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Adiós a Hugo Bastos: grabador excepcional y dibujante exquisito

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“Mis dibujos son un reflejo de vivencias y cosas que vi o me contaron, porque comienzo a dibujar por cualquier lado y voy llenando la hoja de papel buscando equilibrios, tramas y texturas”. Con esas palabras describía su proceso creativo el artista Hugo Bastos, fallecido el domingo a los 74 años.

La comunidad artística recibió con pesar la noticia de la muerte de Bastos, dibujante exquisito y grabador excepcional. 

Numerosas expresiones de dolor se manifestaron en redes sociales. En los muros de Facebook de artistas que fueron sus colegas, que lo tuvieron como docente o son admiradores de su trabajo, la figura de Bastos fue recordada en relación a la potencia de su obra pero también por su sentido del humor, evocado por muchos que pudieron compartir el día a día con el artista. 

Nacido en Mercedes,provincia de Corrientes, en 1946, desde la década de 1960 Bastos inició un periplo que lo llevaría a convertirse en un nombre destacado en la escena del arte de Córdoba. 

Se formó en la Escuela Provincial de Bellas Artes Figueroa Alcorta, donde luego ejerció la docencia y donde además se desempeñó como director. En 1965 había egresado como Maestro en Artes Plásticas, y en 1970 obtuvo el título de Profesor de Dibujo y Grabado.

Junto a artistas como Oscar Gubiani, Juan Carlos Chuljak, Jorge Seguí y Silvina Bottaro, agitó una movida creativa y disruptiva, plantando un mojón en la tradición artística local, publicó la página oficial de la Agencia Córdoba Cultura. 

“El Gordo –como era mencionado con cariño por todos los que lo conocían– fue un gran dibujante, cultor del color y amante del arte popular latinoamericano. Como docente, fue formador de varias generaciones de grandes artistas de nuestra provincia. Por su gran trayectoria, fue premiado con el Reconocimiento al mérito artístico por la Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de Córdoba”, añade el comunicado sobre el fallecimiento del artista. 

Su carrera fue excepcional en varios sentidos. Participó en cientos de muestras colectivas, y expuso de manera individual en numerosas exhibiciones de diversa magnitud. Su obra viajó por el mundo y se vio en Canadá, Estados Unidos, Japón, España, Alemania, Italia, Polonia, Suiza, así como en diversos países de Medio Oriente y de Sudamérica.

En 2017, la muestra “Antología de la trama” reunió una selección de sus dibujos en el Museo Caraffa.

Este lunes, en el Concejo Deliberante se planteó la necesidad de una ordenanza en reconocimiento a los 50 años de trayectoria del artista, proyecto en el que venía trabajando el bloque Hacemos por Córdoba.

Una vida dibujando

“Dibujo en un colectivo, en una sala de espera de un consultorio o simplemente en la cama panza abajo, dibujo en hojas sueltas o en mis inseparables libretas”, contaba el artista sobre su pulsión hacedora.

Prefería dejar sus obras sin título, para desafiar al espectador y no ejercer una manipulación sobre el tema dibujado, aunque les concedía nombres y en ocasiones podía recurrir a juegos de palabras como el que aparece en El caballo de Goya (gel pigmentado, 2003), una imagen de detallado preciosismo que combina un homenaje al maestro español con referencias a la leyenda del artefacto de madera usado en la guerra de Troya y mencionado en la Odisea de Homero.

Seres maravillosos, animales y cruces entre diversas criaturas reales o mitológicas integraban un bestiario alucinado, combinado con viajes visuales que tiraban de los ojos y de la imaginación a través de innumerables referencias. 

“Hugo piensa el dibujo como un lugar posible para 'sacarle el cuero al mundo', haciendo travesuras con poco y nada, y desde su cotidianidad. Dibuja a medida que la noche pasa, dibuja sin parar, transforma espacios y realidades, transforma insomnios y momentos con amigos”, escribía en 2012 Inés Domínguez Cuaglia, curadora de la muestra “A modo de pasatiempo”, título que desde el vamos señalaba la intención de Bastos (proyectada al plano vital) de no darse demasiada importancia. Les avisaba a los artistas por venir que había que mantener los pies sobre la tierra.

Muchos lo recordaron en redes sociales como un hombre de una humildad apabullante. En una conversación con La Voz del Interior publicada en ocasión de esa muestra, el artista se refería al origen cotidiano de parte de su producción incansable. Contaba que una de las series expuestas eran dibujos surgidos de las manchas del mate. Para evitar la acidez, solía descartar las primeras cebadas y mojaba las hojas de un cuaderno. “Esas manchas hermosas, espontáneas, que van donde quieren, me dan pie a las imágenes”, revelaba.

Bastos alimentaba su talento técnico fuera de serie con una fantasía por momentos desbordante, con toques surrealistas, que no se desentendía de la crítica social, los guiños humorísticos y una ironía que raspaba la solemnidad de los ambientes artísticos.

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Obra de Hugo Bastos, un artista de fantasía desbordante.
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