Los virales son irracionales y su furor no tiene explicación. Pero en algunos casos el secreto yace oculto y con el tiempo logra descifrarse. El niño fanático de Liniers conjugó ternura con retorcimiento intelectual y sociopatía. El cyberbulling quizás se deba a que este niño es una sátira del lector modelo de Liniers, un niño viviendo en los entresijos de lo bufonesco, lo naif y lo espeluznante.
Varios historietistas como Maitena, Nik, Quino o Milo Lockett generan un poderoso merchandising, pero Liniers va más allá y no sólo factura por sus creaciones: él mismo busca convertirse en un personaje de su tira Macanudo, expandiendo las propiedades de su poética para hacer de su persona una marca. Por eso todo en Liniers tiende a la sobreactuación e irrita, como un Andy Warhol del subdesarrollo emocional.
Con lentes de marco grueso, camisa a cuadros, barba crecida y gorros de lana a lo Jacques Cousteau, Liniers se encasilla rápidamente en una estética hipster. Su simpatía exagerada, su hipersensibilidad social y su despotismo chillón completan al personaje, dejándolo listo para una sucesión de aventuras mediáticas. Y por mediático debemos entender el desprendimiento que la figura hace de su obra, transformándose en un significante independiente. Hoy sabemos quién es Liniers sin necesidad de leerlo.
En Facebook existe un grupo llamado "Interpretando a Liniers", con una buena idea: soplar el azúcar de las historietas de Macanudo y reelaborar los diálogos, reemplazando las líneas originales por otras cínicas, escatológicas y depravadas. Liniers decidió ir al cruce con los creadores del grupo, amenazándolos con "cagarlos a trompadas". El escándalo se desató por una historieta en donde se insinuaba una relación entre Liniers y su hija. Dentro del calibre de la página, la historieta del incesto no era grave e incluso estuvo facilitada por el mismo Liniers, que expone su vida privada dibujándose junto a su familia en formato de conejo. Sin el alarido de Liniers, la historieta hubiese pasado inadvertida. Pero finalmente Liniers gana la pulseada, impone un careo en un programa de radio y los creadores del grupo se retractan.
Al historietista también podemos encontrarlo en programas web como Eléctrica o Momento con Liniers. Estas producciones se amoldan a su sentido del humor absurdo y vago, quedándole todo a medida. Lo curioso es que Liniers hace de Liniers, consumando un narcisismo camuflado de autoparodia.
En el imaginario mediático tampoco podemos omitir las giras rockeras con Kevin Johansen. Performances facturadas que son un absoluto despropósito: Kevin Johansen hace música y Liniers dibuja. Sólo dibuja. Y el dúo recorre el país.
Un momento épico dentro de este vagabundeo mediático ocurrió recientemente, gracias a la provocación del crítico de arte Rodrigo Cañete, quien lo acusó en su blog de mal dibujante, plagiador y empresario inescrupuloso. Lo fascinante del caso fue cómo Liniers cayó en la trampa de Cañete, al punto no sólo de intercambiar mails para que se retractara, sino yendo a visitarlo. Cañete montó una escena circense, desnudándose mientras Liniers tartamudeaba que no estaba acomodado en La Nación y que fue tapa en The New Yorker.
El niño fanático de Liniers genera una risa incómoda y culpógena por las repercusiones del cyberbulling, pero esta risa también tiene algo sincero y revelador: nos reímos no tanto del niño como de lo que Liniers provoca, como si allí tuviésemos un ejemplo de las consecuencias psíquicas que podrían generarse por consumir sin discreción las historietas de Macanudo.
El historietista Liniers no sólo está presente en cientos de productos de merchandising, él mismo busca convertirse en un personaje de la tira Macanudo.