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“La abstracción siempre fue un tabú en Córdoba”

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"El color es energía, el rojo es para mí vida” afirma Norberto Cresta (1929-2009) en una entrevista décadas atrás. Las palabras del artista santafesino que estudió en Córdoba para iluminar con sus cuadros gestados desde la pulsión del color resuenan hoy en el rescate que el crítico y curador Gabriel Gutnisky le hace en la muestra homenaje “Elogio a la abstracción” en el Museo Evita-Palacio Ferreyra (Yrigoyen 511).

Gustnisky va tras los pasos de Cresta para entender el rol de su figura en la escena cordobesa, donde la modernidad artística resultó problemática sobre todo para la abstracción geométrica. El crítico y curador, también artista, para quien Cresta fue un maestro, comparte en el comienzo de la muestra un relato autobiográfico que revela la personalidad de Cresta. Y entre las muchas indagaciones de Gutnisky está la pregunta “¿de dónde viene su geometría?” La muestra arroja luz sobre esta cuestión al exhibir dos pinturas pequeñas en las que “la misma mancha expresionista se vuelve geométrica, aunque todavía no es geometría”. Son obras de 1964 y 1965. Toda la obra que se exhibe es un legado que conserva el hijo del artista, una treintena de piezas que atraviesan varias décadas a través de la “mirada contemporánea” de Gutnisky, de los ’80 hasta entrado el siglo 21.

“Yo soy testigo”

La figura de Norberto Cresta es difusa en Córdoba y Gutnisky regresa a las manifestaciones del arte en Córdoba en los años sesenta, la misma ciudad de las bienales Kaiser que no terminaba de asimilar las vanguardias que sacudían al mundo, “porque de alguna manera la institución arte se estaba configurando por la cuestión de lo periférico”, señala Gabriel para quien, aquella potencia de los sesenta fue abortada por los gobiernos militares: sucesos de los que él fue testigo y de los que nadie escribió: “Acá se estaban haciendo happenings como los de Gabriela Martínez o Jorge Bonino, pero también hubo otro personaje que hizo los primeros happenings del país, yo no recuerdo su nombre y no está registrado, se pierde. Córdoba siempre pierde la memoria”. Aquí sucedía “un montón de cosas antes que en Buenos Aires, tengo la sensación de que había un proyecto con cierto rigor intelectual que no cristalizó”, sostiene, a raíz de los exilios, las desapariciones y la falta de reconocimientos: “Ahí hay un quiebre y de alguna manera podemos ver experiencias en consonancia con el mundo que tenía que ver con una preocupación en cuestiones del arte que se ponían en crisis. Y que el arte cordobés no pone en crisis, el arte moderno es eso, poner en crisis al propio arte, la abstracción y las acciones se estaban abriendo a eso en los sesenta en Córdoba, pero no cuajó”.

Para Gabriel en los momentos decisivos en que la abstracción hace su aparición en Córdoba “nunca se abre esa puerta”. Cita también a Ernesto y Rosalía Soneira, de quienes se rehúsa destacar la faceta abstracta de sus producciones. “Me acuerdo de Rosalía en el subsuelo de la avenida Vélez Sarsfield donde ella muestra unos collages abstractos: la familia desconoce. Yo soy testigo”.

Cresta, remarca Gutnisky, “tenía una pintura en consonancia con lo que se hacía en Estados Unidos, lo que en Córdoba estaba muy mal visto porque se seguía viendo a Europa como norte”. ¿Cresta queda al margen entonces? “Él se va al mundo, no vuelve más.  Vio otras escenas, como las del mundo anglosajón, que a Córdoba no llegaban. Tuvo la suerte de que su obra fuera requerida, por eso estuvo en tantos países”.

Gutnisky profundiza sobre la pintura de Cresta, que asimiló el concepto de purismo “que después Clement Greenberg desarrolla, es decir, lo que es propio de la pintura, la síntesis, las propuestas cromáticas, todo lo que tiene que ver con el lenguaje plástico puro, él no me lo decía así, yo lo sé ahora. Él me hablaba de (Piet) Mondrian. Ahora lo veo a Cresta en consonancia con Frank Stella y no con Mondrian”.

Cresta fue descubriendo la síntesis con el tiempo, resalta Gutnisky.  Síntesis y color que lo vinculan con la abstracción norteamericana, “un silencio, una cosa estática, algo que perturba, que mueve”.  Por eso, dice, la muestra propone un diálogo de colores y el silencio absoluto.

“La abstracción siempre fue un tabú en Córdoba, y la abstracción geométrica, doblemente tabú”, reflexiona Gutnisky, y agrega: “Él decía que un cuadro no debía tener más de cinco colores, una palabra que no se le caía de la boca era síntesis, esa cosa típica de la modernidad, de ‘menos es más’. Si puedo hacer un cuadro con una sola raya para qué pondría 10. Pero a la vez, cómo hacer para que sea interesante”.

A Cresta lo recuerda como el maestro maravilloso, curioso, que iba a su casa “de traje y corbata”, que fumaba pipa, y le enseñaba a pintar en horizontal “cuando nadie pintaba en horizontal”. Gutnisky destaca su amabilidad, caballerosidad, a un hombre “enamorado de su trabajo”. Entonces, esta muestra es un homenaje a Cresta sí, pero también, resalta, “un homenaje a Córdoba que dio a este artista”. Y una “oportunidad para que Córdoba recupere a un artista muy interesante que está representado en la colección oficial pero que nunca tuvo una muestra grande”. Un descubrimiento relevante en la historia del arte, “pero, claro, no está escrita esa historia”.

PARA VER

“Elogio a la abstracción”. Museo Evita-Palacio Ferreyra (Yrigoyen 511). La muestra homenaje al maestro Norberto Cresta, con curaduría de Gabriel Gutnisky se podrá visitar hasta el 22 de mayo, de martes a domingos de 10 a 20.

Silencio absoluto, obras de Noberto Cresta en el Palacio Ferreyra.
Síntesis y purismo, el color en la obra de Norberto Cresta.
Para Norberto Cresta, el rojo era vida.
Síntesis y color, sinónimos de la obra de Norberto Cresta.
Tensión y movimiento, descubriendo a Norberto Cresta.

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