Museo portátil: Una selección de la Colección Zelarayán en la Fundación Osde

Gustos, modas, mercado o consumo cultural en Córdoba son algunas de las marcas que ofrece la muestra Colección Zelarayán, tal como se anuncia al ingresar al Espacio de Arte de fundación Osde (avenida Rafael Núñez 4252), que desde el viernes exhibe medio centenar de pinturas y esculturas del coleccionista cordobés Julio Zelarayán. ¿Por qué, si no, estarían juntos Carlos Alonso, Juan Kronfuss o Stephen Koek Koek en una misma muestra?

 

 

El hilo conductor de la muestra es rescatar la riqueza del arte argentino, en el comienzo de un ciclo que invitará a coleccionistas a mostrar sus acervos para “no sólo mostrar y difundir, también enseñar”, destacan desde Osde. Lo que empieza a ser costumbre no sólo en museos, también en espacios institucionales, mostrar lo que una persona valora, esta exposición lo presenta como “territorio fértil”, el del coleccionismo como “uno de los eslabones del circuito del arte a través del cual proponer otras lecturas de lo artístico”.

 

Hechas estas aclaraciones, y a sabiendas de que don Zelarayán no es de dar explicaciones acerca de por qué comprar esta obra sí y otra no, se impone el disfrute. Recorrer y descubrir cada cual su propio gusto, y como dijo otro importante coleccionista en la apertura, ver “cuál de todas estas obras yo me compraría si estuvieran a la venta o en un remate”.

 

 

Una rápida selección puede ser el puntapié para el visitante, antes o después de asistir a las próximas visitas guiadas que se realizarán para dar profundidad al recorrido, y que podrán revelar algunos secretos escondidos en cada cuadro, o cuestiones relacionadas al linaje de cada obra (fue premiada en un salón, es melliza de una obra que sí fue muy distinguida, o está en la colección de un museo importante), en fin, de sus antecedentes.

 

 

Las paredes de claro celeste contienen obras de marco dorado que más de una vez encierran en sus límites pura modernidad. Pasa con el óleo de Juan del Prete El pájaro herido, de 1964. Y con muchas de las pinturas de una extensa pared dedicada a jugar con las “naturalezas muertas”, con obras como Fruta blanca, una de varias del excelso Miguel Diomede, fechadas entre las décadas de 1950 y 1960. También allí hay un Roberto Viola de la década de 1940 (donde se puede descubrir que el artista, quien más tarde sería uno de los modernistas locales, ha pintado una página de La Voz del Interior); a su lado, la obra de un artista pocas veces visto en Córdoba, Roberto Rossi. En esa zona de las naturalezas muertas despunta en su austeridad Juan Grela.

 

Otras zonas de la muestra activan a los amantes del paisaje, a los religiosos, a los fans de Koek Koek (que tienen mucho por mirar aquí, entre barcos en alta mar de rojizos tonos), y a aquellos que valoran los bronces. José Fioravanti, por ejemplo. Allí está Mujer con libro, de 1937, una escultura pequeña. Y el infaltable de las colecciones cordobesas: un desnudo de Miguel Ángel Budini.

 

 

Entre los paisajes hay otro tanto (y mucho) para mirar. Una rareza es una temprana obra de Ernesto Berra, Casa y entorno, de 1985, exhibida junto a una pequeña témpera de Raúl Soldi (sin fecha ni título), que guarda interesante vínculo con la obra del artista cordobés.

Tarde de primavera, de 1909, de Faustino Brughetti, con su claridad en el verde, hace contrapeso a La nube, de Martín Malharro y sus frondosos árboles que ignoran al cielo y esa nube a la que hace referencia el título, con su peso y oscuridad: dos artistas fundantes del llamado arte nacional que no se le pasaron por alto a Zelarayán.

 

Una serie de dibujos de Juan Kronfuss, de viñetas y coloridas florestas, exhibida en la pureza de su soporte papel (sin enmarcar) es otra de las atracciones de esta muestra; y revela, a decir de un historiador que pasó a observar, “la pasión del coleccionista por las piezas únicas”.