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Dolores Capdevila: “Hay fotos que me persiguen durante días"

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Niños de otros tiempos dotados de un aire de fábula atemporal al que asisten capas de óleo crepuscularmente apasteladas: concebidos en las condiciones propicias del frío y la media luz noruegas, las pinturas de Dolores Capdevila cruzaron el océano para ser exhibidas en la Cripta Jesuítica de la ciudad de Córdoba, marcando el regreso de la artista a un espacio de arte local después de su lejana tesis de licenciatura en el Pabellón Argentina.

Nacida en La Carlota en 1966, Capdevila residió en Alemania y Canadá y ahora lo hace en Trondheim, una ciudad a 800 kilómetros de Oslo (Noruega) en donde el repliegue y la contemplación son moneda común. “Hoy hace 2 grados, ya está oscuro a partir de las 3 de la tarde. El paisaje es infinitamente melancólico, con mucha niebla. Vivo en una pequeña península que da al mar, es bellísimo y triste al mismo tiempo. La pintura me salva”, dice la artista.

Con títulos como Érase una vez o En un país lejano, los óleos de apariencia clásica simulan instantáneas de narraciones universales así como persiguen una emoción que tiene a la infancia y el pasado como obsesión. No es casual que las imágenes nazcan de fotos propias y ajenas, esas que registran una realidad detenida a la vez que sugieren anécdotas encapsuladas. 

“Mi pintura es narrativa, me gusta contar historias y contar infancias y no sólo de mi familia; tengo cajas de fotos de gente que nunca vi. Me fascinan las fotografías viejas de mercados de pulga”, cuenta Capdevila.

Y amplía: “Hay fotos que me persiguen durante días, historias que siento la ridícula necesidad de contar. Una vez, en un mercado de pulgas en Alemania, vi la foto de un chico flaquito, pobre, un inmigrante de Ucrania de principios de siglo 20. Me conmovió su mirada. Suena raro y esotérico, pero esa historia pedía ser contada. Hoy es una serie de tres cuadros que llamé El soñador, le puse un barco en la cabeza y tulipanes en las manos y la misma mirada que me conmovió tanto”.

Con miradas tristes o misteriosas, en escenas armadas y otras casuales, las criaturas de Capdevila posan de manera frecuente al lado de espejos que abren velazquianamente la imagen a otras perspectivas, puesta en abismo que también tiene a lo narrativo como eje. “Los espejos surgen de un cuento de Oscar Wilde, ‘El cumpleaños de la infanta’, de hecho uno de los cuadros se llama así. Es un relato que siempre me atrajo. Pero también uso el recurso para pintar espejos de otros tiempos y meter varias dimensiones en un cuadro. Me gusta como elemento estético”, reconoce.

Luz y laberinto

Al principio o al fin de cada historia, de cada pintura, hay una emoción primera, una instantánea sensible que hace el resto posible, y es ese el núcleo que las obras de la artista tratan de rescatar con su aura melancólica. Capdevila: “Las ideas no salen tanto de un concepto como de un sentimiento, el proceso es menos mental que emotivo, y esa emoción primera, eso que da sentido es lo que tiene que guiar todo el trabajo. A veces me enredo en el laberinto de la técnica y el cuadro no funciona, pero si me conecto con esa primera emoción resucito el cuadro y lo salvo”.

El operar sobre capas de tiempo, sentido y narración también involucra al procedimiento formal de las pinturas, en las que hay una constante operación de cubrir y raspar inspirada en la densidad plástica de obras barrocas y renacentistas. “Cuando dejé de pintar con acrílico empecé a estudiar a los viejos maestros, sobre todo a Rembrandt, cómo trabaja con capas y las deja secar. Empecé a usar también cuchillos y espátulas, voy pintando e hiriendo la tela para recuperar esa primera capa inicial que siempre es diluida y a la vez vibrante, color siena. Después sigo con capas más opacas, agrego más carne, materia a la tela, pero siempre volviendo a recuperar esa primera capa”, describe.

Y agrega: “Quiero recobrar algo que voy cubriendo, es destruir pero ganar, voy tapando pero en realidad descubriendo a la vez. Persigo algo que no sé exactamente qué es, siempre hacia atrás”.

Adscripta desde hace tiempo a las galerías Peters-Barenbrock de Alemania y Le Coin Des Arts de Francia, Capdevila aspira a seguir mostrando en su tierra natal más allá de la actual exhibición. “Hay mucho para ver y muy bueno en Córdoba, regresar fue un shock. Me encantaría hacer muestras de vez en cuando, estar más presente, sería una excusa para volver, la necesito”, cierra. 

Para ver. La muestra de pinturas de Dolores Capdevila se exhiben en el Museo Cripta Jesuítica (Av. Colón 100). Entrada libre y gratuita.

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Dolores Capdevila es cordobesa y está radicada en Noruega desde hace años. Se exhibe en la Cripta una muestra de sus pinturas, en las que la infancia y las emociones se hacen presentes.

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Fecha y Hora: 
Friday, 20 November, 2015 - 16:15
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