Arden Quin lo invitó a integrar y participar en el lanzamiento del grupo Madí, corriente artística que extremaba los conceptos de creación y de invención.
“El lenguaje escultórico de Martín Blaszko se fundamentó, desde sus inicios, en las innovaciones que generó gradualmente su poética espacial, llevando al límite y reformulando conceptos tan ortodoxos como las cualidades de masa, bulto, volumen y cuerpo para desafiar dicho género milenario”, afirma Patricia Avena sintetizando el proyecto artístico de Martín Blaszko.
Lo que vendrá
La semana que viene, el museo renovará su propuesta. Entre las muestras que abrirán el jueves 26 (y que permanecerán hasta marzo próximo) está “Sean eternos los pinceles”, encuentro artístico de Guillermo Roux y Carlos Alonso que se presentó hace un año en Buenos Aires. También se verá “Las casas”, una muestra de dibujos y pinturas de Martín Kovensky, que evoca y representa todas las casas donde vivió el artista, actualmente radicado en La Cumbre.
La cuarta edición del Salón de Escultura que Patio Olmos convocó junto al Caraffa, también será inaugurado en esta ocasión con las obras de los artistas seleccionados, instancia en la que se anunciarán los premios. Las tres distinciones son de 15 mil, 20 mil y 25 mil pesos.
Entre otras exposiciones, se presentará una muestra de la artista cordobesa Rosa González, quien el 3 de diciembre presentará su libro.
El museo Caraffa exhibe hasta mañana un completo recorrido por la obra de uno de los máximos exponentes de la abstracción geométrica en Latinoamérica. El 26 abrirá al público la última entrega del año, con Carlos Alonso y Guillermo Roux.