La visita a Córdoba de Cuauhtémoc Medina, crítico, curador e historiador del arte mejicano, comenzó el lunes con una conferencia sobre el Museo Universitario Arte Contemporáneo (Muac) de la Universidad Nacional Autónoma de México, en relación al “museo como intersección”. El evento público, organizado por el colectivo Coleccionismo Federal en el Museo Evita-Palacio Ferreyra, reunió sobre todo a integrantes de la comunidad artística local. El académico es la figura más sobresaliente de un programa de formación de artistas jóvenes que los coleccionistas han organizado.
Formación para artistas noveles. El colectivo Coleccionismo Federal lanzó un programa de formación para artistas jóvenes, para el cual resultaron seleccionados Joaquín Aras (Buenos Aires), Romina Casile (Rosario, Santa Fe), Bruno Del Giudice (Chaco), Jessica Agustina Gómez (Córdoba), La Magdalena de Hoy: Ernestina Fabbri y Eliana Bianchi (Rosario, Santa Fe), y Estefanía Santiago (La Plata, Buenos Aires).
Al hablar del museo, Medina hizo foco en su condición de fetiche, y desplegó distintos conceptos alrededor de este lugar que concentra amores y odios: se refirió al museo como “objeto de negociaciones de poder”, cargado de ambivalencias e instrumento de una compleja negociación.
En relación al Muac, donde trabaja desde 2008, Medina planteó al museo como un “laboratorio de procesos de producción colectiva”, que también está pensando temas como el “problema de la inclusión” y la descentralización de la experiencia al sacar obras de su patrimonio, por ejemplo con proyectos como “El Muac en tu casa”.
Centro versus periferia:“Es importante la variabilidad de la periferia, porque el centro se puede modificar también; una de las tareas interesantes de la redistribución del arte contemporáneo en los últimos años fue la multiplicación del centro y de alguna manera su apropiabilidad por la vía de la instauración de una serie de eventos y actos como las bienales. La multiplicación de bienales es como una especie de administración del centro: el centro se puede instalar en Antofagasta si uno quiere, y con una pequeña inversión, claro”.
El crítico y curador se refirió también a la “función museo”, en cuanto espacio de intersección de fuerzas y tendencias, cruce de expectativas privadas y públicas y su potencial como “zona de intensidades” donde se producen choques y luchas benéficas.
–La idea de museo que usted plantea lo saca del lugar común, de las teorías museológicas, y puede ayudar a pensar también a otras instituciones culturales.
–Supongo que sí, pero pocas instituciones culturales poseen la vivacidad de tener distintos actores sociales reclamando distintos discursos y estableciendo negociaciones en el interior como tienen los museos. Los museos están mucho menos protegidos y por tanto emergen de la discusión de manera muy clara, y como el arte contemporáneo es un territorio de intensidades particularmente claras, acaba resultando una caja de resonancias muy palpable. Probablemente, en otras áreas haya más dificultades.
–Hay una idea del público como adversario que genera preguntas. ¿El público es también un territorio para conquistar?
–La desconfianza, hay que enfrentarse ahí. La transición de una práctica de arte contemporáneo que no tiene públicos a una que tenga públicos no es fácil, implica tener que vérselas con un acompañante que no está predeterminado para favorecerte. Es una relación que puede llegar a ser muy conflictiva.
–Y que genera esto de “no entiendo”, de repudio.
–Hay algo difícil de manejar, que puede ser muy pernicioso, y es que una parte de ese público está sufriendo en un período muy corto crisis y shocks que históricamente se repartieron en 100 años. De pronto, se lee como escándalo lo que el registro histórico marcó como escándalo en 1917. Hay que acompañar, construir la sala de trauma para la gente que descubre que el proceso artístico no tiene que ver con su representación de las bellas artes.
–¿Encuentra provechoso ese enojo?
–Sí, pero en varios lugares puede tener representantes problemáticos, sobre todo cuando la prensa toma partido por la reacción, cuando replica eso y no interroga. Está bien si hay desazón, eso debe ser reportado. Pero por lo general son respuestas sobre algo que con frecuencia ya estaba ahí, entonces la pregunta es por qué se tardó tanto tiempo en llamar a los bomberos.
–El museo se abre, no sin riesgo, a públicos desconocidos. En un punto, no sabe a quién se dirige…
–El museo es algo que está abierto a cualquiera que cruza desde la calle, y eso es muy notable, pocas instituciones sociales están abiertas de esa manera.
–Para los artistas, el museo es sobre todo ese campo de choque, y desde las políticas culturales se lo percibe como una posibilidad, por ejemplo para ejecutar acciones como la Noche de los Museos. Son distintas percepciones…
–Eso es bueno, porque por un lado obliga a los artistas a volverse a ver, es muy ventajoso tener que explicar algo que uno pensaba que entendía. Y por otro lado, es potencialmente bueno porque lo que uno está tratando de argumentar es la base de la cultura de todos los demás. Creo que estamos en un momento muy importante, estamos describiendo el proceso de expansión demográfica del arte contemporáneo como algo que es parte de la cultura, seguramente en una generación más estaremos en otra situación, en donde ese campo resulte mucho más cercano.
En opinión de Medina, “nunca hubo tanto público para los museos en términos generales”. “Los museos son territorios que están creciendo –señala–, cada día tienen más fuerza. El museo es uno de los pocos lugares donde puede haber encuentros basados en la curiosidad o en la discusión, en el malentendido o en el acuerdo inesperado. Hay una serie de relaciones sociales que estas instituciones propician que tienen un sabor especial, y que de pronto apartan a la gente del televisor”.
Perfil. Crítico e historiador del arte, Cuauhtémoc Medina fue entre 2002 y 2008 el primer Curador Asociado de Arte Latinoamericano en las Colecciones de la Tate Modern (Reino Unido). En 2009 tuvo a su cargo curar el envío de México a la Bienal de Venecia, ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, una instalación de Teresa Margolles que utilizaba sangre y otros fluidos de víctimas del narcotráfico recogidos por la artista en los lugares de los asesinatos. Es Curador en Jefe del Museo Universitario Arte Contemporáneo de la Unam (México). Acaba de inaugurar en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) la muestra de Francis Alÿs "Relato de una negociación", con curaduría de Cuauhtémoc Medina.
El prestigioso curador mejicano visita Córdoba en el marco de un programa de formación de artistas jóvenes. Dio una charla pública.