Recuerdos de infancia, juegos de niños enrarecidos por una ensoñación salvaje, cuerpos entrevistos a través de barrotes, balnearios un poco sórdidos, pequeñas aves, agua, chicas desnudas que atraen con una mezcla de belleza y advertencia. Una parte del universo visual de Candelaria Silvestro se condensa en “El baño”, muestra que reúne un puñado de obras de distintas series en el Museo Genaro Pérez, hasta el domingo 25.
Las mujeres son un motivo predominante. Algunas provienen de los delicados desnudos de mujeres tomando un baño realizados por Edgard Degas, arrastradas aquí hacia otro ámbito por el temperamento expresivo de la artista cordobesa e incrustadas en pequeñas jaulas de trazo grueso y violento.
En otros casos el punto de partida son imágenes publicitarias o esas chicas que reinaban en los almanaques que se veían con mucha frecuencia en las gomerías, exhibiendo sus atributos apenas contenidos por breves centímetros de tela. Ese dato, sin embargo, queda reducido a menos que un indicio, ya que en la pintura Candelaria Silvestro desactiva el pequeño morbo semi pornográfico y lleva su imagen a lugares mucho más inquietantes. Sus mujeres desnudas tienen algo arcaico, comunican una fuerza que arraiga en la tierra.
“Hay un cambio muy grande entre la imagen final y el punto de partida, que puede ser una publicidad o un calendario”, explica la artista. Y añade: “Tengo un boceto en la cabeza, algo que a lo mejor he venido pensando o imaginando. Nunca dibujo. Mancho, con una espátula o un escobillón (utilizado como pincel), en general en tamaños grandes. Después de definir ese espacio, hago unas perspectivas medio amorfas, donde va a suceder esta especie de ritual, sigo con los alrededores, y lo último que hago es la figura. Estoy utilizando muchas fotos o almanaques eróticos. Las mujeres que aparecen son como seres que parten de algo muy banal o cotidiano y terminan siendo seres con una carga primitiva o mitológica, que no tienen nada que ver de dónde arranco”.
Primero pinta el espacio, el escenario donde se va a desarrollar la situación. “O la sensación de lo que quiero mostrar –señala Candelaria–. Eso define un ambiente, una luz. Trato de partir de alguna idea clara o bien concreta. También por una cuestión práctica: no tengo el tiempo para divagar tanto”.
Candelaria Silvestro pinta por la mañana, cuando sus tres hijos están en el colegio. “Son cuatro horas a full”, cuenta. “Y cuando no estoy en el taller estoy pensando todo el tiempo la obra”.
Cada pintura, dice la artista, abre puertas que no estaban en los planes y propone recorridos imprevistos. Una técnica mixta que ahora se llama El sueño podría haberse llamado Retrato de mi abuela. En la parte inferior Candelaria se pintó a ella misma y a otros nietos como muñecos bastante siniestros. Hay juegos de niños, maderitas, un trencito (“Me obsesiono a veces con algunos elementos”, confiesa), todos elementos que definen una escena de interior en la que los niños están al cuidado de la abuela en cuestión. Pero en la mitad superior hay una ventana que abre la visión hacia una arcadia onírica, fantástica, deseada. Un espacio donde los adultos se bañan desnudos. Es el sueño que le ganó la pulseada al retrato de la abuela.
“La pintura me devuelve otra cosa, me lleva para otro lado y continúo por ahí –enfatiza Silvestro–. Hay un diálogo, y en ese diálogo estoy dispuesta a modificar”.
“Nada me sale fácil –añade–. Soy muy insistente, por eso hay muchas telas que tienen cosas tapadas, costuras”.
Mujeres pintadas
A contrapelo, aunque sin ser un proyecto premeditado, Candelaria Silvestro se ha ido metiendo en la tradición dominada por los varones que pintan mujeres, marcando su propio paso. “Siempre me molestaron mucho las imposiciones culturales acerca de cómo tenía que ser una mujer –se planta la artista–. Desde que era chica. En la casa de mi abuela me hacían sentar con las piernas cerradas, y yo tenía la mala costumbre de sentarme siempre con las piernas abiertas. Naturalmente, yo no tengo esa cosa de señorita, digamos, y me lo han recalcado mucho, para bien o para mal. Es la energía que tiene cada uno”.
Esa energía es la que aparece casi siempre en sus desnudos. “Cuando comencé a trabajar con estas mujeres de calendarios, me encontré con que algunas eran muy lindas. Otras eran feas. Otras como que se notaba que les habían pagado dos mangos y habían hecho esos desnudos (tengo toda una colección, en formato muy pequeño, que era de mi abuelo) con la fantasía de llegar a algún lado sacándose la ropa. Tienen posturas estudiadas para parecer de determinada manera, esconder la panza, sacar la cola, levantar los brazos para que las tetas no parezcan caídas. Y al mismo tiempo había una cara de desesperación en algunas. Como si no tuvieran otra”.
¿Una fantasía para hombres? De ningún modo, dice Candelaria. “Creo que la mujer también es muy receptiva y le gusta verse poderosa en una imagen. Y creo que a muchas mujeres les gustaría tener pito”. Lo suelta plantada frente a Trans III, la obra más audaz de toda la muestra. Se trata, literalmente y más allá del título, de una mujer con pito. “Eso está relacionado al hecho de tener una energía viril, es como tener un arma. Es un sueño de muchas mujeres. Y si bien es una imagen sexual, tiene algo natural que no jode. No es pornográfico, a mí no me gusta la pornografía”, advierte.
“Lo que me interesa no es provocar sino ser libre, hacer lo que quiero, incluso pintar una mujer con pito –señala–. Cuando empecé a hacer estas imágenes, empecé a plantearme toda esta cuestión de la igualdad de género. Ahora uno está acostumbrado a ver travestis en la calle, a cualquier hora (antes estaban más obligados a hacer una doble vida), hay una asimilación de ese fenómeno. Pero nunca aparecen desnudos. Por un lado, estamos aceptando toda esta cosa de la igualdad, pero no convivimos con el desnudo, que es lo que realmente somos. El travesti se muestra como mujer. No se muestra como algo mixto. Y la verdad es que somos seres mixtos”.
“De esas mujeres muy salvajes y primitivas que venía haciendo se me presentó esto. No es un travesti, tampoco un trans. Son mujeres con pito. Y me gusta que siga teniendo algo medio mitológico, como de centauro, mezclado con algo de la calle, algo de Parque Sarmiento”.
La imagen es inventada. “No tuvo modelo”, asegura Candelaria.
Y añade que está haciendo una serie entera con el mismo motivo. “Por ahí la próxima muestra sea solamente de esta serie. Parten de una energía que yo les iba encontrando a las mujeres que pintaba, que me iban tirando las mismas figuras. Una energía muy viril. Por más que esté retratando a una mujer, también está el hombre. Lo femenino y lo masculino está en todos”.
Para ver. La muestra “El baño”, de Candelaria Silvestro, se puede visitar en el Museo Genaro Pérez (General Paz 33). De martes a domingode 10 a 20. Entrada gratuita.
Candelaria Silvestro presenta en el Museo Genaro Pérez la muestra “El baño”, un recorrido por sus obsesiones visuales.