La verídica pero increíble historia de un homeless, mendigo y drogadicto con un gran talento para el dibujo que salió adelante y llegó a vender sus obras de arte a algunos de los coleccionistas más importantes del mundo, con la ayuda de una mascota que le dio sentido a su vida, es narrada por el inglés John Dolan el artista en cuestión- en el libro El perro que me cambió la vida, de reciente aparición en librerías argentinas.
Siempre resultan conmovedoras y pegadizas las historias de una persona que pasa de la indigencia a la riqueza, que logra superarse a sí mismo o que tiene un golpe de suerte en su vida que la trastoca para siempre, especialmente en ésta que se suma una tierna mascota, un perro de raza Staffordshire bull terrier que aparece en la vida de Dolan de manera azarosa.
El libro, editado por Grijalbo, incluye ilustraciones del autor, quien, la primera vez que realizó una exposición en una galería de arte de Londres llegó a vender absolutamente todas sus obras ?sold out, como se dice en el mundillo-, pero que antes de conocer al perro George había estado por lo menos 30 veces en prisión.
La autobiografía de Dolan se alterna entre dos tiempos: cuando se dedica a mendigar por la calle junto a su perro, y su niñez, desde que creció en un monoblock en un barrio pobre de Islington, las primeras reprimendas de sus padres, por faltar al colegio y quedarse vagando por el vecindario con muchachos de dudosa reputación y su fanatismo permanente por copiar cómics (arte era la única materia en la que se destacaba).
En un momento, el autor recuerda haber visto frente a sus ojos, desde la ventana de su departamento en una de sus rateadas del colegio-, la filmación del video para Another brick in the Wall de Pink Floyd y sentirse uno de esos chicos autómatas y adoctrinados que necesitan rebelarse, de los que cantaba Roger Waters.
Desde pequeño, las drogas ingresan a su vida y mientras se va descarriando, comienzan las preocupaciones de sus padres, quienes además descubre- en verdad son sus abuelos y a quien siempre consideró su hermana, es su madre biológica.
En medio de esa vorágine turbulenta, de drogas y malas compañías, dibujaba bastante ?para no aburrirme?, según relata: "En la mayor parte de los casos me limitaba a hacer garabatos, copias y dibujos de cualquier cosa que me llamara la atención, pero casi nunca terminaba lo que empezaba. Esa es la historia de mi vida. Tardaría aun 25 años en aprender a terminar mis dibujos. Aunque parezca mentira, el primero con el que lo conseguí fue un retrato de mi querido George, que además fue la primera obra que vendí en mi vida".
El perro George es la columna vertebral de este relato, ya que aparece en su vida para darle un sentido, para obligarlo a levantarse de la cama cuando no encuentra motivos para hacerlo, para llevarle responsabilidades, pero también compañía y cariño.
Mientras la vida de Dolan apenas consiste en sobrevivir en las calles de Londres, sin motivación alguna, George irrumpe en ella y ambos establecen una estrecha y entrañable relación que lo hace recuperar la esperanza e incluso vuelve a dibujar luego de años de no hacerlo, un talento que creía perdido.
Sentados uno al lado del otro en la vereda, John esboza retratos del perro y del mundo que los rodea y milagrosamente ahora ha dejado de ser invisible a los ojos de los transeúntes: ya no es un mendigo más, ahora los curiosos se acercan y compran sus dibujos.
El perro se convirtió así en una suerte de talismán: "Sin George yo no habría vuelto a coger el lápiz tras haber descuidado mi talento durante varias décadas; como tampoco habría conocido a Griff, que es como yo llamo al galerista local Richard Howard-Griffin. Sin duda habría acabado tirado en cualquier parte, en la cárcel o dos metros bajo tierra", cuenta el autor.
Un día, Richard Howard-Griffin, director de una galería cercana a la esquina donde solían ubicarse Dolan y George a mendigar -en la acera en High Street, en el barrio londinense de Shoreditch, en la zona norte de la capital inglesa- le preguntó si quería dibujar algunos paisajes urbanos para él.
Desde entonces, Dolan, quien ahora tiene 43 años, colaboró con otros artistas famosos, sus obras se exhibieron en Nueva York y Moscú y vendió sus dibujos en diversas exposiciones en galerías de Londres, algunos por arriba de cuatro mil libras (unos seis mil dólares) el original, y exorcizó su pasado en el libro El perro que me cambió la vida.
La increíble historia de un hombre que pasó de vender sus obras en la calle a ser una de las celebridades más famosas del mundo.