La sensación es la de un hogar de artistas que acaban de partir de vacaciones o de abandonar el mundo para dejar pistas y huellas de un trabajo secretamente intenso de múltiples disciplinas pero un mismo origen colgados en la pared, apoyados en el piso, dispuestos amablemente en mesas para ser espiados, estudiados y recobrados. Los límites de la colaboración y la individualidad y los pliegues entre presencia y ausencia y memoria y olvido son los que pueden transitarse por las calladas habitaciones de Lindes para el viento, la instalación de Lucas Di Pascuale y Soledad Sánchez Goldar que hace de corolario de un proceso libre y sin planes que ya arrastra varios años.
El espectador, semejante a un cuidador de casas vacías o a un visitante que llega demasiado tarde, solo puede conocer a sus ubicuos habitantes a través de fotos, bordados, dibujos y objetos que van de lo privado a lo público, de lo propio a la apropiación, del fragmento a la totalidad, del sentido a lo meramente puesto ahí.
El inventario cobra luz propia en los nombres de sus responsables, reconocidos artistas del medio local que se ciñen a la consigna “hacer de a dos” para generar algo que los trascienda o al menos que abra sus obras hacia nuevas direcciones y cruces y bifurcaciones.
“Hace años que estamos cruzándonos, participando de proyectos que organiza el otro –revela Soledad Sánchez Goldar–. Marcela López Sastre (curadora de la muestra) nos propuso hacer un cruce real entre nuestros trabajos. Lindes para el viento es el resultado que hace visible ese interés por el modo de ver del otro, sus particularidades, su universo”. A lo que Di Pascuale añade: “El proyecto excede la muestra. Es también, por ejemplo, un seminario que dimos el mes pasado en el que reflexionamos a partir de tres ejes que evidencian los puntos de contacto de nuestras prácticas”.
Las lindes que se someten al agitado viento de interiores acusan diversas raíces, aunque el resultado luzca como un mismo collage transitable.
La muestra en Rojo Productora de Arte abre con un bordado y una pintura intercambiados entre los artistas que cada uno luce en su propia casa; en algunos casos se entregaron obras terminadas para que el otro las continuara impunemente y también se exhiben trabajos de autoría borrosa donde las cuatro manos se vuelven infinitas; finalmente, nada garantiza que esos cuartos minimalistas no puedan continuar llenándose de lúdicos agregados en algún futuro.
El otro, lo impensado
¿Qué emerge de la suma, el recambio, la mezcla y la interacción? “El otro aporta lo impensado, ya sea desde el complemento, la contradicción o cierta ambigüedad. Reflexionar sobre la propia práctica, hacerlo a dúo y al mismo tiempo arribar a lugares impensados es una situación muy parecida a la felicidad –señala Lucas Di Pascuale–. Trabajar de a dos o en grupo, en sí mismo no implica posibilidades radicalmente diferentes al trabajo individual. Desde siempre, el trabajo de Soledad logra atravesarme. Ella es una colega y una amiga de la cual me interesa contagiarme, entonces trabajar con ella tiene que ver también con un deseo que es el de vincular mi práctica a la de ella”.
Y continúa: “Aquí aparece el problema de la propiedad, el arte tiene autores pero no dueños. Lo mío es tuyo, lo tuyo es mío y lo nuestro es de todos. Algo así dice una artista amiga nuestra de San Martín de los Andes, que deleita a los transeúntes con tortas que abandona en espacios públicos”.
Decisión natural
Más allá de la combustión entre ambos artistas, Lindes para el viento está también condicionada por la galería-hogar donde se emplazan los trabajos. Los libros de artistas pueden hojearse a la manera de una silenciosa librería de autor, hay sillones y muebles anacrónicos que le dan un aire doméstico y hasta artesanal al recorrido y ayudan a sugerir la idea de vacío, de ausencia, de devastación del viento (el tiempo, el sentido, la Historia).
“Fue una decisión natural, nuestro trabajo está directamente relacionado a nuestro mundo privado, casero, biográfico”, apunta Sánchez Goldar.
Di Pascuale completa: “La autobiografía, la familia, lo cotidiano son indagaciones que suele traer nuestro trabajo, aprovechamos el formato de la galería –compartimentada– para generar distintos espacios como si se tratara de una casa chorizo. También ocurre que hay varios cuadernos y libros, entonces necesitamos crear espacios donde el público pueda relacionarse con estas piezas”.
Sánchez Goldar: “Es imposible reconstruir la memoria que no se tiene. A lo sumo generamos recuerdos nuevos, inventos relacionados a esas ausencias, lo cual hace a la ausencia más profunda”.
Cierra Di Pascuale: “Me entusiasma la idea sobre algo que falta y va a faltar siempre. Los trabajos que intercambiamos eran piezas que cada uno consideraba finalizadas y de pronto no lo estaban más, el otro podía continuarlas. Cuando pienso en lindes para el viento, también imagino límites que se desdibujan. Quizás no existen los finales cuando la continuidad de nuestro trabajo está en otros”.
Para ver.“Lindes para el viento”, de Lucas Di Pascuale y Soledad Sánchez Goldar, puede verse hasta el 14 de agosto en Rojo Productora de Arte (9 de Julio 40, Pasaje Muñoz), los martes y jueves de 15 a 20. Curaduría: Marcela López Sastre. Entrada gratuita.
En la instalación Lindes para el viento, las obras de los artistas Lucas Di Pascuale y Soledad Sánchez Goldar se cruzan para borrar sus límites. El espacio simula una casa con cuartos y muebles en Rojo Productora de Arte.