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"El espacio exterior" de Dolores Esteve: Un viaje hacia la incertidumbre

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Los cielos han sido, durante milenios, un potente imán para la imaginación humana y una cantera inagotable de fantasías. Recién en los últimos siglos la exploración del cosmos con artefactos ópticos y recursos científicos, el desarrollo de la astronomía y la carrera espacial han venido aportando algunas supuestas certezas y han instalado la idea de que el universo puede ser conocido, en una travesía que podría graficarse como un viaje del mito a la realidad, o desde la oscuridad hacia la luz. Puede ser. Pero puede que no. Quizás no deberíamos confiar en lo que vemos, ni creer que sabemos solo porque algunas imágenes parecen hablar de manera inapelable. 

El espacio exterior es un proyecto de la artista cordobesa Dolores Esteve que propone un viaje hacia la incertidumbre, una reconciliación con la altísima dosis de ficción que podría incluir el conocimiento y también, en última instancia, una aceptación de los límites que se imponen a los curiosos habitantes de un guijarro llamado Tierra.

La muestra, que se exhibe en las dos últimas salas del Museo Caraffa, presenta una serie de fotografías en 3D que simulan ser paisajes de Marte. Dunas, texturas, formaciones rocosas o el lecho de un océano seco emulan las imágenes que el cine, las revistas de divulgación científica y miles de sitios en Internet presentan como una versión verídica de lo que hay en el “Planeta Rojo”. 

Una de las salas, completamente a oscuras a excepción de un extraño filamento de luz vertical, aporta una experiencia sensorial que guía al visitante hacia la pérdida de referencias, como una metáfora materializada y palpable de las enormes regiones de oscuridad en las que flotamos. En El espacio exterior hacemos un viaje invertido desde lo que supuestamente entendemos hacia un agujero negro.

Dolores Esteve generó asimismo un Diario de obra que reúne textos propios, citas de libros científicos y reflexiones filosóficas. Entre los materiales que incluye hay una entrevista a Armando Mudrik, coordinador del Centro de Interpretación Científica Plaza Cielo Tierra que se desempeña en el ámbito de la astronomía cultural, un campo de estudios interdisciplinarios que indaga las representaciones del cielo en diversas culturas y grupos humanos. Lo que vemos allá arriba está perfectamente impregnado de lo que somos acá abajo.

En el inicio de su Diario de obra, la artista comparte la inquietud que disparó el proyecto: “¿Es el espacio exterior como nos lo presentan? ¿O es una simulación que tras décadas de cine de ciencia ficción y sondas interplanetarias se ha sedimentado en nuestro imaginario, adquiriendo veracidad incuestionable?”.

La incertidumbre en la que se aloja la obra se podría trasladar finalmente a cualquier campo. “La precariedad del status de lo real es el suelo fértil para edificar las ideas  que nos cobijan. El espacio exterior demuestra la avidez de Esteve por la búsqueda de la comprensión de los fenómenos ‘invisibles’ de la vida”, escribe Carla Barbero en el texto curatorial ploteado en sala. 

El planeta interior

–¿Cómo surgió tu interés por un tema como el espacio exterior?

–En primer lugar, me  atrajeron  estéticamente las imágenes de divulgación científica de otros planetas o de cuerpos celestes. Empecé haciendo unos fotomontajes, y a partir de ahí fui haciéndome preguntas sobre cómo construimos ese “saber” sobre objetos o materias que exceden nuestra situación planetaria. Me encontré con que ese imaginario y mucho de lo que sabemos  sobre lo que existe mas allá de la Tierra, está un poco mezclado con la fantasía, la ciencia ficción y mucha especulación, todo matizado por nuestros “anteojos culturales”. Jugando con estas imágenes e investigando un poco, fui llegando a la cuestión más importante para mí dentro de este proyecto, que es: en nuestro intento de comprenderlo todo, nos olvidamos permanentemente de que todo lo que podríamos comprender es justamente lo que podemos comprender del Todo (y que ese Todo también es sólo una forma de nombrar eso en lo que estamos insertos). Podría haber llegado a esta cuestión indagando en algún otro tema, pero éste tiene un atractivo especial por la enorme lejanía espacio-temporal de algunos objetos, el hecho de que ningún humano ha estado ni estará en algunos de estos lugares y por ello nuestros límites biológicos y cognitivos se me hacen más patentes. La Última Frontera, como se dice por ahí…

–En las imágenes, y luego en los textos que conforman el “Diario de obra”, hay una impugnación filosófica a la posibilidad de conocer, o por lo menos una invitación a dudar sobre la capacidad humana de acceder a esa realidad. ¿Es una idea de la cual partiste, o es una idea a la cual llegaste luego de una investigación? 

–Creo que contesté más arriba, pero igual puedo agregar que se trata de la duda sobre la clase de acceso que tenemos a los objetos. Para mí es suficientemente fascinante como para quedar atrapada ahí por un tiempo. Es como un perro que se muerde la cola. Categorías y más categorías, pero ¿podría ser de otra forma? La parte aliviadora de este asunto es que justamente a través de la conciencia de la pequeñez  de nuestra experiencia, a la que paradójicamente llegamos por medio de nuestros hallazgos científicos, podemos percibir un margen para errar en todo lo que megalómanamente se afirma en las revistas de domingo. Al menos para mí. 

–¿Cómo construiste las imágenes? 

–Empecé haciendo  fotomontajes, y no me convencía lo que lograba. Buscaba el cruce  justo entre lo que parece real y es a la vez fantástico, un paisaje a primera vista  “realista” y lleno de pequeños detalles que lo vuelven cuestionable. Pensé en comprar imágenes de archivo y mezclarlas, en fotografía macro de micropaisajes hechos en casa.. Y al final me pareció que lo ideal era crear un paisaje totalmente artificial, así que me contacté con un estudio de diseño 3D y animación. A partir de una serie de referencias (películas, divulgación científica y videojuegos) creamos un paisaje muy sugestivo que nos recuerda a lo que conocemos como Marte.

–¿“El espacio exterior” constituye un giro en tu trabajo? ¿Ves conexiones con otros segmentos de tu obra?

–En El espacio exterior sigo probándome y aprendiendo a generar una experiencia corporal y no sólo visual-bidimensional, como ha sido con la mayor parte de mi trabajo anterior. En este caso hay una conexión con mi videoinstalación El contenido limitado del mundo . Empecé a trabajar con este proyecto justo después de aquella videoinstalación, y tengo claro que me habían quedado ganas de seguir trabajando con la oscuridad como un factor de transformación emocional y espacial. También están las siempre subyacentes referencias al cine como espejo y creador de nuestras prácticas culturales y parámetros estéticos. Es una empresa difícil crear un ambiente donde perder las referencias espaciales y poder entrar en un estado físico y emocional particular. Sin embargo, no me siento del todo una extraña: mi trabajo comercial como fotógrafa me encuentra de manera habitual con la necesidad de construir una escena, de comunicar un mood. En el caso de la ambientación-instalación de El espacio exterior, la escala, el tiempo y los materiales son diferentes (a los de un set de fotografía) y la posibilidad de ensayo y error, muy escasa.

–¿Cómo pensás el “Diario de obra”? ¿Cómo un dispositivo que dialoga con la muestra, la enriquece? ¿Quién esté interesado puede acceder a un ejemplar? 

–El Diario de obra se fue construyendo  durante los años que trabajé en este proyecto y fue creciendo de manera inesperada hasta acaparar mi interés  por sobre la instalación. Sin embargo, no pude encontrar una forma fluida de conectar ambas cosas salvo invitar a los visitantes a consultar una copia del diario en la biblioteca del museo (los 100 ejemplares que imprimí del Diario estaban pensados para ser distribuidos en bibliotecas de consulta pública, cuestión no resuelta aún) o a acceder  a una versión online como pdf. A mis ojos, el Diario enriquece la experiencia de la instalación y propone otras ideas que no fueron cristalizadas sino por escrito. Al no haber una conexión obvia y fácil entre el libro y la instalación, entiendo que no todos accedieron a esa información adicional pero confío en que la instalación por sí sola podría estimular en los visitantes preguntas similares a las que yo me hice u otras, distintas e imprevisibles. El Diario de obra se puede leer online.

El espacio exterior. La muestra de Dolores Esteve se puede visitar en el Museo Caraffa (Poeta Lugones 411) hasta el domingo 1° de septiembre. Martes a domingos y feriados de 10 a 20.

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Foto: Dolores Esteve.
Foto: Museo Caraffa.
Foto: Dolores Esteve.

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