Jueves por la noche. La música hace temblar los vidrios en todos los niveles del Museo Caraffa. Las vibraciones se incrementan a medida que uno sube hacia la sala 4, desde donde se ve bajar a gente que todavía conserva un poco de baile en el cuerpo y varias capas de abrigos en las manos. La fila que desciende trae las caras transpiradas. La fila que va para arriba se pregunta qué diablos pasa. ¿Puede ser que esté sonando La mordidita?
La sala 4 del museo provincial, que en algunos casos puede llegar a ser una tortura para el artista al que le toca en suerte (más que una sala, es una pasarela), se convirtió el jueves en una pista semi elevada con cinco tarimas dispuestas a distancia regular, un verdadero dance floor con chicas y chicos no profesionales que surgieron de una serie de audiciones.
En esos castings Carola Desiré seleccionó a los bailarines que le dieron el puntapié inicial a la acción A gogó Dancer Dadá, una performance extendida en el tiempo que consagra la celebración del cuerpo y busca extinguir los límites entre algo a lo que deberíamos llamar “arte” y la gente que lo observa o lo experimenta.
Cuando arrancó La mordidita de Ricky Martin la pista ya había entrado en calor y el baile se iba contagiando a los espectadores, que de a poco se dejaron llevar. Fueron varios los que, además, pegaron el salto a las tarimas y tiraron unos pasos.
Un link directo con este laboratorio de bailes programados por Carola Desiré es Untitled” (Go-Go Dancing Platform), pieza performática de 1991 que consistía en un hombre, vestido únicamente con un short plateado de lamé y zapatillas deportivas, que bailaba sobre una plataforma iluminada escuchando música en un walkman (un iPod en versiones más contemporáneas). Una clara cita a una escena de club gay.
En el catálogo de A gogó Dancer Dadá, el curador Daniel Fischer le pone fecha al surgimiento de las go-go girls y go-go boys, bailarinas y bailarines que animan las discos y eventos nocturnos. En 1965, durante un show de Johny Rivers, una DJ que ponía vinilos desde una jaula se puso a bailar. “Go-go-go”, gritó alguien desde el público, energizando a la pinchadiscos danzante y fundando un concepto.
Fischer está a cargo de Vórtice, iniciativa para la promoción de artistas cordobeses que lleva adelante el programa federal Art Boomerang. El curador y artista señala que en A gogó Dancer Dadá se trata, entre otras cosas, de generar una vivencia interactiva y comunicativa.
Es posible que la apuesta de Carola Desiré sea el blanco perfecto de quien César Aira llama el “Enemigo del Arte Contemporáneo”, un odiador semi profesional entrenado en sentirse ofendido y en creer que le toman el pelo cuando no encuentra cuadros o esculturas. Sea como sea, A gogó Dancer Dadá tendrá la posibilidad de medir su magnetismo. ¿Podrá atraer público y lograr que se ponga a bailar en un museo? Para eso, la artista extenderá la acción durante casi dos meses. Hasta el 29 de septiembre, de martes a domingos de 10 a 19.30, un grupo de performers estará sobre las tarimas en ciclos de 30 minutos de baile y otros de descanso.
A bailar que se acaba el mundo.
Dónde. Carola Desiré (Córdoba, 1978) es fotógrafa y artista visual. La acción A gogó dancer Dadá se presentará hasta el 29 de septiembre en el Museo Caraffa (Poeta Lugones 411), de martes a domingos de 10 a 19.30. Entrada: $ 15. Los miércoles, gratis.
La fotógrafa y artista visual Carola Desiré presenta A gogó dancer Dadá en el Museo Caraffa, una acción que invita a bailar.