Nadie puede reprimir la sonrisa ante las imágenes de Miguel Sablich. Uno quiere saber hacia qué mundos conducen sus pequeñas pinturas inéditas, como las que ahora están exhibidas en la Cripta Jesuítica (subsuelo de Colón y Rivera Indarte). El artista cordobés comparte con VOS el detrás de escena de estas obras.
–¿El humor en tu obra es un disparador, una idea sobre la cual gira la imagen?
–Estuvo siempre en mí ver el lado absurdo de todo. Es algo que viene de mi familia paterna, sobre todo el humor negro. Supongo que es un modo de defenderse o al menos soportar el terror, la muerte, el absurdo de la mera existencia. Cuando no tenemos sentido del humor, está todo perdido. Burlarse del verdugo es nuestra única salvación.
–Las obras del ingreso, pequeñas ofrendas que sostienen a esos pequeños caballetes, ¿podrían considerarse mundos de fantasía?
–No tiene absolutamente nada que ver con la fantasía. Eyestalt y Gestaltomate vinieron a mi mente leyendo un texto de Richard Feynman, físico teórico que recibió el Premio Nobel en 1965. En ese texto expresa su asombro frente a cómo interpretamos el mundo a través de un pequeño orificio de 2 mm. (la pupila), el mar de ondas que nos rodea. Me dejó perplejo. De ahí que entienda siquiera los títulos de sus investigaciones, es otra cosa. Entonces surgieron las imágenes del ojo frente al mar de ondas o el tomate (un objeto). Los títulos son una ironía o sarcasmo con respecto a la sacrosanta Psicología de la Gestalt como teoría del conocimiento, no como terapia.
Cuando no tenemos sentido del humor, está todo perdido. Burlarse del verdugo es nuestra única salvación.
–Huevos, medusas, ojos y hasta vírgenes y demonios. ¿Cómo surgen estos personajes?
–Como dijo el poeta francés Paul Valéry, lo dictan los dioses aunque “son avaros y celosos, y no dictan más que el primer verso del poeta y el primer párrafo del discurso”. En mi modesto caso, ocurre que son imágenes que simplemente aparecen en mi imaginación. El resto es trabajo: un proceso de reflexión, lectura, decenas de dibujos, bocetos digitales, hasta que todo parece encajar, tener un sentido. Aún así, ocurre con frecuencia que creo que una obra está terminada y al día siguiente me doy cuenta de que está “todo mal” (soy un poco exagerado) y vuelvo a pintarla de cero. Me ha ocurrido recientemente de volver a pintar una obra hasta tres o cuatro veces, aunque las anteriores me hubieran parecido “terminadas”. Pero no es ninguna tortura. Cuando era joven me ponía furioso, pero ahora pienso “esta vez saldrá mejor” y vuelvo a empezar sin problemas, hasta diría que con cierta felicidad.
En mi modesto caso, ocurre que son imágenes que simplemente aparecen en mi imaginación. El resto es trabajo: un proceso de reflexión, lectura, decenas de dibujos, bocetos digitales, hasta que todo parece encajar, tener un sentido.
–¿Cómo se alimenta esa imaginación en el día?
–De casi cualquier cosa (como las cucarachas). Ver un objeto (de una pequeña y antigua virgen en San Telmo surgió la serie de las vírgenes), observar a las personas, una película (por ejemplo Hellboy, de Guillermo del Toro), la televisión, los diarios, un texto de teoría del conocimiento o lógica (claro que muy elementales), obras de otros artistas, ciertas reflexiones, etcétera. En fin, nunca supe el origen de lo que me viene a la mente y luego se transforma en una obra, ni me importa. Es así y listo.
–¿Cada obra es una aventura?
–Si “aventura” se refiere a alguna clase de juego o hacer algo y “ver qué surge”, diría que no, en mi caso no lo es en absoluto. Nada de lo que está en las pinturas es una improvisación. Mi pintura es una construcción simbólica, consciente y deliberada. No es un juicio de valor con respecto a la obra de nadie. Admiro y me interesa más la obra de quienes hacen lo que yo no puedo o no me interesa, justamente por eso. Porque son otros mundos.
Muestra y sivita guiada. El jueves 18 a las 11, Miguel Sablich guiará una visita por su muestra, que se exhibe de lunes a viernes de 10 a 15 en la Cripta Jesuítica (Colón y Rivera Indarte). Gratis.
Miguel Sablich presenta en la Cripta Jesuítica obras que retoman su relación con el humor y las formas de conocimiento, por donde pasea su curiosidad y su imaginación.