La fotografía que Helen Zout le tomó a Jorge Julio López mantiene viva la memoria del testigo en los juicios por crímenes de lesa humanidad, que sobrevivió a la última dictadura militar y está desaparecido desde el 18 de septiembre de 2006.
Apareciendo a López, de Gabriel Orge, es una obra en proceso que se activa en espacios significativos en la vida del artista (donde sea que él vaya, la hace aparecer). Esto es así no sólo por la poderosa imagen de Zout que él rescata; también por aquella pregunta, “¿Dónde está López?”, que instala un terror del pasado en el presente. Más allá de esto, Apareciendo a López proyecta un semblante que va despertando distintas asociaciones en el público, y se transforma en una obra abierta.
En septiembre del año pasado Orge comenzó una serie de “apariciones” de la emblemática imagen de López en un muro “enorme y vacío” de barrio Cofico de la ciudad de Córdoba. Allí, cuenta Gabriel, “la figura de López quedó sobre la ciudad”. Este verano, el río Ctalamochita, en cercanías de Bell Ville y Labios del Indio, en Bialet Massé, oficiaron de escenarios naturales, aún más enigmáticos que el muro, para la presencia casi mítica que va adquiriendo el rostro del desaparecido.
En la proyección urbana que hizo Orge, un gesto sucede a otro: “López, con los ojos cerrados, de pronto te mira”. Orge tomó fotos de esa proyección, que también filmó, y luego en el río proyectó sobre los árboles y las ramas, absorbiendo así el retrato todas sus texturas, haciéndose uno con la naturaleza, “entre el agua, la tierra y el cielo”.
Hacía tiempo el artista quería llevar la imagen a ese lugar que conoce de niño. Hizo pruebas nocturnas y en diciembre concretó por fin la acción en una de las barrancas del río, frente al balneario, con público ocasional. Tiene otros lugares en mente, cuenta, que “implican cierto riesgo”.
Orge llegó a la “aparición” como idea de su obra a partir de otro concepto, el de intemperie, y el trabajo de los artistas de la década de 1960 en el espacio público, “que tomaban la calle como un lugar de experimentación”: en este caso, “hacer aparecer una imagen tiene que ver con un contexto social y político actual, con una desaparición en democracia”.
En ese proceso de investigar, el artista se encontró con las apariciones de las imágenes religiosas (“registros fotográficos precarios de apariciones en los pueblos, vinculadas con lo religioso, sobre todo de Vírgenes”): “Lo que ve la gente, lo que encuentra, el deseo, que en el caso de la religión se vincula con la fe, en este caso tiene que ver con la historia y la memoria, como metáfora de memoria viva, de López y de todos lo que no están”, analiza Gabriel Orge.
Cuando su obra se vio en la pared del edificio en barrio Cofico, resultaron interesantes los testimonios de la gente: no todos vieron a López. La mayoría de la gente que pasaba por la calle no lo identificó, alguno pensó que era Sarmiento. O “Un Gran Hermano que nos mira”, recuerda Gabriel, quien piensa que esto puede haber sucedido por el hecho de no haber direccionado la lectura en su propuesta. No planteó un reclamo político, aunque sabe que todo arte es político, y que gran parte de su producción se relaciona a lo social (retrato y espacio público fueron los ejes de su serie Calle San Martín años atrás).
Quizá Gabriel se haya acercado al estado de conciencia social y el poder visual de la imagen, en las pocas personas que a primera vista identificaban a López en el retrato. Apareciendo a López podría dejar como efecto recordar, reinstalar esa imagen. Al menos, algo pasa, dice Gabriel: “Irrumpe en lo cotidiano del sector donde sucede la proyección. Algo se pregunta la gente, a una mujer le sorprendió encontrarse con la imagen, además se generaron diálogos y discusiones. Es interesante que una acción artística que aparece en el espacio público provoque un cambio mínimo, una reacción, un pensamiento”.
López tiene los ojos cerrados en la fotografía que el artista estuvo este verano proyectando en el campo. Antes de llevar la imagen al aire libre, Orge intervino la fotografía de Zout, llevándola a blanco y negro: “El gesto en el que él cierra los ojos encarna el dolor y el misterio de lo que le sucedió. Me conmovió la foto desde la primera vez que la vi”. Para el artista, “la ilusión de que López aparezca no se pierde, está latente”.
Apareciendo a López, de Gabriel Orge, instaló en un muro de la ciudad el rostro de Julio López, desaparecido desde 2006. El río Ctalamochita y luego Labios del Indio, en Bialet Massé, fueron este verano los escenarios para la emblemática fotografía.