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Nahuel Vecino: "La historia del arte es un reality"

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Retratos, paisajes, interiores, naturalezas muertas: irrespetuosos del tiempo histórico, los motivos plásticos de Nahuel Vecino (Buenos Aires, 1977) parecen detalles y hallazgos birlados a una historia del arte alternativa que, sorpresivamente, ostentan una contundencia bien presente. El artista viene afinando ese preciso borrón temporal desde hace 15 años, y “Wintermezzo”, su actual muestra en El Gran Vidrio Ecke, funciona en ese sentido como una antología de su obrar, un compacto recorte que la curadora Claudia Santanera labró con dibujos y pinturas de varias épocas que se remontan hasta la primerísima exhibición de Vecino en la galería Belleza y Felicidad (2001).

El coqueteo académico está siempre ahí, con las referencias más o menos explícitas a Delacroix, Goya y Spilimbergo o las técnicas ancestrales de temple al huevo, témpera, carbonilla o acrílico, aunque el tratamiento, que va de la intromisión en el contenido de camperas y sospechosos edificios modernos a un montaje exterior sabiamente heterogéneo, es decididamente contemporáneo. El gesto de Vecino nace así de un arrebato instintivo, virtuoso y casi romántico rápidamente matizado con las ligeras virtudes de la ironía, la miniatura, el silencio, la ambigüedad.

“Wintermezzo”, el título, una conjunción de capricho operístico y guiño invernal, es también un reflejo de esa doble autoconciencia, esa tierna reverencia al pasado que gracias a un detalle aquí y otro allá se torna súbita irreverencia. El resultado es un desenfadado conjunto de trabajos de múltiples formatos tirantes entre naturalismo, simbolismo y otros ismos arrancados de una enciclopedia que nunca leeremos, allí donde caben siglos de batallas, amoríos e inviernos soñados.

“La muestra es una especie de Lado B, no tiene la formalidad de una retrospectiva, no tiene la intención de dar cuenta de una cuestión lineal temporal sino más bien simultánea”, dice Vecino.

Y sigue: “Da cuenta de una especie de mutación formal donde hay algo que está constantemente transformándose en un sentido plástico: el dibujo se endurece, se ablanda, se suaviza, resucita. Está intentando dar cuenta de un núcleo, de ver en lo cotidiano un trasfondo mágico, como eso que decía Rilke en Lo abierto o lo que hace David Lynch en sus películas, en las que es sospechoso saber si el mundo es exterior o interior. Pero no caigo en una cuestión surrealista, no soy onírico, sí noto una ambigüedad de lo que es literal y lo que se abre a algo más profundo e inconsciente”.

Los estratos

Esa dualidad es clave en el trabajo del artista, en esos rostros y escenas y trazos gruesos y vivaces en los que la solemnidad linda sin contratiempos con la cita, la sensualidad con el chiste, la academia con la galería. Vecino: “Mi trabajo opera en diferentes niveles. Son layers, estratos, capas sobre capas, yo me río de la historia de la pintura a la vez que soy un fan de la historia de la pintura. Soy fan de Goya, de Tiziano, de Tiépolo, de Mondrian. El mundo del arte es una especie de reality y yo me río de esa actitud solemne, también de lo contemporáneo que es una suerte de academia solemne. Al mismo tiempo está bueno que haya algo serio, algo que no sea mera cita humorística. Es un juego que tiene sus límites, porque también hay una limitación, yo sé que si pongo mucha seriedad en una obra no sería digerida por los espacios en los que yo me muevo”.

-¿Cómo entra la pintura en esa ambigüedad?

-Ese interrogante yo también lo tengo, cuál es el sentido actual de la pintura, pero podría trasladarse a todo el arte. Lo que entiendo es que en algún momento me alinee a una tradición, tanto el dibujo como la pintura tiene una especificidad, un funcionamiento que para mí es eficaz para traducir pensamientos temporales. Es un camino probado, transitado, lo que le da cierto agotamiento, pero también tiene mucha fuerza. Encuentro una analogía musical: una buena melodía sigue siendo un tanque, es sensualidad e inteligencia, dos fuerzas en lo visual difíciles de superar. No sé si soy artista o qué soy, pero en un momento decidí alinearme en una búsqueda de la pintura, de pintores, del pasado, a mí me gusta pensarlo como alguien que se dedica a la ópera.

-¿Tu trabajo incluye una ética, una forma de vida?

-Vivo en constante tensión con ese mundo nebuloso del interior, flashes o imágenes que intento bajar de alguna manera, un proceso un poco angustiante que me genera una demanda constante. Se vuelve tránsito, conectar, ver cosas y concretarlas, hay algo de religioso en la pintura como formato y actitud. Es una entrega que incluye el accidente, no saber qué va a aparecer, a diferencia del arte proyectual. La pintura tiene un lado misterioso que me parece muy interesante.

La muestra."Wintermezzo" de Nahuel Vecino puede verse de lunes a viernes de 13 a 19 en El Gran Vidrio Ecke (Humberto Primo 497). Curaduría de Claudia Santanera. Hasta el 15 de julio. Entrada libre y gratuita.

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El artista presenta en Córdoba la muestra "Wintermezzo", que repasa una obra asentada por igual en la cita irónica y el homenaje sentido.

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