Hacia lo alto, elevándose, un mástil sobre una fotografía de He Man y mirando hacia un lado un encaje púrpura resaltan al ingresar al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA): las imponente obras de Damián Santa Cruz y Noelia Correa (Noesasí) dan inicio al recorrido de la muestra del Proyecto Yungas, una plataforma de formación que lidera Raúl Flores. Cordobesa ella y porteño él (aunque desde hace mucho vive y trabaja en esta ciudad), Correa y Santa Cruz representan por estos días parte una generosa porción de la escena local que exhibe en la Ciudad de Buenos Aires. No es cosa de todos los días exponer en un importante museo como el Malba.
También Flores, artista y curador, es cordobés, como la producción detrás de Yungas, de Catalina Urtubey, a través de la galería de arte El Gran Vidrio, de Córdoba. Y hasta la colección que adquirió las obras de los artistas cordobeses, HAB, es de aquí.
Noelia y Damián recorrieron junto a VOS la muestra para dialogar sobre estas piezas, instalaciones escultóricas que exhiben junto a otros artistas del país, obras de largo aliento: Posdrama, y Acto de Fe, de ella; Cucharon para caldo de cultivo y I Have the Power, de él.
La muestra es una clase magistral del Proyecto Yungas, afirma Damián, y la oportunidad de aprender a trabajar con una institución de nivel internacional. “Yungas es el proyecto que Raúl Flores y Piero Sogno dirigen desde hace nueve años, una beca anual que viaja por Mendoza, Tucumán, Corrientes, Córdoba, El Tigre y está por lanzar su edición en CABA”, comenta el artista. Su paso por Córdoba fue en el 2015, en El Gran Vidrio: “Nueve artistas fuimos becados, de los cuales eso dio como resultado el espacio Flores, que actualmente llevamos adelante Noelia Correa, Martín Carrizo, Samantha Ferro, Victoria Liguori y yo”, cuenta.
Noesasí: Calma después de la tempestad
“Posdrama es mi obra más reciente realizada especialmente para esta exposición”, cuenta Noelia (Noesasí) sobre esta “escultura objetual” cuya inspiración fue un vestido de novia rojo que la hizo pensar en las condiciones de la mujer en el arte, “mito o no, y de qué decisiones tomaría al respecto en mi vida”. Sin embargo, agrega, durante su realización la narración tomó otro rumbo: “el posdrama es el momento posterior al drama; la calma después de la tempestad”. Noesasí tomó consciencia de los modos extremos de producción que se suelen llevar adelante, “y asocié el posdrama al momento de finalización de la obra, al regocijo y satisfacción de haberlo realizado, a la obra luciendo, impecable, exhibida”.
Para la artista, tanto Posdrama (2019) como Acto de Fe (2017), que también expone en el MALBA, son obras donde piensa al artista en relación a su obra desde un lugar “experiencial, existencialista y autobiográfico”.
“Acto de fe es la primera de un segundo bloque de producción de mi obra”, cuenta Noelia. La exhibió antes en la galería de arte La Ira de Dios, también en la ciudad de Buenos Aires: “Esa obra venía a significar para mí una declaración de intenciones, que por un lado me permitía pensar, entender y reposicionar sobre qué categoría de arte decidía trabajar y por el otro, sensible y narrativamente, reafirmar mi decisión de ser artista y con ello empatizar con todas las decisiones y apuestas asociadas a cuestiones de creencias personales fuertes, con las que puede conectar un espectador”.
Ambas piezas tienen su anclaje sobre una determinada esencia y categoría de artista: “lo romántico, melancólico y dramático”, remarca Noesasí.
Damián Santa Cruz: atravesar el momento de aprendizaje
En 2017, Damián Santa Cruz comenzó a trabajar obras en relación a la idea de las “verticalidades”, como Cucharon para caldo de cultivo, un mástil de seis metros de madera, sin bandera (foto), que expone en el MALBA; y otras como Piénsese, si se quiere, en las reliquias, un cesto de basura con una bandera; Qué hermosa noche, qué olor a muerte, miniaturas de alumbrado público; y El Hacedor de Dioses, una torre de comunicación de madera.
Después de inaugurar en el MALBA, Damián se instaló en una isla en el Tigre (provincia de Buenos Aires) para desarrollar una secuela de la obra El Hacedor de Dioses, gracias a una beca de formación del Fondo Nacional de las Artes: “Por las dificultades de la llegada de señal, decidí construir 15 torres de comunicación de mimbre e instalarlas en distintos puntos del Delta”, cuenta el artista sobre el proyecto AD-Insula, que significa aislado en latín, y etimológicamente dice “el que vive en la isla”.
Sin caer en el exotismo del lugar, aclara, aborda “las particularidades de la comunicación cotidiana de los Isleños”, en un territorio de cruce entre casas de fin de semana, barrios privados e Isleños que viven allí desde varias generaciones. Observa cómo se entremezcla ese mundo entre canales y arroyos, con el agua como condicionante, y un río que baja y sube.
Su propuesta condensa en un documental la vida de “los productores de mimbre, la soledad de los isleños, la lancha almacenera, la lancha colectiva y los mosquitos”. Todo lo que se le cruza mientras fabrica las torres. “En sí, las piezas son la excusa para la interrelación y el relato del otro, al mismo tiempo me pienso en soledad y sin señal”, declara.
Con cada obra Damián desarrolla secuelas que le ayudan a investigar temas relacionados a cada una de estas verticalidades, para “no repetir técnicas y hasta hacer cosas que no tengo ni idea de cómo se hacen”, dice, ya que, como práctica artística, no busca perfeccionar ninguna disciplina, aunque sí experimentar y conocer, incluso a través de tutoriales: “No busco ser el mejor en una cosa, busco hacer muchas cosas, queriendo atravesar ese hermoso proceso de aprendizaje repetidas veces”.
Cucharon para caldo de cultivo (mástil), que exhibe en el MALBA, “habla de la forma en la cual cada individuo dentro de la institución educativa rinde pleitesía a un mástil, con todos los aprendices formados bajo una suerte de ritual frente al monolito”, que incluye mandatos como la división de géneros (mujer y varón), mayor y menor, y “con el brazo en alza formando un ángulo recto respecto al cuerpo, se toma distancia”. El buen comportamiento, y rendir con el programa académico serán esenciales para “izar la bandera”: “Todo frente a un gran mástil que llega al cielo donde flamea una bandera que no nos dice de dónde somos”.
Damián había exhibido también en Buenos Aires el año pasado (en la feria FACA), una obra relacionada a este mástil sin bandera de Cucharon para caldo de cultivo: La espuma y la nata del ciudadano: un gran telar construido con maderas de la calle para tejer la bandera argentina con amigos, y de paso “discutir la aproximación al emblema nacional”.
En la obra que dialoga con el mástil, I Have The Power (foto), el título retoma la frase que pronunciaba He Man, el personaje animado de los’ 80 “autoproclamado como el hombre más poderoso del universo”. Para Damián esta obra fue como un juego que le hacía sentir que “todo era posible”: “El hombre más poderoso del universo con su espada en alto frente a la bandera argentina”. Además, esta obra es “un documento que marca una generación, un momento donde el poder estaba enlazado con la fuerza física y el boom del físico culturismo”. El modelo de He Man es César Alejandro Julia, un cordobés séxtuple campeón nacional de físico culturismo, “una estrella”: “Hacer esta foto me introdujo en el mundo del culturismo, y sus rituales”, dice Damián.
Raúl Flores, curador de la muestra, quiso que las obras Cucharon para caldo de cultivo y I Have the Power, el mástil y la bandera, dialogaran y fueran iluminados por luz natural, lo que acerca, sostiene Damián, a “la verdadera intención de obra”.