Las esculturas del uruguayo Freddy Reimon

Para Freddy Reimon, el arte no es más que un vehículo de expresión, un juego. Sus intereses, como estudiar las costumbres de algunas culturas, más tarde encuentran cabida en formas escultóricas o en pinturas a las que puede dedicar años. “Dos golpes”, un proyecto que venía realizando desde 2012, un conjunto de 12 piezas, es lo que hoy exhibe en el hall del nuevo Centro Cultural Córdoba, ubicado entre el museo Caraffa y el museo de Ciencias Naturales, que contiene además el nuevo Archivo Histórico de la Provincia.

Arte y ciencia son dos de sus fuentes de indagación, dice Freddy, escultor uruguayo que se vino a Córdoba a estudiar, en la Escuela de Bellas Artes Figueroa Alcorta primero y luego en la UNC, y a vivir (tiene su taller en barrio San Vicente).

“Dos golpes” es una obra sobre los árboles, cuenta. “Quería humanizar el árbol”, especifica, y para ello se puso a tatuarlos. En sí, resume el artista, la obra habla de árboles, tatuajes, mujeres, hábitat, identidad, fuego y piel. Después dirá que sus esculturas son “mujeres quemadas”.

Reimon se inspiró en el libro Tristes trópicos, del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, en el que descubrió el destino de la tribu Caduveo (extinguida en 1930, que se desarrolló en los límites entre Paraguay y Brasil): sus mujeres tatuaban sus cuerpos, los hombres no participaban de este ritual; lo hacían como símbolo de belleza. “Por coquetería”, aduce Reimon.

“Dos golpes”, frase que da nombre a la muestra, viene del idioma maorí (Nueva Zelanda): la palabra Tatau (tatuaje) significa dos o más golpes. “En el segundo pinchazo se tiñe la piel”, explica. El artista unió distintas vertientes de su experiencia de viajes y lecturas, condensadas ahora en la escultura.

Aquellas mujeres de una cultura perdida son las mujeres sacrificadas, quemadas, “asadas”, que han encarnado en los troncos de los árboles que dan soporte a su obra, y que por esta razón, su superficie también cumple la función de piel sobre la que el artista fue tatuando diseños propios, en los que unificó formas repetidas de los caduveos.

“Todo es muy preciosista y sutil”, afirma Reimon sobre su trabajo, que deja a la vista la huella del tiempo sobre troncos centenarios, con los que dialoga aportando algunas coloraciones. Cada fragmento de madera guarda su historia, dice. Luego mira bajo y casi en secreto, declara: “El árbol vio cosas”.

Cada escultura se apoya en lo que puede considerarse otra obra, trozos de quebracho blanco que exhiben naturaleza original y su paso por la cultura contemporánea, asimilando las líneas del corte industrial.

Algunas de las maderas que ha utilizado para sus obras son troncos que estaban sumergidos en el agua, que extrajo de lugares del sur del país, del pie de la cordillera de los Andes, o de las orillas del lago Nahuel Huapi (radales, lenga); pedazos “que caen con el deshielo y que pueden tener siglos”. Otros troncos son del Mar de Ansenuza (Córdoba).

Sus esculturas no tienen nombre salvo una, Naliqué, la única forma que representa a una niña, “la pureza y la esperanza”. Plumas de colores de pájaros componen tocados de exquisita belleza y adornan cada pieza. Los consiguió como fruto de años de coleccionar elementos encontrados y elegidos en entornos naturales.

Por momentos, algunas de estas bijou, como las llama Freddy, se asemejan a piercings, aros metálicos que atraviesan la madera. “Toda esa belleza perdida”, se lamenta mientras recorre sus obras, casi testimoniales. Por allí aparece un pequeño fragmento de marfil, y ante cada mínima pieza incrustada, Freddy puede contar una historia, o una anécdota. En sus obras regresan las imágenes de otros tiempos.

Para ver. La muestra de Freddy Reimon se podrá ver en el Centro Cultural Córdoba que alberga al flamante Archivo Histórico Provincial (avenida Poeta Lugones 401). Hasta el 31 de diciembre, de 10 a 20, con entrada gratuita.