Un mundo de bestias de plástico con cuerpos humanos y cabezas de animales que ensayan ademanes eróticos o provocan con vestimenta de látex y dispositivos sexuales. Un conjunto de desnudos fotográficos que retratan el encuentro de un chico con sus deseos más íntimos. Otra serie fotográfica que alimenta las fantasías con suave elegancia. Un catálogo de piezas de cerámica que se revela como un repertorio de penes de texturas, tamaños y grosores infinitos.
Con audacia y sin medias tintas encaró su participación en Mercado de Arte la galería Esaa de Unquillo. El stand se ubica en la planta baja del Cabildo, en un sector de la Zona Bonino, el segmento de la feria que acoge a los espacios emergentes o de gestión autónoma.
El conjunto de obras de artistas que ya mostraron en la casa-galería de Sierras Chicas tiene ahora a la sexualidad como nexo.
El sexo más bien insinuado en las fotografías aletargadas por un halo misterioso y sutilmente ardientes de María Storni.
El sexo estirado hacia las fantasías mutantes de Ramairas Alvareidas, cuyas cajas acrílicas y fanales encierran a criaturas que se encienden con dosis explosivas de inocencia y perversión. Son, en cierto modo, juguetes sexuales, pero no en el sentido de que pueden ser utilizados en la cama (bueno, eso nunca se sabe), sino porque el artista se sirve de muñecos temerarios y muñecas barbies para la construcción de sus personajes.
El sexo estilizado como desnudo de pose clásica y luz trascendente en las fotos de Fernando Vélez.
El sexo en versión cruda, animal, como en el caso de las pinturas sobre pañuelos, bombachas y calzones de abuela en los que Candelaria Silvestro registra los encuentros carnales entre personas y animales en escenas de campo, rústicas, como si fueran una variante expresionista y ultra sensual de un dibujo rupestre.
Calzones bravos
Exhibidas como prendas íntimas en una boutique se presentan las piezas de lencería femenina sobre las cuales Silvestro estampa sus variantes de sexo chúcaro. Una escena de apareamiento entre una mujer y un lobo incluye bordados que representan las secuelas de haber rozado una planta de amor seco, esas púas que se adhieren a todo.
Amor seco se llama, precisamente, la serie que Silvestro realizó en 2012 y que ahora vuelve a ver la luz, a la que pertenecen también las bombillas de cerámica con forma de genitales masculinos que producen, según el espectador, sonrisa o sorpresa, fascinación o rechazo o algún chiste sobre el mate que se podría apurar con esos elementos.
Osadía, guiños picantes, exploración de la intimidad y una doble mortal con caída asegurada en las fantasías. Si nos organizamos, gozamos todos.
La galería Esaa de Unquillo desembarcó en Mercado de Arte con una propuesta centrada en la sexualidad.