"Pintor de los suburbios" (La Voz del Interior, 1965), "artista y proletario" (así lo denominó Clarín en 1951), Ramón Villafañe (1910-1969) llamó la atención en la escena artística de comienzos del siglo 20 como un caso singular. Otro titular del diario La Razón resumía su historia: "De lustrabotas a consagrado pintor".
Las sucesivas notas en los diarios de esta ciudad y Buenos Aires no dejaban de notar cada logro del pintor y sacrificado trabajador. Por estos días, una exposición que reúne su obra de diferentes épocas y un homenaje de su nieta, la artista Jessica Villafañe, recuerda su legado en la galería de arte del Colegio de Escribanos (Obispo Trejo y 27 de Abril).
Ramón villafañe nació en Córdoba el 6 de noviembre de 1910. Quedó huérfano muy pequeño y fue criado por una tía. Su madre murió apenas él nació, más tarde los hizo su padre. La biografía que incluye el catálogo de la muestra señala que "tal vez por esto, pronto conoció la calle y nunca la abandonaría".
El pintor lustrabotas
En la calle, Villafañe vendía diarios y billetes de lotería. Fue changarín. Un día compró un cajón para lustrar zapatos y así comenzó en un oficio, el de lustrabotas, que lo acompañaría toda su vida. Apostado con su equipo en la puerta del bar Japonés, en pleno centro de Córdoba, conoció a Francisco Vidal, Antonio Pedone y Roberto Viola, entre otros.
Ellos descubrieron que, entre cliente y cliente, Ramón atendía su otro oficio. Paleta en mano, bocetaba o directamente pintaba. Fueron ellos, renombrados artistas, quienes lo impulsaron a ingresar a la Academia Provinvial de Bellas Artes, adonde asistió dos años, en 1943, como oyente en los cursos nocturnos.
En 1944 expuso por primera vez una obra de su autoría en el 11º Salón de Arte del Jockey Club, institución que le otorgó una beca mensual entre 1947 y 1952 para que pudiera dedicarse a pintar. Una y otra vez, Ramón volvía a su cajón de lustrabotas, a la calle, su conexión más firme con el arte. "La calle es generosa para el artista...voy anotando todo lo que veo", dijo alguna vez.
A un periodista de Mundo Uruguayo le confesaba (7 de febrero de 1952): "Usted no sabe lo que es trajinar todo el día, de café en café, dedicar el tiempo justo para comer y, a veces, sin descanso, soportar el peso de las lecciones que en este caso se convierten en una responsabilidad pesada, aunque a uno le agraden y las necesite. Por eso, no tuve más remedio que dejar..."
La biografía de Villafañe reporta que su obra ganó espacio en los salones. "Las repercusiones llegaban hasta lugares nunca imaginados por él", se consigna en el catálogo. Expuso en el Salón Nacional de Artes Plásticas de Buenos Aires, ciudad en la que se destacó. También participó en salones de Córdoba, Rosario, Mar del Plata, San Juan, Mendoza y La Rioja. Obtuvo premios y en 1961 recibió una distinción del Congreso de la Nación, "como reconocimiento de la labor de un artista autodidacta que desde el más humilde trabajo se elevó a la consideración de la sociedad no abandonando nunca sus convicciones".
Falleció el 16 de agosto de 1969.
El paisaje y su gente
Villafañe pintó las arenosas barrancas que aún sobreviven en las periferias de Córdoba. Lo topográfico y lo social son dos vertientes de su pintura, resume Miriam Brussa, a cargo de la galería, y destaca que por esto se puede considerar a su obra documental.
Un ejemplo es La bajada de las reses, uno de los cuadros que se exponen. La obra (de la colección del Museo Genaro Pérez) recuerda el camino al viejo matadero de San Vicente, alrededor de las décadas de 1930 y 1940.
En otra obra, un autorretrato, lo que parece ser el paisaje que se mira desde una ventana en realidad es un cuadro que posa detrás del artista: de nuevo la barranca de los suburbios. Y como en muchas de sus obras, estos escenarios inmnensos son habitados por trabajodores, figuras representadas en una escala mucho menor, casi devoradas por el entorno.
Villafañe sostenía: "La vida verdadera es la del espíritu".
"Rincón afectivo"
Retorno, obra de su nieta Jessica, versiona uno de sus últimos óleos (sin título), que en la muestra se exhibe en un caballete (foto). "Ella no conoció a su abuelo pero creció viendo esa obra, que le daba miedo de chica, por eso la eligió para su homenaje, y utilizó chapas encontradas en la calle", cuenta Miriam, y define a ese sector de la muestra como "un rincón afectivo".
La muestra se compone de obras de la familia, y varios cuadros en préstamo, algunos provenientes de la colección del Museo Genaro Pérez y otros de coleccionistas.
Los paisajes de Villafañe nunca son totalmente urbanos o naturales. La barranca es también el registro de un escenario social de trabajo, sobre cuyos horizontes emerge la industria naciente. Y cuando pinta zonas más céntricas no puede dejar de notar la presencia de los árboles (algunos muy azules) que dominan la perspectiva.
La muestra revela rápidamente los rumbos que fue tomando su paleta y su estilo pictórico: hacia 1960 cambia su manera de componer. Una flor de gran tamaño se impone ante diminutos hombrecitos.
Miriam Brussa resalta "el ritmo de la pincelada", como riqueza estilística que da movimiento. Y en "La obstinación y el milagro" Washington Rivière destaca la "desmesura expresiva" del artista, "testigo apasionado de la barranca", cuya visión "original y certera" la transformó en "el más vibrante juego plástico". "Aquellos registros magistralmente actuales, los encuentra al alcance de su mano en el soplo de vida que anida en la barranca, en su luminosidad escondida y en su cielo...", donde "desentraña su riqueza de verdes, ocres, naranjas, amarillos".
En las dos últimas obras de la muestra todo cambia de repente: personajes rojizos de manos y pies grandes toman por completo la superficie de la tela. Las pinturas revelan que hacia el final de su vida, Villafañe decidió poner al hombre en primer plano.
La muestra homenaje a Ramón Villafañe forma parte del ciclo "Reminiscencias". Fue declarada de interés cultural por la Agencia Córdoba Cultura y la Municipalidad de Córdoba. Y se la podrá visitar este mes.
Para ver
"Villafañe & Villafañe". Galería de Arte Enrique Mónaco del Colegio de Escribanos (Obispo Trejo 104). Exposición de obras de Ramón Villafañe, provenientes de la colección familiar, coleccionistas cordobeses y del Museo Genaro Pérez. Junto a un homenaje de su nieta, Jessica Villafañe. Hasta fin de mes, de lunes a viernes de 10 a 14. Entrada gratuita.
El arte de Ramón Villafañe floreció en su rutina de vendedor callejero y lustrabotas, en las primeras décadas del siglo pasado, y supo documentar la vida en la barranca. Una muestra evoca su trayectoria artística y el espíritu de su pintura en la galería del Colegio de Escribanos.