Agosto hunde el último aguijón del invierno sobre la piel de un miércoles casi a la medianoche de una ciudad solitaria. Hace frío, pero no es la brisa fresca la que arde, sino acaso cierta dosis de desolación que campea en los alrededores de ese viejo corazón de Córdoba, cerca del Correo.
Pero en la esquina de General Paz y Santa Rosa, al frente de un bar en el que un televisor sigue contando goles de Estudiantes a Boca, la poesía está despierta. En la penumbra del Auditorio de Radio Nacional se ven muchas siluetas oscuras sobre las butacas blancas; en el escenario, la luz de un velador guía los ojos de Jorge "Chacho" Marzetti, que atrapa las palabras y las libera estremecidas por su boca.
Es tan caudalosa su voluntad de decir: cuando susurra, musita, cambia de tono o desgarra el aire con el cañón de su garganta, lo que arde es la poesía en su voz.
Es el cumpleaños 94° de la radio argentina, y Marzetti ha dejado la intimidad del estudio donde de lunes a viernes, de 23 a 1, es El vagabundo de las estrellas, para pasar a la abierta intimidad con su público, que acaso se expresa como cuando demora el final del día frente a un receptor: aprieta los labios del silencio, suspira, se ríe y se angustia.
Y hay aplausos para el Chacho y para los poetas: Alejandra Pizarnik, Federico García, Lorca, Octavio Paz, Juan Gelman, y también Alejandro Smith, Fabián Casas, Patricio Foglia y otros que les revela el papel o rescata en la galaxia de Internet. "Los poemas son como una cuchara, cuando son muy buenos, te queman la boca, cuando no, no importa", elige.
A su lado hay un piano y un hombre sentado a ese piano. Es Mingui Ingaramo, músico genial que ha venido a ilustrar con su sensibilidad. "¿Tenés música para un hombre diminuto de bigote negro?", pregunta Chacho, y el pianista tiene. "Es el efecto dúo; casi no hay nada hablado, es como dos olas que fluyen juntas" , explicará Mingui.
En la segunda parte, Marzetti invita a conocer el hielo. Prosigue con su lectura de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (aún le quedan 20 tramos por leer, un mes y algo más), y cada vez que el texto empieza a arder, aparece su compañero de siempre, Quique Sosa, y desata una cumbia. "Sucede en algún punto y aparte, o hasta en un punto y seguido. Sólo sucede", contará el bonaerense (nacido en Pigüé) que vino a Córdoba a finales del siglo pasado, y que no ha cesada de estremecerse y estremecer con las palabras.
Cuando se prende la luz, se ven muchas caras jóvenes; eso se siente bien. Pero hay algo que sorprende más: hay un pequeño perro blanco sentado en primera fila. ¿Qué hace aquí?, ¿cómo entró?, ¿cómo fue que guardó tanto tiempo silencio?, dan ganas de preguntarle a sus dueños, aunque a veces es mejor quedarse con las respuestas abiertas que dejan las dudas. Sí, el realismo mágico es posible.
Titi con nosotros
"En cada instante, en cada emoción, nosotros lo tenemos presente; tenemos suerte por eso", dice la inmensa Paola Bernal antes de cantar una de las canciones del disco Pájaro rojo, que grabó junto a Titi Rivarola, querido y talentoso músico nuestro que murió hace un año, el 4 de setiembre pasado.
El homenaje a Titi –el sábado, en Cocina de Culturas– fue toda una celebración, y dio cuenta de parte de la fecundidad del guitarrista, arreglador y compositor. La amplitud de su universo quedó expuesta en el abanico que cabe entre Tórax, la enérgica y a la vez sutil banda de rock que lideraba y que en octubre editará Toro Rock (Titi está en todo el disco), y la sensibilidad folklórica compartida con Paola Bernal.
La voz y el decir de Jorge “Chacho” Marzetti, el piano de Mingui Ingaramo y la música de Quique Sosa confluyeron en una velada íntima y vital. En Radio Nacional.