“La mano que pinta se recuerda en trozos del pasado que sueña con haber vivido”, se lee en el catálogo de la muestra El peso de la naranja, de la artista Cristina Ruiz Guiñazú, que se exhibe en el Museo Caraffa (Poeta Lugones 411). María Laura Rodríguez Mayol, la autora de la frase y curadora de la exposición, rescata así la “narración en primera persona” de la primera muestra de Ruiz Guiñazú en la ciudad donde ella estudió arte.
Cristina nació en Malargüe, provincia de Mendoza, y está radicada en París, donde trabajó a fines de la década de 1970 en el atelier de Antonio Seguí. Dice que es “una gran alegría, una enorme satisfacción” y una “experiencia inolvidable” exponer en el Caraffa: “Por la oportunidad de mostrar esta selección de mi obra por primera vez en mi querida Córdoba, la ciudad de mis años tiernos y cuna de mi formación de pintora”.
–¿Qué significa pensarte o narrarte desde la autobiografía?
–La mayoría de los artistas, y sobre todo los que trabajamos con la imagen, de alguna manera nos narramos historias (a nosotros mismos en principio) y utilizamos elementos autobiográficos. El ejemplo más flagrante es Frida Kahlo. Creo que todos, de alguna manera, pintamos nuestra propia historia, con metáforas, o de manera no explícita, porque nuestra mayor preocupación es estética y pasa por el gran desafío de cómo componer el cuadro.
En El peso de la naranja las imágenes son directas, contundentes. Incluso la forma de pintar. Para Ruiz Guiñazú, ese acto es una “preocupación constante por lograr el equilibrio en la composición, la línea adecuada, la luz necesaria, lo justo en el color”.
“Siempre digo que en el acto de pintar no hay una larga reflexión previa –sostiene la artista–. Funciona más como un hecho compulsivo. La reflexión viene mas bien después de haber creado la obra”.
Infancia
Cristina evoca su infancia en algunas imágenes de la muestra. “Toda la serie de Patagonia que expuse primero en mi galería de París, Popy Arvani, y luego en la Maison Elsa Triolet Aragón, y que se llamó Memorias de Patagonia, encontró sus musas en un viaje a Malargüe que hice con mi familia", le cuenta a VOS desde París. Y su relato conecta tiempos en su relato: "Fue un viaje con la intención de volver a ver con ojos de adulta aquel pueblito que había dejado en 1960. Y fue todo un descubrimiento. Volver a ver con otra mirada ese paisaje absolutamente extraordinario que la mirada de la niñez no me había revelado. Ese fue sin duda el reencuentro con la infancia y el disparador de toda esa serie de cuadros en los que se desarrollaban pequeñas historias en medio de esos paisajes”.
En esta exposición “está sólo el primero de la serie, la Venus Patagónica, inspirada en la Venus del Giorgione dentro de un paisaje de la tierra que me vio nacer. Es un cuadro importante para mí porque lo considero una metáfora de mi division interna, en tanto mis raíces profundas argentinas están entremezcladas con mis raíces europeas. Llevo ya casi una vida en Francia, aquí llegué con 26 años”.
Hacia otros territorios traslada la artista con su pintura, siempre desde su propia experiencia: el cuerpo, el desnudo, lo femenino. “El cuerpo humano es el leitmotiv de mi pintura, en el que la mujer, la femineidad, tiene un rol muy importante”, revela. Allí está “la mujer como sujeto de creación (la creación de la vida)”.
El desnudo está en primer plano y en escala real en sus grandes pinturas en el Caraffa: “No hay que olvidar que desde la prehistoria los artistas tuvieron la necesidad de hacerlo, ha sido y sigue siendo el sujeto de mi mirada en todos los periodos de la historia, tanto la Grecia clásica como la Edad Media, el Renacimiento, y sobre todo el siglo 19 francés, los Pompiers, gran fuente de inspiración y júbilo pictórico para mí”.
“El desnudo nace en mí como un deseo de trabajarlo con una impronta actual, con el realismo que me gusta hacer. El desnudo como representación de la persona en su auténtica veracidad. Nada está más desnudo que la verdad”, reflexiona. Y añade sobre los modelos: “Son personajes de mi entorno, con los que tengo lazos afectivos y en los que puedo plasmar a través de la cosa gestual, rasgos de su personalidad”.
–¿Qué sigue diciendo la pintura?
–La pintura es una necesidad cotidiana. Es un estímulo enorme en nuestro cerebro, como dicen hoy inclusive las neurociencias. Tanto crearla como contemplarla. Es una experiencia emocional fabulosa en la que el tiempo se detiene. Un momento de abstracción de la realidad para ingresar en un mundo de ensueño. Como Alicia, que se pregunta por lo que encontrará del otro lado del espejo. Para uno, artista, la pintura es tan esencial como complicado explicarla. Sabemos que lleva inscripta en ella nuestra impronta cultural, nuestra propia representación que encuentra ecos en el otro, en el que la recibe con su mirada. Si uno pudiera decirla con palabras es probable que no habría ninguna razón para pintarla.
Para ver. La muestra El peso de la naranja se puede ver en el Museo Caraffa (Poeta Lugones 411) hasta el 19 de noviembre. Martes a domingos de 10 a 13 y de 18 a 21.
Cristina Ruiz Guiñazú, artista formada en Córdoba y radicada hace décadas en París, presenta El peso de la naranja, su primera exposición en el Museo Caraffa.