Un espacio-niño habitado por un niño que está en todas partes y en ninguna, que es él mismo el niño, su idea o potencia o presencia: “Niñobjeto” es el nombre de la muestra individual de José Pizarro en el Mumu, una megainstalación en la que el artista local vuelve a trabajar sobre la experiencia y su imposibilidad de ser representada, con el arte como posible salida a esa aporía y con múltiples lenguajes y disciplinas (objeto, fotografía, escultura, dibujo) yuxtaponiéndose y conviviendo para construir un orden habitable que se derriba a sí mismo una y otra vez, como un niño salvaje y caprichoso. Niñobjeto busca ser una conciencia viva y despierta, tan cobijada como liberada, siempre a punto de nacer.
Tal vez ese ludismo entusiasta explique la recurrencia de la palabra “improvisación” entre las palabras que se leen en la exhibición, principalmente en el panel-pizarrón sinóptico que hace de introducción, donde el término “experiencia” es tachado y reemplazado por “improvisación”. En ese sentido, las artistas Susana Gamarra y Constanza Pellicci aportaron a la concepción de “Niñobjeto”, la primera desde el diálogo y la discusión y la inclusión de objetos, y la segunda a través de la performance y la inclusión del cuerpo y la voz como elementos disruptivos. Tales colaboraciones difuminaron aún más la idea de concepto u orden o autor, abriendo al aporte colectivo la obra-reflexión que viene haciendo Pizarro.
“Niñobjeto” se divide en varios cuerpos-habitaciones y así va trazando un recorrido, que empieza con el ya mencionado pizarrón (donde también hay un baldecito del que sale o adonde decanta una franja de tela); sigue con el conjunto de fotos “Esto no es una experiencia”, suerte de agotamiento parcial de las formas de registro y representación de la realidad en imágenes, más un conjunto de objetos-esculturas hechas con cajas farmacéuticas (de remedios, pero también de pasta dentífrica, cajas de preservativos o yerba) en vitrinas o pegadas a la pared, y otras de leche, asociadas en una impresión vertical con los anuncios de chicos perdidos; también pinturas abstractas-geométricas, dibujos de procesos; y un par de salas misteriosas con carteles de palabras cambiantes (wraith/write, mentar/mentir), objetos colgantes de tanzas-pentagramas como boyas o cornetas y telas con impresiones pornográficas pixeladas montadas junto a cajas de leche.
Un conjunto heterogéneo, sin dudas, que abre sentidos tanto como los clausura con su inquieto hermetismo. Los textos que Pizarro subió al sitio elsassetta.tumblr.com y los anteriores trabajos del artista en su web, principalmente los trabajos “Oulgrieec” y “Fantasma per se”, dan pistas y anticipan “Niñobjeto”, que no deja de ser una continuación de la estructura y trayectoria de acción y pensamiento del artista.
Por ejemplo, el balde de la entrada se asocia al escrito # 27 de elsassetta, que dice: “Es posible que el niño sepa más de lo que parece/ Como si hubiera nacido dos veces/ Niño-hombre comienza con su marcha/ Es el amor/ Capaz de engendrar un hombre en construcción”. Dice Pizarro: “El embudo de la entrada sirve como presentación, expresa la fuerza del amor. Ese embudo, por su forma, un pito de niño y una teta de madre, conforma una suerte de unión física a través de la esperma/orina en analogía a la mitología de Zeus y Danae. Me interesaba especialmente la Danae de Tiziano. Podría tratarse de un doble homenaje a Tiziano y a Duchamp. El hilo dorado esconde una llave sin muescas, que no abre, no engendra ninguna puerta. Cuando pensé en los objetos, los embudos formaban una parte importante, es un objeto que representa la fuerza de la idea: controlar los flujos de los contenidos, de lo que puede entrar o salir, hablar o callar”.
Pequeño ser
Para Pizarro, ante todo, Niñobjeto es un término disparador, el nexo de un conjunto que debe desaparecer trágicamente para poder existir: “Es una nueva palabra, un nombre propio que nombra a una persona, un lugar, un espacio potencialmente habitable. El lenguaje es la llave que genera una identidad móvil. El orden temático responde a una lógica de tensión entre la función original/caprichosa del tema y su fuerza que, desde el estereotipo, genera sentidos más o menos reconocibles. El niño es el protagonista sin nombre, porque su objetivación anula recorridos históricos y nostálgicos”, dice el artista.
Básicamente, la cuestión pasa por invocar al “Niñobjeto” sin recurrir a las maneras culturalmente predecibles, aunque es inevitable que el sustantivo genere asociaciones y condicionantes de sentido. Y es que el niño sigue ahí, en un grado mínimo de existencia.
Una de esas formas en que se hace visible “Niñobjeto” es en la instalación de cajas de remedios, alusión al amor filial, a la enfermedad y sus secuelas, pero también a la convalecencia como repliegue e inagotable fuente de creación simbólica. Pizarro: “Habitar el lugar de peligro es habitar el mundo. Las cajas, sobre todo las de medicinas, buscan anclar el trauma de la niñez como lugar desde donde proyectar sueños, ideologías inocentes e ideales recuperados de lo malo que se transmuta. El juego de olvidar desde la destrucción (una destrucción de orden, como quien se escapa en silencio, en puntas de pie), un intento por olvidar lo peor y sanarse. El amor filial está pensado desde un territorio de ambigüedad y desvelo. Lo que cura puede a su vez enfermar (las cajas de medicamentos postergan el futuro desenlace). El trauma renueva la existencia soñadora”.
¿Qué aporta el trabajo con Susana Gamarra y Constanza Pellici? “Cuando comenzó el proceso de mostrar mis trabajos de hace no menos de tres años, pensé que necesitaba establecer diálogos, rompimientos, obstáculos a la lógica de una muestra temática. Se dieron dos situaciones diferenciadas: por un lado con Susana Gamarra, artista que conocía desde hace tiempo, comenzamos a discutir procesos diferenciados/originales y de contrapunto dialógico, donde la fuerza de la idea se manifestara desde un autor o dos, mecanismos ambiguos de autor. La reunión de objetos y espacios configuró nuestra relación en torno a la idea de niño, de armonía y tormento traumático al mismo tiempo”.
Y continúa: “Con Constanza Pellicci quise que fuera diferente. La diferencia de método con las dos invitadas conforma una forma diferente de resultante de obra, discutida y concentrada en una, y de riesgo, con la frescura de la acción performática con niveles de improvisación y de carácter efímero en la otra. Con Constanza Pellicci fue la palabra la clave de la relación, yo conocía sus textos y su forma de lectura. Eso fue lo que me impactó, su trabajo de investigación con la voz y la performance. Es el lado menos discursivo de la muestra. La performance de puro cuerpo hablante da conocimiento de un devenir sin fronteras, da conciencia sobre el amplio dispositivo de hablar a pesar de todo”.
Por supuesto, todo lo que aquí se dice acerca de “Niñobjeto” puede ser mentira, una fallida y errática explicación que sólo le hace cosquillas al niño. Y esa evasión, esos desvíos, esos sinsentidos, hay que verlos también como un remedio: “Toda filosofía deberá fracasar en su intento de dar las coordenadas de la instalación”, cierra Pizarro.
Niñobjeto
En Museo de las Mujeres (Rivera Indarte 55), hasta el 22 de noviembre. Martes a sábados de 10 a 20. Entrada libre y gratuita.
En Niñobjeto, José Pizarro sigue indagando en la problemática de la experiencia y su representación, abriendo el juego a otros artistas.