El filamento de un sueño que podría retenerse antes de que el día se lo trague y lo disuelva en un manchón borroso. Vivencias personales. Imágenes que se dejaron cazar y son llevadas a la tela o el papel más que nada como anzuelos. La pintura de Lucas Jalowski junta cosas acá y allá, las arrastra en dirección de lo que podría ser una anécdota o una historia y al final las entrega para hacer algo que nunca es un relato cerrado o plenamente comprensible. En cierto modo, la pintura renuncia a contar el cuento.
El artista cordobés presenta en el Museo Caraffa la muestra “Los bañistas”. Existe una extensa y rica tradición pictórica que se ha detenido en ese motivo. Desde Paul Gauguin a Pierre Auguste Renoir, pasando por Paul Cézanne o la argentina Raquel Forner.
A Jalowski le interesa ese diálogo con la tradición. La carbonilla sobre papel El sueño de la razón produce bañistas, por ejemplo, le hace un guiño juguetón en su título a un famoso grabado de los Caprichos de Goya. Pero el acento está puesto en las inflexiones propias.
La muestra es el resultado del proceso de “edición” de una serie mayor. Cuenta Jalowski que “surgió de forma casi anecdótica, producto de una experiencia personal como bañista, y terminó siendo un proceso que continué con insistencia durante varios años”.
Y añade: “El nombre de la serie, que estuvo presente desde el primer momento, hace referencia a uno de los géneros tradicionales de la historia de la pintura, en parte como homenaje a mi medio. Si bien con las vanguardias de la primera mitad del siglo XX el género de bañistas fue virando a una visión menos romántica y más cruda, siempre fue usado para expresar una actitud sobre la forma viva. Creo que es esa actitud la que se desfasa en mi obra”.
Las imágenes llegan de varios lados y surgen de distintos procesos. “En general comienzo con una idea o más bien una imagen mental –señala–. Una visión casi intuitiva de un mundo o un recorrido que se me aparece distante. A partir de allí salgo en búsqueda de elementos que me ayuden a lograr un acercamiento que, por otro lado, sé que nunca se va a producir. Algo así como salir a buscar locaciones y personajes. Trabajo luego con imágenes, tal vez un fragmento que me sirve como idea de partida, trabajo con mi memoria. También hago bocetos”.
“Pero en el proceso las referencias se diluyen –advierte–, la pintura misma por momentos deviene en lucha y hace que se pierda lo que podría ser un trabajo lineal. Algunas de las obras de esta serie en particular son imágenes que se me han aparecido en sueños y he tratado de recuperar”.
Presencias un poco fantasmales, una atmósfera que atrapa los ojos y otorga una leve sensación de inmersión onírica, la materia poderosamente sensual del óleo y pellizcos dramáticos definen un conjunto de obras animadas no tanto por un deseo de posesión del mundo visible como de transformación de la imagen en campo de experiencias e interrogación del propio lenguaje.
Materia intensa
–Hay un componente “narrativo” en tu obra, el título de la muestra incita a buscar relatos o anécdotas en las escenas, y al mismo tiempo la pintura se escapa de lo anecdótico, se independiza haciendo como su propio camino sin la historia que arrastra. ¿Cómo pensás ese doble movimiento?
–Por un lado, el tema es por momentos una excusa, o hasta podría decir una trampa. La verdadera pintura está en otro lado. Me interesa que la obra tenga esa cualidad narrativa, trabajo mis recursos formales, la composición, el espacio, el color, los objetos y personajes; erosionando la mímesis para que así suceda. Pero intento que esto no genere en el espectador un relato cerrado, sino más bien una duda reflexiva. De hecho, uno de los criterios de selección de obras para el montaje que usamos con el curador, Dante Montich, fue dejar de lado aquellas obras de la serie donde las referencias parecían más evidentes. La obra no es un código a resolver, sino que de ella se desprenden un conjunto de otras imágenes. En la charla a pie de obra, en la muestra, se hizo referencia a esas imágenes como imágenes satélites y estas tienen que ver con diferentes aspectos: el contexto, la historia, la historia de la pintura, experiencias personales y otros factores.
–¿Te pensás dentro o en diálogo con alguna tradición pictórica?
–Hay muchísimos artistas que me han servido de referentes, y estos referentes van mutando a lo largo del tiempo, como muta mi obra. Desde Rembrandt, Goya, pasando por los expresionistas alemanes, Miguel Carlos Victorica, la escuela de Londres, Luis Sosa Luna, llegando a figuras arquetípicas de la pintura de fines de siglo XX como Anselm Kiefer y Gerhard Richter. Podría nombrar a un montón de pintores y dibujantes contemporáneos. En particular me gusta mucho la nueva pintura rumana y polaca, con la que encuentro una fuerte afinidad en cuanto al contenido dramático, quizás porque comparto con ellos un pasado en común.
–La pintura, en algún momento con un rol predominante en el campo del arte, convive hoy con una multiplicidad de lenguajes, y se podría decir que debe encontrar su lugar bajo el “imperio” de otras expresiones. ¿Te impacta de alguna manera esa situación?
–Sí, está siempre presente y eso, lo quiera o no, tiene cada vez más espacio en mis reflexiones sobre la obra. Siempre que tengo que hablar de mi trabajo, una pregunta que aparece es por qué pintura y no otro medio. La pintura es vista por algunos como una especie de cliché. Pero es quizás esa insistencia y necesidad constante de volver a encontrar su lugar lo que me atrae de ella. Yo pinto desde muy chico, la pintura siempre fue parte de mi vida. Creo que es uno de los medios más directos para poder generar una idea. Por otro lado, la relación que posibilita (ya sea en lucha o goce) con la materia es particularmente intensa. Paradójicamente, esta especie de duda continua que ronda alrededor de la pintura no recae en otro medio que tiene el mismo peso histórico como es el dibujo. Más teniendo en cuenta que los límites entre ambos (y esto pasa mucho en mi obra) cada vez se encuentran más diluidos.
Para ver. La muestra “Los bañistas”, de Lucas Jalowski, se puede visitar en el Museo Caraffa (Poeta Lugones 411) hasta el 2 de agosto. De martes a domingos y feriados de 10 a 20.
Lucas Jalowski presenta en el Museo Caraffa la muestra “Los bañistas”, compuesta por dibujos y pinturas. El artista cordobés cuenta cómo surgió la serie, se refiere a su manera de concebir la pintura y cuenta qué lo atrae de un lenguaje que está siempre buscando su lugar.